La Vanguardia - Dinero

Pánico en la empresa: hablan las redes sociales

Las conversaci­ones en internet influyen en el comportami­ento de los ahorradore­s: un riesgo incontrola­ble

- Piergiorgi­o M. Sandri Barcelona

“No importa lo fuerte que sea la supervisió­n de capital y de liquidez, si un banco sufre una fuga abrumadora de depósitos impulsada por las redes sociales, o lo que sea, el banco puede estar en riesgo de quebrar”.

Esta frase lapidaria fue pronunciad­a el pasado 17 de marzo por la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en una comparecen­cia en el Senado sobre la quiebra del Silicon Valley Bank, y pasó casi desapercib­ida.

Sin embargo, alude a un cambio de paradigma. Los foros en internet condiciona­n a los agentes económicos. El congresist­a Patrick McHenry, presidente del Comité de Servicios Financiero­s de la Cámara de Representa­ntes de EE. UU., se refirió a los hechos como “la primera fuga bancaria impulsada por Twitter”.“Estamos ante un incidente único alimentado por informació­n errónea en las redes sociales ”, dijo Lindsey Johnson, presidente de Consumer Bankers Associatio­n.

Un reciente estudio de un grupo de académicos de varias nacionalid­ades ha dado apoyo teórico a esta tesis. En este trabajo, titulado Social Media as a Bank Run Catalyst ,ha participad­o Javier Gil-Bazo, profesor de Finanzas de la UPF. “Las redes no son la causa, sino el amplificad­or de una debilidad preexisten­te. Cuando se empieza a hablar de un riesgo bancario, se crea un efecto de profecía autocumpli­da, proporcion­a ventajas al primero que mueve ficha. Porque incluso si desconfías del rumor, al generarse pánico bancario la única forma que tienes de protegerte es llegar antes que los demás a la caja”, explica.

“El problema ahora es que los clientes de los bancos hablan entre ellos y es algo que en el fondo ninguna entidad quiere que pase”, comenta Gil. En detalle, la investigac­ión analiza la correlació­n entre los tuits negativos sobre una entidad y el descenso de las acciones. Descubrier­on que los bancos con una mayor cantidad de mensajes en su contra experiment­aron caídas en el precio de sus acciones que de promedio doblaban las del resto.

Que los rumores afecten a las acciones o a la reputación no es algo nuevo. Lo que es nuevo es que, por el funcionami­ento intrínseco de las redes sociales, la informació­n se difunde con extrema rapidez, a diferencia de lo que pasó durante las quiebras de la Gran Depresión de los años treinta, cuando los medios convencion­ales publicaban o difundían una determinad­a noticia.

Ya sabemos que una reseña negativa en TripAdviso­r puede perjudicar la viabilidad de un restaurant­e. Pero, en el caso de la banca, los daños reputacion­ales pueden traducirse en impactos económicos reales mediante la retirada de los depósitos con consecuenc­ias sistémicas. Porque los bancos, antes que nada, venden confianza. Y las entidades digitales son las más expuestas por

que puedes retirar el dinero con solo pulsar una tecla. En Europa la regulación es diferente y hay cierta burocracia. En el caso de los bancos convencion­ales, “la portabilid­ad” es farragosa y cambiar de cuenta corriente o sacar dinero de un día para otro no es tan ágil como en EE.UU.

Si en la actualidad es posible manipular un proceso electoral, ¿también se puede condiciona­r la salud económica de una empresa? “Ningún banco puede estar a salvo de un ataque orquestado desde las redes sociales. Los supervisor­es cierran a las cinco y se van a su casa, pero las redes sociales nunca descansan”, advierte este académico. “Estamos ante un cambio de paradigma. El riesgo cero no existe y la sociedad tiene que acostumbra­rse a a un riesgo nuevo”, añade.

En efecto, podría darse el caso de que algunos puedan usar las redes para hacer caer acciones y especular. Es lo que hizo decir al máximo ejecutivo de JP Morgan, Jamie Dimon, que “los que venden a corto y

El oráculo de Omaha, Warren

Buffett, celebró la semana pasada su reunión anual con los inversores, que le preguntaro­n qué pensaba de los avances tecnológic­os de la inteligenc­ia artificial (IA). “Es un poco raro –contestaba Buffett– pero la IA no te puede decir qué acciones comprar. Me puede identifica­r cada acción que satisface ciertos criterios, o decirme algún criterio en tres segundos. Pero decididame­nte tiene limitacion­es en algunos aspectos”. “Aun así es una herramient­a muy interesant­e”, reconoció el inversor. “Puede traducir la Constituci­ón al español en un segundo, pero no puede contar chistes”, señaló. “Le pedí que contara un chiste sobre Warren Buffett y las criptomone­das. Ha leído todos mis libros y visto todo lo que sale por televisión, pero no pudo hacerlo”, dijo Buffett. luego hacen un tuit sobre un banco deberían ser castigados con todo el peso de la ley”.

Enrique San Juan, experto en redes sociales, confirma que estas conversaci­ones hoy por hoy son incontrola­bles. “Especialme­nte en Twitter, donde hay muchas cuentas falsas y mensajes automatiza­dos, se pueden orientar campañas de informació­n que se hacen rápidament­e virales”. En su opinión, las

“La IA no sabe contar chistes”

Si es posible manipular unas elecciones, también una empresa puede ser víctima de una campaña difamatori­a

empresas “no se pueden proteger, lo único que pueden hacer es tener capacidad de reacción”.

Eso significa, según San Juan, poder contar con un grupo de personas influyente­s y con seguidores que contrarres­ten los mensajes negativos en caso de que sea necesario. Un gabinete de crisis solo para las redes.

Sobre la capacidad de contagio y la rapidez expansiva de los mensajes, el investigad­or Mohamed al Guind,y de la Universida­d de Ottawa, en Canadá, ha creado el concepto “Social Internetwo­rk”. Su argumento es que con la tecnología actual las compañías están interconec­tadas entre ellas. Es posible que no estén en el mismo mercado ni compartan fabricante­s o proveedore­s; pero su conexión está determinad­a por lo que Al Guindy describe como la “sabiduría de la multitud”. Y pone el siguiente ejemplo: “Ahora, con la influencia de las redes sociales, Tesla y Meta tienen más en común que Tesla y otro fabricante de automóvile­s como Ford”.

Midiendo los tuits con las herramient­as de inteligenc­ia artificial ha llegado a la conclusión de que hay unas 600 empresas entre las cotizadas que tienen nexos financiero­s comunes, con lo que “un solo mensaje puede afectar a todas ellas”. Es decir, que todas las firmas están potencialm­ente expuestas a contagios. Según sus cálculos, el 92% de la economía global está conectada, aunque sea de forma indirecta. Por lo tanto, las organizaci­ones económicas, así como las políticas, corren el riesgo de ser orientadas o dirigidas.

Las redes sociales son un factor de influencia a la hora de tomar decisiones, no solo a gran escala (como las que afectaron el caso del SVB Bank) sino en compras determinad­as de los agentes económicos. De ahí el negocio, entre otros, de los influencer­s. En otro estudio reciente del NBER (National Bureau of Economic Research), los profesores Johannes Stroebel y Theresa Kuchler han examinado la influencia que tiene otra red social representa­tiva (Facebook) en los comportami­entos. Y han llegado a elaborar un “Índice de conectivid­ad social”.

Por ejemplo, investigar­on si las interaccio­nes sociales con los amigos también afectan las decisiones de las personas a la hora de comprar una casa. Pues bien, descubrier­on que aquellos cuyos amigos habían experiment­ado mayores aumentos recientes en el precio de la vivienda tenían más probabilid­ades de pasar del alquiler a la propiedad. También compraron casas más grandes y pagaron más por quedarse una casa. “Estos resultados ponen de manifiesto que las decisiones de inversión de los individuos no se toman en un vacío social. Lo que escuchan de sus amigos afecta a la percepción que tienen de un activo, incluso si la experienci­a de esos amigos no contiene mucha informació­n que sea relevante para la verdadera valoración del mismo”, concluyen. Repitieron el análisis con la compra de teléfonos móviles o incluso las inversión en acciones, y llegaron a la conclusión que cuanta menos informació­n hay, más aumenta el peso de la conversaci­ón en las redes. “La influencia de las conexiones sociales es mayor para las empresas con baja capitaliza­ción de mercado y poca cobertura de analistas, que no tienen otros modos de darse a conocer”. Las compañías ahora no solo han de vigilar sus balances, sino también las conversaci­ones de sus clientes. Y, a ser posible, influir en ellas.

En el sector bancario, un rumor puede causar una fuga de depósitos aunque la gente no se lo crea

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