Hungría claudica y se pliega al FMI y la UE para lograr otro préstamo
Los inversores recelan del Gobierno de Orbán, que necesita 15.000 millones más
El Gobierno húngaro, asfixiado por los mercados y la presión internacional, confirmó ayer a la Comisión Europea su voluntad de dar marcha atrás en algunas de sus polémicas reformas legales. “Hay luz al final del túnel”, aseguró en Bruselas el ministro húngaro Tamas Fellegi, tras reunirse con Olli Rehn, comisario de Asuntos Económicos. “No hay ninguna cuestión que pueda bloquear el inicio de las negociaciones” para un nuevo préstamo de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La Comisión Europea agradeció el cambio de actitud del Gobierno húngaro, pero le reclamó que “esas promesas sean trasladadas a medidas y resultados concretos” para retomar las negociaciones. Los mercados financieros han dado la espalda al país en reacción a la heterodoxa política económica del Gobierno de Vik- tor Orbán, de signo conservador nacionalista, quien insiste en que necesita el préstamo como mera “red de seguridad” para recuperar la confianza, pero no por problemas de solvencia.
Pero con los inversores pidiendo un 11% de interés por comprar sus bonos de deuda, parece difícil que el Gobierno no vaya a tener que activar el nuevo préstamo de la UE y el FMI. Su montante estaría entre 15.000 y 20.000 millones de euros.
El Gobierno húngaro se ha distinguido, entre otras cosas, por su rapidez para aprobar leyes (casi siempre sin apoyo de la oposición, valiéndose de su mayoría absoluta) y ayer Orbán anunció que pronto harán propuestas al Parlamento para modificar las leyes que han resultado ser problemáticas para la UE. Renunció explícitamente a la idea de fusionar el Banco Central de Hungría (Ma- gyar Nemzeti Bank) con el regulador financiero, una cuestión que hacía temer por la independencia de la institución.
A ojos de la Comisión Europea, hay más problemas en esa reforma. Por ejemplo, el control de las agendas del banco, el nombramiento de un vicegobernador más y la presencia del Gobierno en sus reuniones, o las aparentes trabas a la independencia del sistema judicial o la agencia de protección de datos. Pero el primer ministro húngaro dice ahora que no son asuntos cruciales.
“El peso de esas cuestiones es insignificante y me gustaría tener menos conflictos con la UE y la Comisión, así que creo que es mejor que consideremos las demandas europeas”, declaró tras reunirse con Michael Spindelegger, ministro de Exteriores de Austria, el país cuyo sector bancario está más expuesto a Hungría.
Orbán, que fue primer ministro entre 1998 y 2002, provocó un pequeño cataclismo financiero a mediados del 2010 al denunciar que las finanzas públicas del país se encontraban en mucho peor estado de lo que los socialistas habían admitido. Las cuentas de Hungría habían sido supervisadas por el FMI y la UE y finalmente no hubo grandes desviaciones, pero allanó el terreno a Fidesz –el partido de Orbán, conservador, antes liberal– para tomar medidas impopulares.
Una de sus primeras decisiones fue renunciar a los últimos tramos de la ayuda financiera internacional solicitada por el gobierno socialista dos años atrás. Las medidas de austeridad reclamadas por la UE y el FMI no encajaban con sus planes y Orbán optó por intentar salir de la crisis por sus propios medios. Pero su estrategia para estimular la demanda interna no funcionó y Budapest se ha visto obligado a volver a Washington y a Bruselas en busca de ayuda.
“El gran error de su política económica fue que al principio creyeron que impulsando la demanda interna crearían crecimiento económico”, explica Zsolt Darvas, economista del think tank Bruegel. “Es lo que buscaban bajando los impuestos, con la creación de un tipo impositivo único. Pero esas medidas costaron mucho dinero y no llevaron a ningún crecimiento significativo. En cambio, crearon un agujero presupuestario que han tratado de tapar con medidas poco convencionales, porque el Gobierno no quería aplicar demasia-
“El Gobierno está en un callejón sin salida, no tiene más remedio que dar marcha atrás” Si Budapest no toma “medidas efectivas” contra el déficit, perderá subvenciones Orbán confía en que el préstamo del FMI devuelva la confianza perdida a Hungría El Gabinete húngaro bajó impuestos para estimular la demanda, pero no funcionó
da austeridad”. En plena ofensiva por recuperar la “independencia económica” del país, el Gobierno de Orbán creó nuevos impuestos a la banca y las empresas de telecomunicaciones y energía, tres sectores controlados por empresas extranjeras. Pero la falta de liquidez y la imposibilidad de cumplir con las normas de déficit de la UE le llevaron también a nacionalizar los fondos de pensiones privados.
La medida aumentó las suspicacias de los inversores y no sirvió para impedir que la Comisión Europea, la semana pasada, avanzara un paso más en el procedimiento de infracción por déficit excesivo contra Hungría, que se expone ahora a perder subvenciones comunitarias si no toma “medidas efectivas” para corregir la desviación presupuestaria.
En respuesta a las amenazas de la Comisión, el Gobierno húngaro anunció la semana pasada el despido de 6.300 funcionarios ministeriales con el fin de cumplir el objetivo de déficit para el 2012, que se suman a los 5.500 anunciados el año pasado para intentar cuadrar las cuentas.
Pese a todo, Peter Kreko, analista de la consultora Political Capital en Budapest, considera que “la imagen de la economía húngara es peor que sus fundamentos”, debido a los “movimientos erráticos y arbitrarios” de los últimos meses. Aunque la deuda ronda el 80% del PIB, Hungría “sigue teniendo buen potencial de crecimiento”, apunta Darvas, desde el instituto Bruegel. “Lo que hace falta es una buena gestión”.
Pero sin posibilidades de financiarse en los mercados a un coste razonable, “el Gobierno se ha colocado a sí mismo en un callejón sin salida, no tiene más remedio que dar marcha atrás (en sus polémicas reformas legales) y aceptar las condiciones de la UE”, explica Kreko desde Budapest. “Sin el préstamo y aislado de Europa, no sobreviviría”. Y, como se recuerda a menudo en Budapest, Viktor Orbán aspira a ser reelegido en el 2014.