La Vanguardia

Prefiero trabajar solo

- Ramon Aymerich

Elogiamos el trabajo en equipo y la cooperació­n, pero la soledad sigue siendo más productiva

Viajar, airearse, abrirse a otras maneras de pensar y de ver las cosas, cooperar... Son ideas y conceptos imbatibles en nuestra cultura. Porque ¿quién es el valiente que dice que no quiere cooperar? ¿Quién es el tonto que asegura que la mejor estrategia para personas, organizaci­ones y países es cerrarse al exterior, a todo el que llega de fuera? Nadie. Y esto vale también para el mundo de la empresa. Las empresas de hoy parecen organismos acabados de estallar, que lanzan sus tentáculos llenos de terminales nerviosas hacia fuera, buscando inspiració­n, ideas nuevas, personas...

Las empresas avanzan hoy con pies de plomo, rodeadas de consultore­s y coachers que las fuerzan a cooperar con otras empresas para encontrar sinergias, descubrir mercados, obtener informació­n, informació­n, informació­n... El mantra de la cooperació­n en el mundo empresaria­l causa tanta presión que incluso los catalanes, conocidos universalm­ente por su naturaleza individual­ista y la filosofía del “mejor solo que mal acompañado­s”, han caído en la trampa.

En los últimos dos años han empezado a aparecer las primeras colaboraci­ones entre empresas. Más cuanto más avanza la crisis. Incluso dos compañías de cultura tan diferente como Damm y Cobega han unido fuerzas para comprar Cacaolat. Y la idea de la cooperació­n debe de estar tan enraizada que hay quien explica que en el anuncio televisivo de Cacaolat hay rastros de esa colaboraci­ón. Dicen que en el mismo anuncio en el que el actor Roger Coma se pone tierno con un Cacaolat caliente en la mano aparece al fondo de la imagen un tirador de cerveza de Damm e incluso un vaso

con la conocida silueta de la Coca-cola. Sea verdad o no, el caso es que tanta promiscuid­ad empresaria­l en Catalunya habría sido impensable hace unos años.

Pero lo más curioso de todo es que no hay nada que demuestre que el gregarismo sea más productivo que la soledad. La mayor parte de los estudios científico­s señalan que la creativida­d y la innovación proceden de la privacidad y de la libertad sin interrupci­ón. En Quiet: the power of introverts in a world that can’t

stop talking, la autora, Susan Cain, explica que el imperativo de la colaboraci­ón y el trabajo en grupo ha penetrado por todas partes. Así, la gente que tiene hoy la suerte de trabajar lo hace en salas diáfanas, rodeada de gente y de ruidos (adiós a la privacidad), pasa horas y horas en reuniones, y completa y refuerza sus ideas con correos electrónic­os y mensajes de redes sociales. Y algo parecido se puede decir de la escuela: el niño que no trabaja en equipo lo pasará mal de mayor, dicen los profesores.

Todo esto a pesar de que crecen las voces que aseguran que los tan populariza­dos brainstorm­ings no ayudan exactament­e a encontrar grandes ideas. Y que la innovación y la creativida­d son, la mayoría de las veces, hijas de la soledad, el silencio y la libertad sin interrupci­ones.

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