El BCE bajará tipos en junio
Esta misma semana, el Banco Central Europeo se reunía para cumplir con un guion largamente esperado. Y es que, por quinta reunión consecutiva, no anunció cambios en las tres referencias manejadas por el organismo –el tipo de interés principal, la facilidad marginal de crédito y la tasa de depósito, esta última en el 4%– mientras que, en el discurso posterior, Christine Lagarde avanzaba señales de cambio para un primer recorte de tipos en junio.
Con todo, y pese a que la prolongación de la restricción monetaria era exactamente lo previsto en abril, la presión ejercida sobre el BCE avanza de forma notable, a un doble nivel. El primero y más importante gira en torno a la inflación, teniendo en cuenta que el objetivo del BCE es el de velar por la estabilidad de precios.
En este sentido, el IPC en la eurozona prolongaba su descenso hasta situarse en el +2,4% interanual en marzo frente al +2,6% de febrero. Retroceso mayor de lo esperado y lectura más baja desde julio del 2021, ya muy lejos del +10,6% visto en octubre del 2022. La misma senda resultó para la lectura subyacente –excluye energía y alimentos frescos–, desde el +3,1% hasta el +2,9%. Estas cifras se sumaban a los buenos datos de Francia y Alemania, si bien el incremento del precio del crudo en lo que va de año (+15%) seguirá siendo objetivo de escrutinio.
La presión también acecha por el lado del crecimiento, y es que la eurozona afronta el año 2024 estancada, en buena medida por la industrializada Europa del Norte, y coqueteando con la recesión. El último aviso llegaba a través del informe trimestral de los bancos de la eurozona, que reportaba una caída “sustancial” esperada de la demanda de préstamos corporativos. Caída que implica menores planes de inversión y que dificulta, en definitiva, que la economía de la región pueda reponerse del actual estancamiento –PIB cuarto trimestre, +0,1% interanual–.
Pero el BCE sigue sin tenerlas todas consigo y ha dejado claro que la incertidumbre en torno a la rigidez asociada a la inflación de servicios, +3,9% interanual en su última lectura, y el crecimiento de los salarios siguen vigentes, y necesitarán algún dato más antes de dar luz verde al cambio de rumbo. Es precisamente la serie de salarios, que se conocerá en unas semanas y que parte del +3,8% intertrimestral anualizado en el cuarto trimestre del 2023 la que podrá tener la llave en la decisión.
En definitiva, y tras dos años y medio por encima del 2% objetivo del Banco Central Europeo, la inflación se modera con firmeza, aunque los obstáculos persisten. La reunión sin duda ha cubierto el expediente, pero la autoridad monetaria europea se juega la credibilidad en su objetivo de control de precios, y ahora más que nunca no quiere dar ningún paso en falso. Junio puede ser el principio del fin, aunque dada la resiliencia económica global, un ciclo de rebajas de los tipos de interés lento y no consecutivo es el escenario más plausible.
De momento, el dato de precios conocido esta misma semana en EE.UU. resta presión a la Fed para recortar su tasa, pero pone en un brete al BCE, ante el riesgo de provocar un retroceso importante de su moneda. Sí, se ha comunicado de forma directa la posibilidad de relajar la política monetaria, pero solo cuando se tenga la confianza suficiente. La presión está definitivamente en nuestro lado.