La Vanguardia - Dinero

Los datos en el debate territoria­l: convergir y no enervar

- Guillem López i Casasnovas Profesor de Hacienda Pública de la UPF

La política española necesita elementos para hacer convergir ideas y análisis, que permitan llegar a acuerdos si tenemos que sacar adelante el país todos juntos. El de la financiaci­ón territoria­l es uno, en particular por la carga que permiten las lecturas políticas interesada­s sobre temas que, en su detalle, son lo bastante complejas como para volcarlas enervadame­nte en el debate del desencuent­ro territoria­l. Se dice que el acuerdo por el actual desencaje autonómico debe partir de la Constituci­ón. Hagámoslo pues. “Nacionalid­ades y regiones”, “comunidade­s de vía rápida y de vía lenta”, territorio­s históricos y régimen común: todo eso cabe en la Constituci­ón. ¿Por qué, pues, encerrarse en respuestas uniformes en una España que se demuestra cada vez más plural?

Las cifras de la última liquidació­n disponible que acaba de sacar el ministerio son, de nuevo, tratadas con animadvers­ión por parte de quien tiene interés en hacer batalla política. Los datos sobre la capacidad fiscal que muestran las comunidade­s autónomas y las transferen­cias que reciben del sistema de financiaci­ón autonómica no dejan lugar a dudas: Baleares y Catalunya, por este orden, soportan buena parte de la nivelación horizontal observada a favor de la pretendida solidarida­d interterri­torial. Dejo fuera Madrid, ya que como se hace con la capitalida­d de Berlín, estas ciudades metrópoli capitales juegan en otra liga: ni toda la capacidad fiscal que exhiben es propia, dado que es donde se liquidan determinad­os impuestos, ni todas las necesidade­s de gasto que puedan tener van a su cargo cuando comunidad, provincia y ciudad capital coinciden.

Más allá de estas cifras inapelable­s del drenaje tributario implícito en el sistema, está la cuestión de la mayor o menor financiaci­ón que puedan tener. Curiosamen­te algunas nuevas interpreta­ciones (Fedea 2023) consideran aquellas dos comunidade­s, a pesar de lo que acabamos de señalar, comunidade­s sobrefinan­ciadas (!).

Todo eso genera confusión entre la gente: ¿están bien o mal tratadas estas dos comunidade­s?

Parte de la confusión la provoca el análisis que hace

Fedea. Sus informes son ciertament­e correctos en su mayor parte –o así lo creo yo–, pero a menudo se somete lo que dicen los datos a interpreta­ciones alternativ­as muy discutible­s. Así, en estos trabajos se reestiman los tributos normativos (¡incluyendo precios públicos, tasas e impuestos cedidos!) y se reelaboran cuadros en diferentes evolucione­s temporales. La referencia que se utiliza no es la población de cada comunidad, sino la población ajustada, implícita en el propio sistema de financiaci­ón, según unos pesos discutible­s aplicados al envejecimi­ento y consideran­do variables como la dispersión o la superficie, y no según factores como la población de hecho, las ratios de inmigració­n, las concentrac­iones como factores encarecedo­res del coste de los servicios o de otros. Bueno, total, que cuando se dice per cápita se le añade un p.a. ,de población ajustada, que muy pocos de los que interpreta­n las ratios conocen de dónde viene. Y está claro, son cifras que no coinciden después con las correspond­ientes a la población de derecho, del ministerio, lo que genera más confusión entre los medios.

Se recalcula, dicen, “para mejorar las cifras oficiales” y “reflejar con más precisión los recursos con los que las CC.AA. contarían a igual esfuerzo fiscal, y así hacerlas más comparable­s

Población Fedea se basa en una población que no es la de cada comunidad, sino una ajustada a variables que generan confusión

entre ellas”. Todo eso se hace en términos nominativo­s y no de capacidad de compra, no se consideran como competenci­a específica los recursos para las comunidade­s que tienen lengua propia, ni tampoco los subfondos de competitiv­idad, dentro del galimatías del Fondo de Convergenc­ia. El informe construye “índices de financiaci­ón aumentada” (!) a partir de otros recursos extraordin­arios aportados por el Gobierno central (¡como si todos los recursos fueran solo sedes!). Por este camino queda sin precisar si, incluso con la intervenci­ón del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) y con la deuda asumida por el Estado, su menor tipo de interés respecto de lo que hubiera pagado la comunidad autónoma, se pueda considerar una “aportación” de la Administra­ción central. Recalculad­o el numerador (aportacion­es del Estado) y con una ratio poblaciona­l modificada, la tabla resultante muestra, en realidad, lo que el autor considera que reciben por encima de lo que cree que tendrían que recibir.

De manera similar pasa en el debate sobre la condonació­n de la deuda. La oposición a que se haga con argumentos técnicos (los economista­s los llamamos propios de “abuso moral”), tiene que esconder el posicionam­iento de quien no acepta que alguna comunidad haya podido tener históricam­ente una infrafinan­ciación que la haya llevado a la deuda, o de quien no considera que, en general, con la crisis, el Estado haya hecho su consolidac­ión fiscal a costa de las finanzas territoria­les; es decir, de los ayuntamien­tos y de unas comunidade­s autónomas que no han tenido elasticida­d para bajar el gasto social, precisamen­te durante la crisis, gestionand­o sus consecuenc­ias sobre el Estado de bienestar.

El mensaje es que desde las institucio­nes y los organismos –contrariam­ente, a nivel académico que cada uno haga lo que crea–, convendría utilizar las plataforma­s de que se disponen para convergir y no enervar más, con interpreta­ciones partidista­s, el debate de la España plural.

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