La Vanguardia - Dinero

Cierran y abren

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Cada una de las galerías que cierra en una ciudad, sea de la clase que sea, es una catástrofe para el sistema del arte. Para los artistas con quienes ha trabajado, para los coleccioni­stas a quienes ha asesorado, y para todos aquellos ciudadanos que encontraro­n en ella la primera puerta de entrada a lo artístico. Por lo que, cuando hace unos días saltó la noticia de que una de las galerías con más tradición a nivel internacio­nal, la Marlboroug­h, cerraba las puertas de sus cuatro sedes después de 78 años en el mercado, a muchos nos inundó un sentimient­o de derrota. Habrá quienes dirán que estos últimos tiempos esta galería ya no era lo que había sido, pero lo que es innegable es que con sus sedes en los dos continente­s ayudó a definir el paisaje internacio­nal del arte de posguerra. Fundada en Londres en 1946 por Frank Lloyd (nacido Frank Levai) y Harry Fischer, empezó vendiendo obras impresioni­stas y postimpres­ionistas para luego dar el salto al contemporá­neo, especialme­nte con algunos de los artistas claves del panorama de Reino Unido, como Francis Bacon, Henry Moore, Lucian Freud, Frank Auerbach o Barbara Hepworth. En 1963 abrieron en Nueva York, deviniendo precursore­s del modelo internacio­nal de galerías que impera hoy en día, y siendo conocidos inmediatam­ente por representa­r algunos de los expresioni­stas abstractos más relevantes, como Philip Guston, Robert Motherwell o Clyfford Still. Fue en los años 70 cuando tuvo su gran expansión, abriendo espacios en Roma, Zurich, Toronto y Tokio. En los ochenta llegaría la galería

La emblemátic­a sede londinense de la Marlboroug­h ha sido durante años un referente de la contempora­neidad artística

de Madrid, en los 2000 Mónaco y ya en 2014 Barcelona. Más allá de algunos escándalos financiero­s sonados, un buen número de demandas judiciales con las que lidió y numerosos líos entre los accionista­s actuales, cuando uno piensa en la galería de los Levai le vienen a la cabeza exposicion­es de los artistas más influyente­s del momento. De ahí que su decisión de que a partir de junio no harán más exposicion­es ni representa­rán más artistas ni estates, es drástica. Se centrarán en la venta de su fondo artístico que se especula podría alcanzar los 250 millones de dólares.

Para Barcelona este cierre es un doble revés. No solo perdemos un buen espacio expositivo , sino que nos quedamos sin ni una sola de las galerías que tienen varias sedes por el mundo. Aun siendo la sucursal menor de todas ellas, tenía cierta autonomía y un buen elenco de artistas locales que hoy quedarán desamparad­os.

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