El regreso del futuro
Martín Carretero combate el pesimismo con los avances en política económica y en las empresas
El futuro hace tiempo que no es lo que era. Los datos de la mayoría de campos, desde la esperanza de vida a la educación, son los mejores de la historia de la humanidad, pero también la sensación, sobre todo en Occidente, de haber alcanzado una cima en la que por delante se encuentra un descenso en lo material, lo ecológico y la cohesión social. Hay miedo ante el futuro, se mira al pasado y las opciones populistas se multiplican aunque la democracia se ha mostrado sorprendentemente resiliente. Y en ese mar de contradicciones el economista José Moisés Martín Carretero expone en El futuro de la prosperidad los avances positivos reales que se están produciendo en empresas, instituciones, universidades y ciudadanía que muestran que la posibilidad de un cambio está más abierta que nunca.
Y todo partiendo de las brechas sociales que los efectos de las crisis sucesivas de la covid y de la invasión de Ucrania provocarán sobre las brechas de edad y género ya existentes en España y, sobre todo, sobre el 30% que peor ha pasado estas crisis en un país el que el Estado social está diseñado para satisfacer las exigencias de las clases medias pero deja de lado a la población más afectada por la desigualdad.
A partir de ahí el autor aborda la nueva política económica que se está desarrollando en un contexto de envejecimiento poblacional, de cierto estancamiento de la productividad, de un descenso, por todo ello, del retorno que acarrea la innovación
y de un avance tecnológico que aumenta la desigualdad. Frente a una economía que crece más debilitada y con mayores riesgos, se apuesta por un nuevo modelo de crecimiento con la Agenda 2030 como marco de referencia cuyo consenso se construye ya en organismos internacionales como la OCDE y el FMI y en citas como el Foro Económico Mundial. Una política capaz de reconstruir el resquebrajado contrato social y centrada en inversiones para actuar sobre las infraestructuras energéticas, el fomento de la economía circular, la cualificación de la población y medidas predistributivas y redistributivas que ataquen la desigualdad.
Una política que recupera el papel del sector público en la innovación y el crecimiento y que se concreta en un keynesianismo verde en el que el sector público impulse las inversiones necesarias para un crecimiento más sostenible, un green deal que toma cuerpo en los fondos Next Generation de la UE, que buscan empujar la transición climática –en la que las ciudades, que consumen el 78% de la energía mundial, deben ser protagonistas– y digital, sin olvidar el pilar social de mantener el empleo.
De hecho el autor se muestra crítico con el poder de los nuevos gigantes digitales y propone una digitalización centrada en las personas, sobre todo en los sistemas de bienestar, en los que por cierto cree que se avanzará a algo cercano a una renta universal. No olvida a las empresas: cree que viven una revolución corporativa en un nuevo modelo promovido no por la mala conciencia sino por las fuerzas del mercado y en el que innovación y sostenibilidad van de la mano.
En el nuevo modelo corporativo, dice al autor, innovación y sostenibilidad van de la mano