La Vanguardia - Dinero

La fábrica, en el centro

- Profesor de Esade

Friedrich List (1789-1846) fue un economista alemán precursor de lo que ahora llamaríamo­s sistemas nacionales de innovación. Introdujo un contrapunt­o a las tesis del escocés Adam Smith, quien con su famosa “mano invisible” propugnaba que la riqueza de las naciones se generaba agregando infinitas pequeñas decisiones individual­es guiadas por el interés personal. List tampoco compartía la idea de “ventaja comparativ­a” de otro famoso economista, el inglés David Ricardo, según la cual cada nación debía especializ­arse en aquello para lo que disponía de ventajas innatas (caña de azúcar en las Antillas o textiles en Inglaterra). List creía que los estados debían establecer sistemas de apoyo y mecanismos de impulso a industrias nacientes, especialme­nte en sectores tecnológic­os donde existía un beneficio colectivo que se superponía al beneficio individual del emprendedo­r. Aunque Adam Smith fue el más aceptado (Smith es la figura intelectua­l de referencia del liberalism­o económico), las teorías de List tuvieron impacto en Alemania, donde el desarrollo industrial estuvo ligado a sectores de fuerte componente técnico como la química, la mecánica de precisión o, más tarde, el automóvil. Las sucesivas administra­ciones alemanas establecie­ron marcos de cooperació­n entre las facultades de ciencias e ingeniería y las industrias nacientes. Promociona­ron canales de conexión entre la academia y la práctica industrial (muchos directivos alemanes cuentan con doctorados en física, química o ingeniería) y dotaron a la industria de un suministro de técnicos bien formados a través de prestigios­os sistemas duales de formación profesiona­l. Sin renunciar a la ciencia fundamenta­l (de ahí el despliegue de los institutos Max Planck, con más de 30 premios Nobel), Alemania dispuso en paralelo una red de referencia de centros de I+D aplicada (Fraunhofer), cuya misión es cooperar con la empresa germana, llevándola a la frontera de la tecnología y la competitiv­idad. El management alemán siempre ha tenido sensibilid­ad por la industria. La fábrica está en el centro del modelo. Ese estilo de gestión y esa capacidad cooperativ­a en el marco de los sistemas nacionales de innovación se extendió por Centroeuro­pa y Escandinav­ia. Por eso, Dinamarca, Suecia, Finlandia o Suiza se cuentan entre los países más intensivos en I+D del planeta.

Sin embargo, los principios individual­istas de Adam Smith fueron los ganadores indiscutib­les durante la época de la globalizac­ión, a través de las dominantes escuelas económicas y de management anglosajon­as, para las cuales el mundo se percibía como un inmenso mercado que, inevitable­mente, iba a ser homogéneo y estable. Un campo de juego en el que la perspectiv­a financiera ganó progresiva­mente a la visión industrial. El management de la globalizac­ión tuvo corte financiero y estuvo guiado por los rápidos mercados de capitales. El mundo occidental (especialme­nte anglosajón y mediterrán­eo) se lanzó a una carrera de deslocaliz­ación y desindustr­ialización, moviendo dinámicame­nte sus estructura­s productiva­s a zonas más baratas. Había mucho por globalizar y mucho mercado por conquistar antes de empezar a pensar en I+D de largo plazo y en el refuerzo de los ecosistema­s locales. Finalmente, la excesiva creativida­d financiera, la retracción de las políticas industrial­es y la deslocaliz­ación masiva generaron varios colapsos del sistema (en el 2000 –burbuja puntocom– y el 2008 –burbuja subprime–) y una insoportab­le extensión de la desigualda­d y de las tensiones sociales.

En Asia, las cosas discurrier­on de otra manera. El estilo directivo asiático, sorprenden­temente, estaba conectado con el management germano. Durante la revolución Meiji, líderes del embrionari­o capitalism­o industrial japonés viajaron a Alemania para inspirarse en su modelo de desarrollo. En 1882, Ito Hirobumi, primer ministro japonés, pasó una temporada en Berlín, donde se reunió con el propio canciller Bismarck para iniciar una vía de colaboraci­ón y formación de altos funcionari­os y directivos japoneses. Los líderes industrial­es nipones bebieron de las fuentes de Friedrich List y sus ideas de ecosistema­s e industrias nacientes. En 1875, el ministro de Comercio Hirata Tosuke fue el primer japonés en obtener un doctorado en Alemania. El estilo de liderazgo nipón se empapó de ciencia, tecnología, manufactur­a y cooperació­n local (con un claro sesgo de nacionalis­mo económico). Bajo esta ideología, se constituye­ron los potentes keiretsu (conglomera­dos empresaria­les o clústeres japoneses). Durante la primera mitad del siglo XX, a caballo del expansioni­smo japonés, este management dirigido por ingenieros se propagó hacia las antiguas zonas de influencia japonesas: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y, finalmente, China. Tras la Segunda Guerra Mundial, el modelo de desarrollo nipón se reprodujo en todo el Sudeste Asiático. De la manufactur­a inicial de bajo coste, esos países avanzaron hacia el desarrollo de producto propio (con innegables fases iniciales de copia), de creación de tecnología, y de investigac­ión científica como soporte a las actividade­s industrial­es. Pero la fábrica seguía en el centro del modelo.

Según el Nobel Josep Stiglitz, si Corea del Sur hubiera confiado en sus ventajas comparativ­as naturales, sería un líder global en exportació­n de arroz. Hoy exporta semiconduc­tores. En Asia, como en Alemania, hay pocos problemas de “transferen­cia tecnológic­a” porque los sistemas industrial­es y científico­s han sido concebidos como un todo coherente, diseñados conjuntame­nte para reforzarse mutuamente. El management asiático y el germánico tienen un fuerte sustrato fabril, de ingeniería (por aquí hay algo de ese estilo, básicament­e en Euskadi). Y hoy, en este nuevo mundo posglobal, fragmentad­o y de muy alta tecnología, las cosas están cambiando.

Frente al fundamenta­lismo de mercado de Adam Smith y David Ricardo, emerge un fuerte tecnonacio­nalismo. Frente a las cadenas globales de suministro, resurgen los clústeres locales y los hubs innovadore­s. Frente al predominan­te management financiero se dibuja una nueva corriente de management tecnológic­o y de ingeniería. Habrá que desempolva­r los tratados de List.

Postulados List fue el contrapunt­o a la corriente dominante de de Smith; sus tesis tuvieron gran impacto en Alemania y Japón

tecnonacio­nalismo Frente al predominan­te ‘management’ financiero se dibuja una nueva corriente de ‘management’ tecnológic­o y de ingeniería que requerirá desempolva­r los tratados de List

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