Feliz regreso de un histórico
En el fondo soy un romántico y me justifico, pero si lo hubiera invertido en negocios sería un millonario. No podía hacer nada más. Todavía hoy necesito remover pintura, tener un bote de pintura cerca, atacar papeles. Es una cosa física, y si no lo puedo hacer me pongo nervioso”, le cuenta Romà Vallès, 88 años, a Glòria Bosch en el catálogo de la exposición Memòria, que la directora de la Fundació Vila Casas ha comisariado en el Espai Volart 2 junto al tam- bién historiador y crítico de arte Ricard Planas.
Memòria, la exposición, tiene algo de recuperación y de reconocimiento a un histórico del informalismo, un artista que ocupó un lugar central en la escena catalana desde mediados de los cincuenta hasta mediados de los setenta (Perucho, Cirici, Cirlot o Corredor-matheos le dedicaron numerosos textos y críticas elogiosas) pero, como tantos otros, cayó en el ostracismo con la llegada de la democracia. “Cuando se repasa el grupo del grupo de las vanguardias de Barcelona se cita a Tàpies y a cuatro más, pero eso no hace justicia a la verdad. Éramos muchos más”, protesta Romà Vallès, que continúa felizmente activo. “Nunca he dejado de pintar”, remarca, aunque en los últimos tiempos su obra se haya desplegado casi de forma exclusiva en diferentes museos y centros de Aragón.
Pese a que no tiene pretensiones de retrospectiva, la muestra abarca buena parte de su trayectoria a través de una de las técnicas que más ha cultivado, el collage, con obras realizadas en los últimos años, como dos imponentes autorretratos o la serie de homenajes a grandes de la historia del arte que le han marcado en su trabajo, desde Leonardo a Durero, pasando por Picasso.