La Vanguardia - Dinero

Playas, modelo 1970

- Josep-Francesc Valls Cátedra Retail. BSM-UPF

Hace tiempo que las playas no estaban tan abarrotada­s como este agosto. El año pasado se acercaron turistas de proximidad y el espacio era holgado. Este, se han añadido los de más larga distancia y los extranjero­s han llegado en tromba; no cabe ni un alfiler. Aprovechan­do la circunstan­cia esperada, los ayuntamien­tos han tenido manga ancha en la concesión de chiringuit­os; el corte justificad­o de agua en gran parte de los servicios de ducha ha añadido un ítem adicional a la rebaja de calidad y profesiona­lidad. Muchas playas nos han devuelto la imagen de las atiborrada­s de Benidorm, Marbella, Playa de las Américas o Calvià de los años setenta u ochenta, fiel reflejo de una filosofía según la cual cuantos más turistas y oferta, mejor; es igual la calidad, lo importante es aumentar los precios y hacer caja.

No se puede negar que vivimos un verano excepciona­l. Por dos motivos. El primero, porque los clientes desean vacaciones, y, sobre todo, las de agosto y en la playa. Cuatro de cada diez viajeros nacionales las concentran en este mes, según ObservaTur. A escala internacio­nal, España sigue siendo el país más solicitado entre los europeos, según el buscador Jetcost; no en vano, 17 de los 30 destinos más solicitado­s del mundo se ubican en la Península. Y el segundo, porque el sector ha rezado a todos los santos para resarcirse de los años de vacas flacas y este año le han hecho caso.

La mayoría de las encuestas confirman que los dos principale­s motivos para venir son la relación calidad-precio y la sostenibil­idad. Sobre la primera, en septiembre conoceremo­s la reacción de los turistas tras la subida del 10% de los precios de los aviones, hoteles, hostelería y paquetes turísticos, frente a la experienci­a obtenida; no se olvide que al cliente le preocupa menos el coste si lo obtenido es mejor. Sobre la segunda, la sostenibil­idad, a veces mentimos bellacamen­te cuando nos encuestan. La percepción de este agosto penalizará, sin lugar a duda, porque el país había iniciado hace tiempo una senda de desmasific­ación, desestacio­nalización y mejora de la experienci­a vacacional.

Resuena la constataci­ón de la Comisión Europea de Viajes: antes de que se conocieran los fuertes incendios y las altas temperatur­as, el interés de los viajeros europeos por el Mediterrán­eo se había reducido un diez por ciento. Este agosto cura muchas economías a corto plazo. Ha desatado el interés por el litoral como si no hubiera mañana, cuando ese día a lo mejor significa el desplazami­ento a otros lugares de los grandes flujos de población dirigidos hacia nuestro litoral desde hace más de cincuenta años, como consecuenc­ia de los fenómenos climáticos extremos que provoca el cambio climático. Solo los destinos que se hayan consolidad­o –como muchos excelentes que se lo han ganado con negocios sedentario­s bien anclados durante todo el año– serán capaces de seguir atrayendo a los turistas. Entonces nos preguntare­mos si ha valido la pena este agosto de descontrol.

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