No camuflemos la realidad
Asistimos en la actualidad a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP27, en Sharm el Sheij, y la descarbonización de la economía está en boca de todos. Tras dos décadas de crecimiento e inversión en el desarrollo de las energías renovables, la cantidad de combustibles fósiles que se queman para obtener energía sigue aumentando. Esta aparente paradoja tiene varias explicaciones. La primera radica en que los renovables aplican a la parte electrificable de la economía, pero la gran parte de las necesidades energéticas para generar calor (por ejemplo, en procesos productivos de acero, hormigón, o vidrio) o movilidad (transporte aéreo, marítimo o de vehículos pesados) requiere de fuentes fósiles.
Segundo, hay una realidad no renovable en la vida de una instalación de renovables, o de vehículos eléctricos. Es decir, además de materias primas cada vez más escasas, requieren de energía fósil para la extracción de materiales, para los procesos de transformación y distribución, y para los de desmantelamiento y reciclaje al final de su vida útil. Camuflar los consumos reales de energía y consecuentemente las emisiones reales resulta contraproducente a la hora de definir acciones para cumplir con un presupuesto establecido de emisiones.
Cuando hablamos de los países generadores de emisiones, enseguida señalamos a China. Es verdad, el país asiático emite más CO2 que cualquier otro, pero no olvidemos que China es la fábrica del mundo y las emisiones responden, en gran medida, a nuestro consumismo. Pero este hecho es considerado una externalidad y se camufla. Además, hablando de responsabilidades –tanto en la generación de emisiones como en facilitar vías de solución– más que hablar de las emisiones anuales, habría que referirse a las emisiones acumuladas, ya que los gases de efecto invernadero atrapan el calor en la atmósfera durante décadas o hasta siglos. Con este último indicador, Estados Unidos es el claro ganador, seguido muy de cerca por el conjunto de la Unión Europea.
Empresas que recogen el guante publican estos días sus promesas acerca de la fecha en que se pretende llegar a la descarbonización de su actividad económica o al llamado neto-zero. Pero no nos engañemos, una descarbonización real no es compatible con tapar o externalizar impactos. Necesitamos transparencia y rendición de cuentas a lo largo de las cadenas de suministro y de la vida de un producto. No basta con anunciar la voluntad de llegar al neto-zero sin aclarar el alcance de la promesa, por ejemplo, el scope 3, que engloba las emisiones que no son producidas por la propia empresa como resultado de las actividades
El iceberg China es la fábrica del mundo y sus emisiones, las mayores, responden, en gran medida, a nuestro consumismo
de los activos que posee o controla, sino por aquellas de las que es indirectamente responsable, hacia arriba y hacia abajo en su cadena de valor.
En muchas industrias, la mayor parte del impacto total proviene del scope 3, que nos hace entender la importancia de este nivel de análisis y rápidamente se vuelve obvio que la única solución para alejarnos de los fósiles radica en quitar contenido material y energético de la oferta empresarial. Entonces, la promesa real implica una redefinición drástica de los modelos de negocio que permiten satisfacer necesidades más básicas para todos, dejar de estimular los caprichos, reservando la capacidad de innovación para crear soluciones que permitan una reducción radical de la dependencia material y energética.
Los datos macro provocan vértigo: el uso de energía primaria en el mundo sigue dependiendo en un 82%-83% del carbono fósil a día de hoy. Solo hemos podido reducir unos tres o cuatro puntos desde el año 2000. Los proyectos incrementales de descarbonización no permiten ahuyentar la catástrofe climática. Hace falta una combinación de acciones en este sentido junto a modelos de negocio que ralentizan ciclos de producción y consumo, dentro de un marco de justicia social. El sector privado consolida una capacidad de resolución y de acción tremenda y ha demostrado ser capaz de desplegar soluciones a gran escala. Sus directivos ahora afrontan el reto de su vida.
Proceso Necesitamos transparencia y rendición de cuentas a lo largo de las cadenas de suministro y de la vida de un producto