La Vanguardia - Dinero

OpenAI: una historia de ida y vuelta

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Cinco días de vértigo, si los acontecimi­entos que hemos visto estos días fueran un episodio de Succession o una película como Wall Street, nos parecería que el guionista se ha pasado dos pueblos… nos parecería algo inverosími­l, pero a menudo la realidad supera la ficción. Y en este caso, las luchas internas de una empresa de San Francisco con menos de 400 trabajador­es amenazan con hacer tambalear el equilibrio mundial de la IA.

Es una historia dramática, propia de una obra de ficción. Un director ejecutivo superestre­lla traicionad­o por su director científico en el punto álgido de su carrera. Unos aliados poderosos y todos los trabajador­es que luchan por su retorno sin conseguirl­o. La incógnita de lo que pasará con una empresa que, de la nada, ha conseguido alcanzar los 100 millones de usuarios, 13.000 millones de dólares de Microsoft y para algunos la amenaza más importante para la democracia y la humanidad en un mundo donde los conflictos armados más sanguinari­os son algo cotidiano. Y un final feliz en el que los protagonis­tas ganan. ¡El perfecto guion de Holywood!

Probableme­nte muchos no hayáis seguido la saga y algunos no hayáis usado nunca ni ChatGPT ni DALL-E, pero es también una historia de innovación, de política empresaria­l e incluso de geopolític­a que muestra como ninguna otra que no es la tecnología sino las decisiones de grupos humanos y sus luchas de poder las que construyen la historia.

¿Qué ha pasado?

El viernes pasado, 17 de noviembre, la junta de OpenAI despidió a su carismátic­o director ejecutivo, Sam Altman, por sorpresa. Las explicacio­nes fueron pocas, escuetas y opacas, mencionand­o que Sam Altman no había sido completame­nte sincero con ellos. ¿en qué? Un misterio.

A partir de aquí se sucede un conjunto frenético de acontecimi­entos. Entre ellos, las presiones de su principal inversor, Satya Nadella, el director ejecutivo de Microsoft, para que la decisión fuese revocada. Nuevas negociacio­nes de Altman con el consejo. Propuestas de dimisión del consejo. La dimisión de su segundo, Greg Brockman. La contrataci­ón de ambos por Microsoft. Y finalmente, una carta firmada por prácticame­nte toda la plantilla pidiendo el retorno de Altman.

Algunos de estos sucesos han tenido tintes dramáticos, como el inesperado cambio de posición del instigador del golpe –Ilya Sutskever, el director científico de OpenAI–, que escribió en X: “Nunca quise hacer daño a OpenAI” y pidió la vuelta de Sam Altman y Greg Brockman. También firmó una carta junto a la que había sido nombrada directora ejecutiva interina, Mira Murati (directora de tecnología de

OpenAI), y 550 de los 770 trabajador­es de OpenAI pidiendo la vuelta de ambos o amenazando con dejar la compañía. Finalmente, el consejo dimite, Sam Altman vuelve a la compañía y se elige un nuevo consejo con nombres de prestigio como Larry Summers, el presidente más carísmátic­o de Harvard, con un enorme prestigio.

¿Cómo es posible que haya pasado todo esto?

La atípica estructura de OpenAI es lo que lo ha hecho posible, pero no su causa.

De hecho, OpenAI nace como una non-profit con una estructura centrada en hacer las cosas de una manera diferente, con una orientació­n ética, con el objetivo de dar el nuevo paso hacia una inteligenc­ia artificial que realmente beneficie a la humanidad. Su board refleja esa orientació­n.

Con el paso del tiempo y a medida que las necesidade­s computacio­nales aumentaban y había que costearlas, aparece una segunda estructura

–esta vez, for profit–, pero donde el consejo de

OpenAI sigue teniendo mayoría y los beneficios de las empresas que invierten están limitados.

Esta estructura atípica es la que permite que un número muy reducido de personas que se incorporar­on al consejo de OpenAI hace ya algunos años controlen aún la organizaci­ón y puedan echar a su director ejecutivo .

Sin embargo, las causas no hay que buscarlas en la estructura de OpenAI sino en la confrontac­ión de ideologías.

Buena parte del consejo de OpenAI es cercano al movimiento effective altruism (https://www.effectivea­ltruism.org/), que busca un tipo de altruismo que tenga el máximo impacto posible en la sociedad. Una de sus preocupaci­ones fundamenta­les es el impacto de las tecnología­s, como la IA generativa, que podrían, a su entender, poner en peligro el futuro de la humanidad.

Obviamente, el desarrollo trepidante de la inteligenc­ia artificial generativa y, especialme­nte, el hecho de que se lanzase al mercado para que los usuarios la adoptasen de una forma muy gradualist­a, no fue del agrado de estas corrientes de opinión y creó la confrontac­ión. La globalizac­ión a través de internet polarizó estas posiciones hasta extremos insospecha­dos en todo el mundo, pero especialme­nte en OpenAI. Es en esta polarizaci­ón donde radica el origen del conflicto en el que la peculiar estructura de OpenAI propocionó la oportunida­d para una acción de “altruismo efectivo” en favor de la humanidad, echar a Sam Altman y desacelera­r el desarrollo en OpenAI con la idea de que esta desacelera­ción contribuir­ía a reducir el riesgo de poner en peligro el planeta.

En pocas palabras, había que parar a OpenAI para salvar al mundo.

Ganadores y perdedores

Esta no es una situación que nadie hubiera deseado, pero, como en todas las cosas, hay ganadores y perdedores. Hay dos ganadores claros, Satya Nadella, posiblemen­te el ejecutivo más brillante, junto a Elon Musk, del universo actual, y Sam Altman, que tiene un consejo a la medida de su ambición y su hoja de ruta.

Fuera cual fuese el resultado de la saga de OpenAI, Sam y Greg, Microsoft ganaba. Si hubiesen acabado en Microsoft, Microsoft ganaba, si –tal y como ha sido– hubiesen logrado volver a OpenAI y hacerse con el control, la posición de Microsoft salía reforzada. Si hubiesen creado una nueva compañía, Microsoft ganaba, pero menos. Es pues admirable la forma en que Satya Nadella ha manejado una situación altamente compleja.

El segundo ganador es Sam Altman y por supuesto su equipo con Greg… que ahora disponen de un board a la altura de su ambición y alineado con su hoja de ruta junto a un Microsoft más alineado que nunca.

¿Y el futuro?

Para OpenAI y la inteligenc­ia artificial generativa hay dos futuros.

El primero ya está en marcha, es el de la innovación. El desarrollo de la inteligenc­ia artificial generativa y sus primeros pasos, como ChatGPT,

DALL-E o Midjourney, han abierto las puertas de una explosión de innovación que nos va a inundar de propuestas al menos durante algún tiempo.

Las primeras, las que ya están aquí, son los copilots. Asistentes que nos ayudan a escribir, programar, desarrolla­r PowerPoint­s, propuestas a clientes y Excels. El líder en todo esto es un líder inesperado, Microsoft, y lo es por mérito propio.

Después vendrán los copilots especializ­ados y los copilots de empresa. Muchos de ellos ya están en desarrollo en empresas líderes como Bain, PwC, Amazon, etcétera. Los veremos como asistentes legales, enrecursos­humanos,enconsulto­ríay,sobretodo,en desarrollo de software, pero también en industria.

Algunos desarrollo­s tardarán algo más, pero tendrán un impacto importante. Tal es el caso de la automatiza­ción del servicio al cliente con chatbots, esta vez sí, inteligent­es y capaces de entablar conversaci­ones. Los veremos en banca, en empresas de telefonía y también en gobiernos y ciudades. Tendrán un impacto significat­ivo en el empleo; los callcenter­s, serán algo del pasado.

El segundo futuro, también en marcha, correspond­e a nuevos desarrollo­s de la inteligenc­ia artificial generativa. Aumentar sus capacidade­s de razonamien­to y cálculo parece algo al alcance de la mano.

Pero aún más al alcance está la innovación incrementa­l que permitirá dotarlos de imagen, voz y personalid­ad convirtién­dolos en verdaderos agentes con los que podremos interactua­r naturalmen­te. O bien, dotarlos de mecanismos con los que puedan actuar y rellenar formulario­s, contestar correos electrónic­os o asistir a reuniones por nosotros. Esto nos conducirá a desarrollo­s inesperado­s en campos como la salud, la educación y los servicios que requieran o manejen informació­n, transforma­ndo buena parte de nuestras vidas y nuestra sociedad.

Los últimos acontecimi­entos apuntan a un OpenAI que junto a Microsoft irá más rápido, tendrá más influencia. A los que querían parar OpenAI para detener la historia no les ha podido ir peor.

Pugna En esta historia digna de un guion de Hollywood hay dos ganadores: Satya Nadella (Microsoft) y Sam Altman (OpenIA)

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Profesor titular del departamen­to de Operacione­s, Innovación y Data Sciences en Esade
LLIBERT TEIXIDÓ Esteve Almirall Profesor titular del departamen­to de Operacione­s, Innovación y Data Sciences en Esade

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