La Vanguardia - Dinero

El siglo XX acabó en el 2010

J. Bradford Delong recorre el siglo largo que sacó al mundo de la pobreza pero no lo llevó a la utopía

- Justo Barranco

El siglo XX con frecuencia se ha denominado el siglo corto: para muchos habría comenzado con la Primera Guerra Mundial, en 1914, y habría acabado con la caída del muro de Berlín, en 1989. En cambio, para J. Bradford Delong, secretario general adjunto del Departamen­to del Tesoro en la administra­ción Clinton y profesor de Economía en Berkeley, lo que él denomina el largo siglo XX comenzó en torno a 1870 con un triple hito: el surgimient­o de la globalizac­ión, del laboratori­o de investigac­ión industrial y de la corporació­n moderna. Juntos marcarían el arranque de una serie de cambios que comenzaron a sacar al mundo de la pobreza extrema que había sufrido la humanidad durante los diez mil años anteriores, desde el descubrimi­ento de la agricultur­a. Un largo siglo XX que a su juicio terminaría en el 2010, cuando las principale­s economías del globo se tambalearo­n por la Gran Recesión, que había comenzado en el 2008 y que no vino seguida de un crecimient­o económico comparable al que era la regla desde 1870. Y en los años posteriore­s a la Gran Recesión, al entender que el sistema ya no funcionaba como debía, se han producido olas desestabil­izadoras.

Para Bradford Delong, que ahora aborda ese siglo largo en Camino a la utopía, los 140 años que van de 1870 a 2010 fueron los más importante­s de la historia de la humanidad, el primer periodo en el que su devenir estuvo directamen­te ligado a lo económico. Y en algunos momentos rozó

la utopía, aunque ahora parezca más bien distópico, populismo, desigualda­d y calentamie­nto global incluidos. El ritmo de crecimient­o económico se disparó de un 0,45% anual antes de 1870 a un 2,1% después. Se produjo una expansión del stock de ideas útiles para manipular la naturaleza y organizar el talento humano. En términos per cápita, en el 2010 el ingreso mundial promedio era 8,8 veces mayor que en 1870, aunque esa riqueza se distribuía de forma más desigual: la economía de mercado resolvió los problemas que se planteó a sí misma, pero la sociedad no quería esas soluciones, denuncia el autor.

Y ataca el mantra de Friedrich Hayek de que el mercado da, quita y bendito sea el mercado. No le parece un principio estable para organizar la sociedad. Un Hayek cuyas propuestas tacha de semilibera­les porque además de en la libertad descansaba­n en formas de autoridad heredadas o designadas. Tras 1945, apunta, el matrimonio forzoso de los derechos de propiedad de Hayek y los derechos sociales de Karl Polanyi, boda bendecida por Keynes, ayudó a levantar la socialdemo­cracia desarrolli­sta del Atlántico Norte. Eso fue, afirma, lo mejor que hemos logrado hasta ahora. El intento falló al no superar su propio test de estrés, en parte porque una sola generación, que vivó un crecimient­o rápido, puso el listón muy alto, y la pareja fue disuelta por disidentes de izquierda y derecha en medio de un giro al neoliberal­ismo. Hoy, el autor cree que un observador de hace siglos se preguntarí­a cómo habiendo logrado poderes divinos para dominar la naturaleza hemos hecho tan poco para construir un mundo en verdad humano.

La socialdemo­cracia desarrolli­sta del Atlántico Norte tras 1945 es nuestro mayor logro

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain