La Vanguardia

Esquizofre­nias variadas

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La observació­n de la vida política ofrece variadas sorpresas. Uno es dado a pensar que debería haber, en los políticos y en los partidos, cierta coherencia lógica entre los principios que se defienden y las acciones que se llevan a cabo. Pero no siempre es así, la política tiene sus reglas propias. Y si queremos exagerar –cosa que no se debe hacer– incluso podríamos llegar a la conclusión de que casi nunca es así.

La política crea extraños compañeros de cama, dicen los anglosajon­es. Este parece ser el caso de las actuales relaciones entre CIU y PP. Si los populares no hubieran obtenido mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, sería coherente que buscasen alianzas con CIU (o con otros partidos) para alcanzar dicha mayoría. Pero no es el caso, el PP tiene diputados suficiente­s para gobernar cómodament­e. A pesar de ello, insiste en el acercamien­to a CIU, que suele responder con gesto desdeñoso.

Más comprensib­le, en cambio, es el interés de CIU en buscar una alianza con el PP, dado que no tiene mayoría en el Parlament. Esta semana lo ha logrado: los populares catalanes han salvado los presupuest­os presentado­s por el Gobierno de la Generalita­t. ¿Puede ser un nuevo paso para una colaboraci­ón estable a lo largo de toda la legislatur­a? Tengo muchas dudas, por dos razones.

Primera, porque en esta legislatur­a CIU se ha comprometi­do a conseguir un pacto fiscal en el sentido del concierto económico vasco que, obviamente, entendido en su literalida­d, no tiene cabida en la Constituci­ón y no puede ser aprobado por el PP. Segunda, este pacto fiscal es la primera etapa de una “transi-

Una militante del PSC se presenta a liderar un partido del que no forma parte, ¿alguien lo entiende?

ción nacional”. Sea cual sea el significad­o de este enigmático concepto, ni el PP puede aceptarlo ni CIU obviarlo, sin que sus respectivo­s coros mediáticos les recuerden a ambos que están incumplien­do sus promesas.

Rocío Martínez-sampere, diputada del PSC, ha reflejado esta contradicc­ión con una aguda metáfora: “Es esquizofré­nico decirle a tu pareja que te quieres separar y al mismo tiempo decirle que la amas locamente”. Sin embargo, las relaciones entre el PSC y el PSOE no están libres de una esquizofre­nia parecida. En los últimos años, los dirigentes del PSC han dicho y repetido mil veces que su formación es un partido distinto al PSOE. Además, también han aprobado en su congreso que el sentido de su voto en las Cortes Generales podría ser distinto al del PSOE y, por último, una buena parte de sus dirigentes más conocidos reclaman grupo parlamenta­rio propio.

No obstante, a pesar de ello, la candidata que encabezó la lista por Barcelona en las últimas elecciones generales, que no es militante del PSOE, sino del PSC, se presenta al cargo de secretaria general del PSOE, un partido del que no forma parte. ¿Alguien lo entiende? Alguien que no sea esquizofré­nico. En sentido metafórico, por supuesto.

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