Autoridad un poco alocada
Qma, como hacía Zapatero. Hace nada martirizaron a Rubalcaba por proponer una moratoria de dos años para nivelar las cuentas; ahora es Cristóbal Montoro quien pide tiempo y espacio para relanzar la economía. Hasta el 20-N soñaban con que su llegada al poder traería una oleada de optimismo; hoy tienen que escuchar como Aznar saca su aguijón para pedirles que no pierdan la confianza social. uizá nos hemos equivocado en el orden”, me confesaba con amargura un dirigente del PP. ¿En qué orden?, pregunté. “En el orden de prioridades: nos hemos precipitado a subir los impuestos, y lo que el ciudadano esperaba eran estímulos para el crecimiento”. El alto dirigente acababa de recibir las previsiones del FMI, que anuncia una fuerte recesión para este año, sin posibilidad de recuperación hasta el 2014. “Estos informes –lamentó– no ayudan nada a la recuperación de la confianza. Al revés, deterioran la fe que la sociedad había puesto en el nuevo Gobierno”. Quise saber si este país podría resistir la cantidad de parados que inevitablemente va a producir la caída de la actividad, y sólo pude escuchar un deseo que sonaba como un lamento: “Esperemos que el FMI se haya vuelto a equivocar”.
Es el estado de la nación al final de la semana de Garzón, de las autonomías y del todos a la cárcel de Montoro. Es como si nos hubieran alargado el túnel y su oscuridad. Y lo que son las cosas: ¡qué diferencia entre el PP de la oposición y el que gobierna! Hace un año hubieran usado las profecías de los organismos internacionales como un ejemplar de la Biblia para lanzarla sobre Zapatero; hoy, les falta un minuto para tachar de poco patriotas a los que dibujan un negro panora-
¿Existe ese riesgo? ¡Por Dios, señor Aznar, que acaban de empezar! ¡Si todavía estamos en la fase de la difícil situación heredada! ¡No se ponga usted como Felipe ante Zapatero! Todavía estamos en el periodo de los errores de principiante: Guindos, que habla de control previo de las autonomías; Montoro, que calcula mal el eco de sus palabras, siembra el pánico con sus dudas sobre el déficit y obliga al Gobierno a rectificarlo: algún día aprenderán que un ministro no puede hablar fuera de guión. Pecados veniales. Si algo serio se le puede achacar a este Gobierno es lo apuntado por mi interlocutor: que se equivocó de orden, se puso a mandar y empieza a disparar como una ametralladora.
El mejor ejemplo de autoridad un poco alocada está en la idea de exigir responsabilidades penales a quien gaste más de lo presupuestado, lo cual significa que todos los gobernantes de este país han delinquido. Y encima, algunos, como Monago, pretenden que sea con efectos retroactivos. Les ha dado tal ataque de fundamentalismo de los números, que espero que no se contagie a las reformas que ultiman. Y lo peor es que mucha opinión pública aplaude, como si tuviera ansia de ver a muchos en la cárcel. Todos estamos algo de los nervios. Habrá que poner en la puerta del Consejo de Ministros un letrero que diga: “Sosegaos”.