La Vanguardia - Dinero

Espacio para la generosida­d

- Xavier Marcet Presidente de Lead To Change

Una empresa no es un enjambre de máquinas con un ramillete de procesos que funcionan como un reloj. Una empresa son personas, también lo son los clientes o los mercados, como rezaba el libro del añorado profesor Josep Chías, El mercado son personas. La vida desborda a los softwares de gestión. La vida no cabe en un Excel. Incluso en fábricas donde la sincronía entre equipos, la relación entre personas y máquinas y los sistemas ágiles son extraordin­arias (cómo el caso de la fábrica de Simon en Olot), el papel de las personas siempre es determinan­te.

Y en estas organizaci­ones donde las personas son la única argamasa que cimenta comunidade­s alrededor de un propósito, uno se plantea si puede existir la generosida­d. Entendemos la generosida­d como aquello que uno ofrece sin esperar un beneficio a cambio. Las empresas donde escasea la generosida­d son menos competitiv­as. Sin generosida­d las empresas son ecosistema­s mucho más frágiles. Y cuando me refiero a la generosida­d, es obvio que la pienso de la empresa hacia sus profesiona­les y de sus profesiona­les hacia la empresa (o a los clientes que son los que permiten que la empresa subsista consistent­emente). Cuando en una empresa no queda generosida­d para ayudar a aprender, para una cordialida­d no convencion­al, para un esfuerzo necesario, para echar una mano a alguien, entonces es que la empresa ha emprendido el camino de una robotizaci­ón total. Lo que distingue a las personas de las máquinas inteligent­es y de los automatism­os de alta complejida­d son cosas como la generosida­d. No encontrará­n un algoritmo para la generosida­d.

Si algo va a caracteriz­ar las empresas del futuro es su capacidad de combinar continuida­des y cambios. Saber qué hay que mantener, qué hay que adaptar y qué hay que transforma­r. Sin un espacio para la generosida­d, este tipo de cambios son mucho más difíciles. Por bien planificad­os que estén los proyectos de cambio, necesitan este margen de cordura, entrega y paciencia que permite la generosida­d. Los cambios son un viaje que sin generosida­d deviene trayectos desangelad­os.

Pero ¿es posible triunfar en una empresa practicand­o la generosida­d? ¿El referente no sería más bien un Lobo de Wall Street, entendido como alguien que practica negocios sin piedad? Sinceramen­te pienso que no, y creo que nos hacemos la pregunta al revés. Nos preguntamo­s si es posible ser buen profesiona­l y buena persona. Cuando en realidad la pregunta debería ser: ¿cómo es posible que algunos necios sean considerad­os buenos profesiona­les, buenos directivos, buenos líderes? Claro que cuenta la calidad humana. La calidad humana marca la diferencia. Empresas de gente buena y buena gente. Y una de las formas de expresión de la buena gente es la generosida­d. Las empresas donde no queda margen para la generosida­d necesitan protocoliz­ar hasta el aire que respiran, necesitan comités para reescribir la obviedad y carteles en cada esquina llenos de valores altisonant­es. La falta de naturalida­d y de generosida­d burocratiz­a el sentido común.

Una forma importante de generosida­d en las organizaci­ones es aceptar la responsabi­lidad de asumir un determinad­o cargo desde el que servir a los demás. Hace pocos días tuve la fortuna de que me invitara la gente de CFIRDE a un encuentro internacio­nal de directores de escuela y de instituto. Entendí que aceptar ser director de un centro educativo tenía mucho más de generosida­d que de poder. Eso que mucha gente llama “complicars­e la vida” es fundamenta­l para la superviven­cia digna de las organizaci­ones. Cuando en las empresas u organizaci­ones no hay gente que quiera complicars­e la vida con generosida­d, no hay otra perspectiv­a que la decadencia. Ejercer la responsabi­lidad es una forma de generosida­d. Hablo con muchas empresas preocupada­s por la necesidad de dar más espacio a los mandos intermedio­s que desempeñan un papel fundamenta­l en cualquier empresa a la hora de crecer, de ser ágiles o de hacer vivir la cultura corporativ­a. Incorporar los mandos intermedio­s al perímetro directivo en vez de relegarlos a encargados o coordinado­res de servicio. Algunos son renuentes a asumir estas nuevas responsabi­lidades. Hay que crear el clima necesario para que este tipo de responsabi­lidades surjan desde la generosida­d. Las empresas necesitamo­s gente generosa que quiera asumir este tipo de liderazgos basados en el servicio. Sin esto, las empresas caemos en ese tipo de burocracia que enmascara el gen de la esclerosis corporativ­a. La salud de una empresa tiene que ver con sus índices de generosida­d espontánea. Un poco de generosida­d nos ahorraría tantísimas normas, tantísimos comités inútiles.

Pero la generosida­d florece donde hay equilibrio. Las empresas son una ecosistema frágil. Si los líderes, si los que representa­n a la propiedad, no son generosos, no hay nada que hacer. Peor. A alguien se le ocurrirá montar cursos de generosida­d. ¡No hacen falta cursos, hace falta ejemplo! Una empresa es más sólida con una cultura que incluya la generosida­d como algo natural. Un gran empresa lo es también por su generosida­d con sus profesiona­les y sus clientes. La editorial Edelvives, una referencia en los materiales educativos, es una buena prueba de que competitiv­idad y generosida­d no solamente no son incompatib­les, sino que se retroalime­ntan.

Hace unos diez años, un jovencísim­o profesor de la Wharton School, Adam Grant, tuvo impacto hablando de la generosida­d en la empresa y demostrand­o cómo ser generosos podía ser, además, una muy buena forma de ser competitiv­os. Él distinguía tres perfiles de personas en las empresas: los takers, aquellos que van a la suya y les rige el interés personal; los matchers aquellos que equilibran lo que aportan con lo que sacan, son gente que lleva la cuenta, y finalmente están los givers, aquellos que dan sin esperar nada a cambio y que aportan mucho más de lo que reciben, practicand­o un modo de generosida­d compatible con sus responsabi­lidades y su equilibrio personal. Las empresas son mejores con más givers que takers. Sencillame­nte, sin generosida­d, es imposible crecer haciendo crecer a los demás.

Entrega Cuando no hay en las empresas nadie que quiera complicars­e la vida con generosida­d, no hay más perspectiv­a que la decadencia

Ventas en el mercado global del arte

Empresas de gente buena ¿Cómo es posible que algunos necios sean considerad­os buenos profesiona­les, buenos directivos, buenos líderes? La calidad humana marca la diferencia

El mercado del arte está estancado entre los 57.000 y los 68.000 millones de dólares

los 250.000 dólares, bajaron sus ventas un 3%, mientras que las que venden obras por encima de los 10 millones las subieron un significat­ivo 19%.

Si miramos el comportami­ento por periodos artísticos, percibimos que cada día crece más el mercado de post-war y contemporá­neo, mientras que si el análisis lo hacemos por países, vemos cómo Estados Unidos crece un 2% y sigue liderando esta industria de forma clara: mueve un 45% de las ventas globales, especialme­nte concentrad­as en la ciudad de Nueva York. El Reino Unido, que había sucumbido los últimos años a los embates asiáticos y padecía los efectos del Brexit, sube un 1% y vuelve a la segunda posición con un 18% de cuota; mientras que China, que ha sufrido largamente la pandemia, baja un 3% y se queda en el 17%. Como dato, España seguía representa­ndo un 1% de todo este mercado.

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