Gingrich califica de “destructivos y viciosos” a los medios informativos
El político republicano ataca a la prensa por recordar su historial de adulterio
Hay algo que molesta a la derecha conservadora de Estados Unidos más que los atentados contra la moral tradicional: la petulancia de los grandes medios de comunicación, la sensación de que miran al resto de los mortales por encima del hombro.
Newt Gingrich, el ex presidente de la Cámara de Representantes que ahora aspira a la Casa Blanca, lo sabe. Sabe pulsar las teclar para movilizar a este grupo de votantes. El jueves, en el último debate antes de la elección primaria en Carolina del Sur, que se celebra hoy, lo demostró.
Horas antes, la cadena ABC había difundido un extracto de una entrevista con Marianne, su segunda esposa. La mujer explicaba que en 1999, cuando descubrió que Gingrich mantenía un romance con Callista, su esposa actual, él le ofreció mantener lo que ella llama “un matrimonio abierto”. La entrevista amenazaba con frenar la subida de Gingrich en los sondeos en Carolina del Sur, donde el votante religioso suele ser decisivo.
El moderador de la CNN, John King, abrió el debate preguntando a Gingrich por las revelaciones. La respuesta fue explosiva.
“Creo que la naturaleza destructiva, viciosa, negativa de gran parte de los medios de información complica la tarea de gobernar este país, hace que sea más difícil que las personas decentes quieran presentarse a cargos públicos. Y me horroriza que empieces un debate presidencial con un tema como este”, dijo.
“¿No tiene nada más que decir, señor?”, preguntó King.
“Déjame acabar –replicó–. Todos los presentes saben lo que es pasar por situaciones dolorosas. Todos los presentes conocen a alguien que ha pasado por situaciones dolorosas. Usar a una ex esposa y convertirla en tema de campaña dos días antes de la primaria es casi lo más despreciable que puedo imaginar”.
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Gingrich aseguró después que “la historia es falsa” y dijo estar “harto de los medios de élite que para proteger a Obama atacan a los republicanos”. La respuesta mereció una ovación prolongada del público que asistía el debate. Algunos se pusieron en pie.
Está por ver qué efectos tendrán las revelaciones en los votantes. Pero Gingrich, que lideraba a los republicanos en los años de acoso al presidente Bill Clinton por sus escándalos sexuales, ha logrado dar la vuelta a una situación adversa.
Si a esto se añaden las respuestas esquivas de Mitt Romney –el favorito para la nominación republicana a las presidenciales de noviembre, sobre su fortuna– es innegable que el paisaje ha cambiado. Los aplausos a Gingrich tras su andanada contra los medios de comunicación contrastaron con el abucheo que Romney reci- bió cuando se resistió a comprometerse a hacer pública su declaración de la renta.
La semana pasada Romney –ex gobernador de Massachusetts, multimillonario y mormón– daba casi por segura una victoria en Carolina de Sur que casi habría sentenciado la nominación. Ahora algunos sondeos sitúan a Gingrich con opciones de ganar en Carolina de Sur.
Una victoria allí le permitiría postularse como líder del ala conservadora del partido que recela de Romney, por su pasado moderado y su talante tecnocrático.
En los sondeos que recogen tendencias nacionales la distancia se acorta. Hace una semana, la ventaja de Romney sobre Gingrich era de 24 puntos, según Gallup. Ahora se ha reducido a 10.
“Los sondeos cambian siempre. No hay que mirarlos”, aconsejaba hace unos días Jackie Gingrich Cushman, una de las hijas del candidato, al concluir un mitin en Nuevo Hampshire. Por entonces su padre parecía descartado en la carrera. ¿Preocupada por los ataques personales? “Mi hermana y yo crecimos con ellos. Intentamos ignorarlos”.
Gingrich sube. Romney pierde impulso. La batalla de las primarias, que parecía a punto de resolverse, vuelve a estar abierta.