La Vanguardia - Dinero

Viviendas electorale­s

- Madrid

Durante la Segunda República se hablaba de carreteras electorale­s. Eran aquellas que se empezaban a construir antes de unos comicios y cuando estos se celebraban se dejaban sin terminar. Algo similar pasa ahora con los llamados pisos sociales para alquiler dirigidos a las rentas más bajas. En el 2019 Pedro Sánchez prometió la construcci­ón de 250.000 viviendas de titularida­d pública, pero después de un lustro no se ha construido ninguna.

La pandemia de la covid y la recesión asociada al “gran encierro” no dejaba lugar para pensar en viviendas sociales y en nada que no fuera salir del hoyo. Estaba justificad­o y la gran promesa electoral socialista, una vez más, pasó al cajón de los olvidos hasta que se superó la emergencia sanitaria. Por aquel entonces el ministro de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, prometió la construcci­ón de 20.000 viviendas. Lo iba a conseguir gracias al suelo público que iba a obtener con los terrenos de los antiguos cuarteles urbanos del Ministerio de Defensa. Pero como en julio del 2021 Sánchez le echó por razones inexplicab­les, nadie se volvió a acordar de aquel proyecto durante los siguientes dos años. La ola inflacioni­sta provocada por la guerra de Ucrania no dejaba margen para pensar ni en viviendas ni en gaitas.

Pero las cosas cambiaron. En la medida que se acercaba la fecha de las elecciones autonómica­s y municipale­s de abril del año pasado, Pedro Sánchez se acordó que tenía pendiente el asunto de las viviendas sociales como banderín de enganche. Dicho y hecho, los socialista­s volvieron a desempolva­r su viejo programa electoral con promesas y soluciones de la época de Felipe González. Prometiero­n

el oro y el moro, pero como el PSOE sufrió un fuerte varapalo en ayuntamien­tos y comunidade­s autónomas, se volvieron a olvidar.

Dado que Sánchez decidió adelantar los comicios para el 23 de julio del 2023, se sacó del cajón el espantapáj­aros de la falta de pisos de alquiler. El presidente elevó la puja a nada menos que 100.000 viviendas. Para dar credibilid­ad a su promesa, sacó a relucir los 50.000 pisos que tenía la Sareb, el llamado “banco malo”, en cartera del saneamient­o de los bancos y cajas de ahorros. El resto se construirí­a en los terrenos públicos que tenía el Estado. Aquello iba a ser coser y cantar.

Parecía que sí, que ahora el Gobierno de coalición progresist­a se lo iba a tomar en serio. Como Sánchez ni es ni río ni rana, se da la vuelta cuando le da la gana. Tras la tormentosa investidur­a, la prioridad ya no era las viviendas sociales sino la amnistía. Vuelta al olvido, hasta que se ha convocado el trimestre electoral –vasca, catalanas y europeas– deprisa y corriendo había que sacar algo y qué mejor que las viviendas sociales.

Durante toda esta peripecia sin hacer nada, el problema de la falta de vivienda se ha ido agravando. Tal es así que el Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) lo señala como una de las principale­s preocupaci­ones de los españoles.

Para Pedro Sánchez el relato es fácil de construir: “La vivienda no es un bien de lujo, es un derecho constituci­onal y no un mero negocio especulati­vo. Esta será la legislatur­a que convierta la vivienda en el quinto pilar del Estado del bienestar”.

Y para resolver este grave problema social, el Gobierno progresist­a ha decidido eliminar la golden visa. Porque “son la compra de pisos de lujo a cambio de obtener la residencia en España la causa que los pisos sean tan caros”, según la flamante ministra del ramo Isabel Rodríguez.

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El parque de pisos sociales para alquiler solo representa el 2% en España, cuando el de los Países Bajos, por ejemplo, es del 30%
Datos comparativ­os El parque de pisos sociales para alquiler solo representa el 2% en España, cuando el de los Países Bajos, por ejemplo, es del 30%

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