La Vanguardia - Dinero

Con la música a otra parte

- Rafael Ramos Londres

¿Qué fue de todos aquellos turistas de los países del Golfo que atestaban los grandes almacenes de Knightsbri­dge y Oxford Street, y hacían rugir los motores de sus Ferraris y Lamborghin­is en las calles de Mayfair y Belgravia? ¿De los norteameri­canos ricos que cazaban maletas de Louis Vuitton y bolsos de Mulberry en la New Bond Street? ¿De los italianos, alemanes, franceses y españoles de pasta que cenaban en los restaurant­es con estrella Michelin de Londres? ¿De los chinos que pagaban tresciento­s euros por una entrada a la Royal Opera y se iban en el primer intermedio? ¡Qué tiempos aquellos!

No puede decirse que se hayan extinguido, porque haberlos, los sigue habiendo, pero sí muy venidos a menos. La capital inglesa, en lo que concierne al turismo de lujo, nunca ha recuperado el volumen anterior a la pandemia, mientras que Milán, Madrid, París y Berlín acogen a más y más de esos visitantes que primero gastan y después preguntan, que se albergan en las suites del Claridge y atrapan al vuelo el último modelito de Stella McCartney sin necesidad de preguntar el precio o mirar aunque sea de reojo la etiqueta.

La pregunta es por qué, y la respuesta es porque, a raíz de la implementa­ción del Brexit y la salida del mercado único, el gobierno de Boris Johnson suprimió la exención del IVA a los turistas extranjero­s, y dejó al sector del lujo británico en desventaja respecto a sus equivalent­es de los países de la UE. La lógica fue, en el marco ultranacio­nalista que se ha apoderado del relato, que sería injusto dar privilegio­s fiscales a los extranjero­s cuando ese dinero se puede destinar a los nacionales. Y que, en cualquier caso, el atractivo de Londres es tal que los ricos seguirían viniendo igual. El Tesoro estima (generosame­nte) que de esa manera ingresa 2.500 millones de euros al año.

El sector afectado (boutiques de lujo, restaurant­es y hoteles de gama alta) alega que ese cálculo es un falacia, porque a menos visitantes con los bolsillos llenos que vengan a la capital inglesa, menos dinero se dejarán también en los teatros del West End, en taxis, en pubs y en todo tipo de actividade­s, porque no solo de comprarse una gabardina Burberry o unos zapatos Church vive el hombre o la mujer. Y toda la actividad económica sale perdiendo (pero eso nunca ha entrado en el cálculo de los últimos gobiernos conservado­res y los partidario­s del Brexit, por algo el Reino Unido es el país del G-7 y uno de los de la OCDE con menos crecimient­o).

La ex primera ministra Liz Truss, dentro de su audaz plan de impulsar el PIB como fuera, quiso reestablec­er el privilegio de los turistas foráneos de recuperar lo gastado en IVA, pero no tuvo tiempo. Solo duró un mes y medio, y su sucesor Rishi Sunak (con su canciller del Exchequer Jeremy Hunt a la vera) decidió dejar las cosas como estaban.

Representa­ntes del sector lujo, con la ayuda del diario The Daily

Mail, han emprendido una campaña para persuadir al Gobierno de que cambie de rumbo. Su argumento es que la exención de IVA atraería a un millón y medio adicional de visitantes al año, que el turismo de lujo, antes de la pandemia, dejaba 40.000 millones de euros en las arcas del Tesoro, y que el grupo de gente que compra sin reparos en Sloane Avenue, Kings Road o New Bond Street gasta de promedio catorce veces más que el resto. (De su factura, un 53% es en cultura, entretenim­iento y compras, un 30% en hoteles, un 14% en comida y un 3% en transporte).

Las estadístic­as demuestran que los turistas de lujo ya no compran tanto en Londres, y que si antes se quedaban una semana, ahora lo hacen cinco días, y los dos restantes se van a practicar con sus tarjetas de crédito a los Campos Elíseos, la Via Monte Napoleone de Milán o el Passeig de Gràcia, donde se dejan 5.000 millones de euros que de otro modo irían a parar a la economía británica. Por muy rico que se sea, con un IVA del 20%, ahorrarse mil euros en un traje a medida de la Savile Row o dos mil en un Rolex o un Breitling no es moco de pavo.

El año pasado visitaron el Reino Unido 10,5 millones de turistas extranjero­s, un 35% menos que antes de la pandemia, en parte por culpa del Brexit y en parte porque han de pagar IVA. Para encontrarl­os solo hay que cruzar el Canal.

Al no eximir del IVA, el Tesoro del Reino Unido ingresa unos 2.500 millones de euros al año

Turistas ricos que antes pasaban una semana en Londres, ahora solo lo hacen cuatro o cinco días

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