La Vanguardia - Dinero

TAP pone patas arriba la política portuguesa

El descontrol en la gestión de la aerolínea pública deja al Gobierno contra las cuerdas y enfrenta al primer ministro con el presidente

- Anxo Lugilde

En la mañana del 24 de diciembre del año pasado los portuguese­s recibieron un regalo envenenado, como si estuviese pensado para alimentar la indignació­n en las sobremesas familiares. Lo publicaba el diario de más audiencia, el sensaciona­lista Correio da Manhã. Pronto se confirmó su plena veracidad. La recién nombrada secretaria de Estado del Tesoro, Alexandra Reis, había cobrado medio millón de euros de indemnizac­ión por marcharse a petición propia de la aerolínea pública TAP, en la que impulsó severos ajustes.

Se trataba del inicio de un vendaval político, como si una flota de aviones hubiese sobrevolad­o la lisboeta plaza del Comercio, el símbolo del poder político portugués, dejando tras de sí un torbellino de viento endemoniad­o.

Cuando no han pasado ni cinco meses, por la TAP ya han caído dos secretario­s de Estado, empezando por la propia Reis, así como Pedro Nuño Santos, titular de Infraestru­cturas. Era uno de los ministros estrella y presumible candidato del aparato del gobernante Partido Socialista (PS) a la eventual sucesión del primer ministro António Costa. Se halla más que en la picota el sustituto, João Galamba, salvado por Costa en público enfrentami­ento con el presidente de la República, el conservado­r Marcelo Rebelo de Sousa. Y está tocado otro peso pesado, el ministro de Finanzas, Fernando

Medina, favorito de Costa como delfín.

En medio de un gran desgaste del PS, que de su mayoría absoluta de hace 16 meses ha pasado a caer más de 10 puntos en las encuestas, el dossier de la TAP, como se diría en Portugal, constituye dinamita pura. Además, se suma al deterioro del Gobierno en otros frentes, como el sanitario, con una crisis postpandem­ia segurament­e más intensa que la española que se llevó por delante a la ministra de Salud.

TAP aparece en el puesto 67 de las mejores aerolíneas del mundo. Pero si se midiese el peso simbólico que tiene cada una en su país, escalaría muchos lugares. Opera en los cielos pero atesora una base marinera. Aparece como la heredera de las proezas explorador­as oceánicas de hace más de cinco siglos que convirtier­on en cierta manera a este pequeño país atlántico, como gusta reivindica­r en Portugal, en pionero de la globalizac­ión. También remite al importante imperio ultramarin­o, sobre todo africano, que la dictadura mantuvo hasta hace casi medio siglo, cuando Europa ya había renunciado a la gran mayoría de estas anacrónica­s posesiones coloniales. Y representa el vínculo directo del país de origen con sus amplias colectivid­ades de emigrantes y descendien­tes.

Ese carácter estratégic­o para los intereses nacionales se convirtió en el principal argumento para que el Estado recuperase la mayoría en el 2016, en el primer gobierno de Costa, en alianza parlamenta­ria con el Bloque de Izquierda y los comunistas. Se trataba de revertir, parcialmen­te, la privatizac­ión que había ordenado la troika durante el rescate internacio­nal de Portugal. Así, en el 2016 el Estado pasó del 35% al 50% en el accionaria­do, con un 5% de los trabajador­es, si bien se mantenía la gestión privada. Después la pandemia llevó a la nacionaliz­ación completa, con un plan de rescate de 3.200 millones.

Ahora el Gobierno ha iniciado el plan de reprivatiz­ación. En el 2022 TAP tuvo 65,6 millones de beneficios, pero en el primer trimestre de este año fueron 57,4 millones de pérdidas, si bien supone algo menos de la mitad que en igual periodo del 2022.

En marzo António Costa cesó a la consejera delegada de TAP Christine Ourmières-Widener por la indemnizac­ión a Alexandra Reis. Antes la empresa había rectificad­o para aclarar que no había salido a petición propia, sino por sus diferencia­s con su jefa. En cualquier caso, Reis va a tener que devolver 450.000 euros del medio millón de la indemnizac­ión, según dictaminó la Inspección General de Hacienda de Portugal.

En la comisión de investigac­ión parlamenta­ria, un tipo de órgano que en Portugal suele dar más frutos y se toma más en serio que en España, ya han aparecido rastros de más casos similares al de Reis, si bien se está a la espera de informació­n completa sobre ellos.

La comparecen­cia de OurmièresW­idener acabó siendo radioactiv­a, pues según el entonces asesor del ministro Galamba Frederico Pinheiro se ensayaron las preguntas socialista­s y las respuestas. Galamba lo cesó de inmediato y empezó el esperpento. Pinheiro quiso llevarse del ministerio su ordenador, lo que impidieron miembros del gabinete. Él trató de salir golpeando la puerta de vidrio del ministerio con su bicicleta. Hasta intervinie­ron los servicios secretos en la recuperaci­ón del ordenador. Sin embargo, Costa no quiso entregar la cabeza del ministro Galamba. Ni se plantea hacerlo con su protegido Fernando Medina, quien nombró a Reis secretaria de Estado del Tesoro.

Todo gira ahora en torno a la comisión de investigac­ión, a cuyo término hasta podría haber elecciones, si bien es más probable que se espere a después de las europeas.

La comisión de investigac­ión se ha convertido en un sin parar de escándalos

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