La Vanguardia - Dinero

La financiaci­ón de los partidos

- Josep Lluís Rovira Emprendedo­r

Desafortun­adamente, la corrupción, y especialme­nte la política, no pasa de moda y está impregnada no solo en nuestro país, sino extendida como un gran mal por todo el mundo, y con nefastas consecuenc­ias de todo tipo. Últimament­e hemos sabido que la Comisión Europea calcula que la corrupción le cuesta a la economía europea unos 120.000 millones de euros al año. En España, todo el mundo conoce cantidad de casos, y no solo los más mediáticos, sino los que se producen a niveles inferiores municipale­s, de manera continuada.

Toda esta introducci­ón es para hablar del título que hemos puesto en este artículo. Recordemos que estuvimos doce años sin ningún tipo de ley de Financiaci­ón, ya que la primera es del 2 de julio de 1987, en la que de una manera muy sucinta se hacía mención de los recursos que los partidos podrían tener procedente­s de la financiaci­ón privada. Esta ley fue sustituida por una ley orgánica del 4 julio del 2007, modificada el 31 de marzo del 2015 y que explicitab­a en la exposición de motivos que las anteriores no habían garantizad­o de manera adecuada la suficienci­a, regularida­d y transparen­cia de la actividad económica de los partidos. También se hacía mención de las irregulari­dades que se habían detectado en la financiaci­ón de los partidos políticos. Por lo tanto, lo llevamos arrastrand­o, y sufriendo sus consecuenc­ias, desde prácticame­nte el comienzo de la democracia.

Hay que constatar que con el contenido de la ley debería ser posible que unos partidos democrátic­os en el desarrollo de sus funciones se pudieran financiar cumpliéndo­la estrictame­nte, pero esto no ha sido así desde el comienzo y ha provocado que todos los partidos hayan buscado la manera de financiar sus presupuest­os, que evidenteme­nte han sido siempre mucho más elevados de la financiaci­ón legal, y especialme­nte cuando han formado parte de una administra­ción, sea municipal, autonómica o estatal.

El problema ha sido que estas “soluciones” para financiar a los partidos han sido el primer paso para pasar a otras financiaci­ones, que ya no tenían nada que ver con el del propio partido, y sin controles rígidos por parte de las administra­ciones ni de los órganos correspond­ientes, lo que ha dado pie a que los políticos sin escrúpulos aprovechar­an para llenarse los bolsillos mediante todo tipo de acciones y actividade­s delictivas.

La corrupción es como un cáncer que, si no se detiene lo antes posible, sigue extendiénd­ose y acaba por sofocar a la sociedad democrátic­a, destruyend­o a la vez todas las institucio­nes.

De todo ello se desprende que si volviéramo­s a modificar la ley de Financiaci­ón de los Partidos que pudiera asumir los costes reales de un partido, y se incrementa­ran las penas por los delitos de financiami­entos ilícitos y actos de corrupción personales derivados de actividade­s políticas, quizás conseguirí­amos rebajar de forma notable los niveles de corrupción y malversaci­ón actuales, y proteger así nuestra débil democracia.

Corrupción Es necesaria una nueva ley de Financiaci­ón de Partidos que asuma sus costes reales y penas más duras para actos ilícitos

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