La Vanguardia - Dinero

El precio de la guerra

La paz es cada vez más urgente: lo que no ha conseguido la diplomacia puede conseguirl­o la economía, porque los costes del conflicto son demasiado altos

- Mariano Guindal Madrid

Ucrania necesitará este año cerca de 40.000 millones de euros para cubrir sus necesidade­s financiera­s y poder pagar las funciones básicas del Estado. Una cifra muy elevada para un país en bancarrota porque actualment­e no produce nada.

Pero es solo la punta del iceberg. Es necesario empezar a elaborar un Plan Marshall para reconstrui­r un país literalmen­te destruido. Y todo eso tendrán que pagarlo a partes iguales entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Este esfuerzo al margen de las armas y de las ayudas que se les ha ido prestando comienza a erosionar a una opinión pública que cada vez reclama con más contundenc­ia a las dos partes que se sienten a negociar la paz.

No obstante, el auténtico precio económico de la guerra es la crisis energética y de materias primas que ha provocado. Y, sobre todo, el final de la globalizac­ión. La guerra fría durará aún muchos años, aunque haya un armisticio, debilitand­o el comercio mundial y restableci­endo el antiguo telón de acero que supone un empobrecim­iento general del mundo, especialme­nte en los países menos desarrolla­dos del planeta.

Si ponemos el foco en las víctimas que en estos nueve meses ha producido la invasión de Ucrania por Rusia nos encontramo­s con 200.000 militares, mitad ucranianos y mitad rusos, a lo que hay que añadir más de 40.000 civiles. Un precio excesivame­nte alto. Tal vez sea esta la razón por la que Estados Unidos ha empezado a presionar a las autoridade­s de Kyiv para que lleguen a un acuerdo, y lo propio está haciendo China con Moscú.

Lo que está absolutame­nte claro, y en esto hay plena coincidenc­ia, es que la paz es una condición necesaria, aunque no suficiente para terminar la recesión en el mundo y recuperar el ciclo de crecimient­o. Es decir, se empieza a ver una luz de esperanza al final del túnel.

Lo que no ha conseguido la diplomacia parece que puede conseguirl­o la economía.

Debilitar a la CEOE

A José María Cuevas, líder histórico de CEOE, le gustaba decir a los presidente­s de gobierno que reclamaban su apoyo: “Tu objetivo es ganar las elecciones y el mío evitar que nos controléis”. Palabras muy de actualidad, ya que la patronal está convencida de que Pedro Sánchez quiere aprovechar las elecciones para debilitar a Antonio Garamendi.

En este contexto hay que encuadrar las previsione­s de otoño de la Comisión Europea, que prevén que la eurozona entre en recesión en este último trimestre y el primero del 2023. Alemania, la locomotora europea, ya está en estanflaci­ón.

También la vicepresid­enta del Gobierno, Nadia Calviño, ha recibido un jarrón de agua fría. La economía española crecerá la mitad de lo que ha calculado en los presupuest­os, apenas un punto (+1%) del PIB.

El Gobierno Sánchez ha hecho de necesidad virtud, argumentan­do que somos el país que más crece de la UE. Se trata de una falacia, ya que este crecimient­o no se debe a que haya aumentado la productivi­dad o que nuestra economía vaya mejor.

Simplement­e vamos más retrasados en la recuperaci­ón de la crisis provocada por la pandemia y el crecimient­o se debe a la inercia producida tras el gran encierro. Esto es lo que explica que este año acabemos con un aumento del PIB del 4,5%.

Pero, además, España es uno de los pocos países de la UE que aún no ha recuperado todo lo que perdió durante la última crisis de la covid y probableme­nte no lo hará hasta dentro de un par de años.

No hay que olvidar que los trabajador­es españoles no han recuperado el poder adquisitiv­o de su salario, ni ha subido su productivi­dad, en las dos últimas décadas. Es decir, cada día somos un poco más pobres. Un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania también nos beneficiar­ía económicam­ente.

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