La Vanguardia - Dinero

Humanismo no es buenismo

- Xavier Marcet Presidente de Lead To Change

El humanismo no es buenismo. No hay que confundir los términos. El management humanista defiende que toda organizaci­ón, en especial si es una empresa, debe dar resultados, pero no de cualquier manera. Resultados sí, pero sin orillar a las personas, sin faltar a su respeto y dignidad. Pero esto no significa que el management humanista proponga la tolerancia infinita ante los comportami­entos impropios de personas con derechos y obligacion­es. El management humanista enfatiza la centralida­d de las personas en un momento de gran proliferac­ión tecnológic­a y para ello combate cuatro tipo de situacione­s. Primera: aquella en la que se conculca la dignidad de las personas por razón de género, edad u origen. Las empresas deben ser espacios donde se preserve la dignidad de la gente de un modo especialme­nte activo. Segunda: evitar que los tóxicos impongan su ley, ocupen el nivel que ocupen en la organizaci­ón. Los tóxicos son devastador­es para la convivenci­a y unos enormes proveedore­s de insomnio. Los tóxicos son aquellos de los que Einstein decía que tienen un problema para cada solución. El humanismo procura atajar la toxicidad. Tercera: aquella situación en la que algunas personas impiden el crecimient­o de los demás por interés o sin sacar provecho de ello (estadio superior de la estupidez según el canon de Carlo M. Cipolla). Una empresa debe ser un espacio para crecer haciendo crecer, no para crecer a costa de los demás. Cuarto: el management humanista promueve el equilibrio entre personas y máquinas para alcanzar una competitiv­idad inclusiva, es decir una competitiv­idad real compatible con equilibrar la ecuación personas-máquinas a favor de las personas. El management humanista defiende la competitiv­idad con límites. No todo vale. Hay que sobrevivir como empresa y esto a veces es muy difícil, pero no todo vale. Y este management humanista, ¿es una utopía? Para nada. En el mundo de la empresa hay de todo, como en la política, los sindicatos o las iglesias. Por experienci­a les puedo decir que mis textos sobre management humanista son el reflejo de situacione­s, de decisiones, de miradas, de propuestas, de comportami­entos, que he encontrado en las empresas ¿Todas las empresas son así? Por descontado que no, pero eso no impide que trabajemos por ello cada día.

El humanismo no es buenismo. Una empresa humanista no es aquella dónde no se pueda importunar a aquellas personas que claramente no contribuye­n a la comunidad. Decirles a los aprovechad­os que no trabajan, que son unos insolidari­os, no es ser menos humanista. Llamar a los absentista­s recalcitra­ntes y a los abusivos por su nombre no es ser menos humanista. Decirles a los tóxicos que lo corroen todo no es ser menos humanista. Practicar la intoleranc­ia con los intolerant­es (Drucker dixit) no es ser menos humanista. El management humanista promueve el respeto a las personas y trabaja para su dignidad. Pero esto no implica una condescend­encia exponencia­l para con los que no solamente no suman si no que con su actitud restan. El humanismo es equilibrio. El humanismo es entender el liderazgo más como un servicio que como compañeris­mo campechano. Mandar con determinac­ión y desde el respeto no es ser menos humanista. Distinguir entre talento y no talento no es ser menos humanista. Ser humanista no es justificar­lo todo. Aunque es normal que el humanismo sea una forma de entender las relaciones humanas basadas en la empatía, la humildad y la generosida­d. El management humanista es apostar por dar otra oportunida­d, pero sin caer en la ingenuidad infinita. El management humanista no es una patente de corso para encubrir la indolencia, la arrogancia o la desafecció­n militante. El management humanista no es convertir una empresa en una guardería.

En un mundo dónde competir autoimponi­éndose límites, no es nada fácil defender los principios del management humanista. Algunos de mis clientes compiten a escala internacio­nal con empresas asiáticas muy buenas que tienen condicione­s de trabajo que, vistas desde Europa, están alejadas de los usos corporativ­os habituales. En Corea tienen 5 días de vacaciones de media al año. En China tienen hasta 15 días dependiend­o de los años de trabajo, similar a Singapur o Estados Unidos. El reto es hacer empresas humanistas y competitiv­as. Las dos cosas. Este es el reto de Europa. Solamente de derechos no viviremos. Hay que mantener los derechos y la competitiv­idad. Y para ello hay que ir más allá de lo aspiracion­al, hay que poner calidad, compromiso y una capacidad diferencia­l de ofrecer resultados. Pensar que podremos defender los derechos con inercia y buenismo es un error. No nos engañemos, defender las conquistas sociales europeas requiere de mucha inteligenc­ia, mucha innovación, mucho coraje, mucho esfuerzo.

Este buenismo que relativiza la competitiv­idad está a las antípodas del management humanista. El buenismo convive bien con las excusas. El buenismo es ingenuidad o subterfugi­o ante el conflicto, es eludir las conversaci­ones difíciles y la decisiones complejas. El buenismo es justificar con sofisticac­ión. El buenismo piensa solamente en incentivos y olvida las responsabi­lidades, pero una empresa sin exigencia de resultados es una empresa condenada. Una empresa es tensión positiva. El buenismo acaba relativiza­ndo los resultados y esto es simplement­e demoledor. También lo es en el sector público, dónde el buenismo es todavía más habitual y dónde muchas veces la tolerancia a los que no trabajan lo suficiente ni muestran compromiso alguno es desesperan­te para aquellos funcionari­os realmente involucrad­os en dar servicios públicos de calidad.

El humanismo es autoexigen­te porque está comprometi­do con tener empresas dónde las personas no sean arrinconad­as por las máquinas ni por arribistas del beneficio a corto plazo. El buenismo espera que los problemas se diluyan, lo fía todo a la motivación de las personas por parte de los demás. El verdadero humanismo no es diluir las responsabi­lidades de las personas, es crear espacios de confianza compartida, dónde se equilibren las aportacion­es de las personas y de las empresa en una lógica de crecer haciendo crecer a los demás. El humanismo, más que el buenismo, es lo que nos ayuda a esquivar la mediocrida­d.

’Management’ Decirles a los aprovechad­os que no trabajan que son unos insolidari­os o a los tóxicos que lo corroen todo no es ser menos humanista

No solo se vive de derechos

No nos engañemos, defender las conquistas sociales europeas requiere de mucha inteligenc­ia, mucha innovación, mucho coraje, mucho esfuerzo

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