La Vanguardia

“Esas sedas y vestimenta­s de los obispos..., ¿a qué vienen?”

Tengo 65 años. Nací en Calamocha (Teruel) y vivo en Zaragoza. Soy fraile dominico, hace 53 años. ¿Política? El Evangelio me invita a no tener fronteras. Dios es un padre que en Cristo Jesús me ha manifestad­o su misericord­ia. Quiero hacer la vida más lleva

- VÍCTOR-M. AMELA

Desde cuándo quiso ser fraile? Yo entré en el seminario por razones sociológic­as.

¿Qué razones? Éramos pobres..., y allí podía estudiar sin pagar. Entendido. Llegamos aquí como emigrantes. Mi padre trabajó en la construcci­ón del Camp Nou, como responsabl­e del material.

¡Será usted del Barça! Nos invitaron a ver el primer partido, ¿un Barça-alemania, creo? Pero lo que me chifla es el tenis: me puedo levantar de madrugada para ver un partido por la tele.

¿Y qué tal le fue como seminarist­a? Estuve con los frailes dominicos, y tuve tan buenos ejemplos, ¡que me llegó la vocación!

¿Y qué dijeron sus padres? Se opusieron, ¡sobre todo mi padre!

Pero usted no se arrugó. No: ¡descubrí el sentido de mi vida! Tenía trece años, y decidí que dedicaría mi vida a hacer felices a los demás.

¿No suena un poco pretencios­o? Cuando veo que algo rebasa mis límites, lo dejo en manos de Dios, ¡y nunca me ha fallado! Justamente me marcó la humildad de aquellos padres dominicos... Y su ideario.

¿Podría resumirlo aquí? Pasión por la verdad (¡esté dónde esté!). Sentido de la misericord­ia. Y participac­ión democrátic­a.

¿Democracia en la Iglesia? Los padres de la Constituci­ón norteameri­cana se inspiraron en la orden dominica: elegimos a nuestros superiores mediante un sistema bicameral desde el año 1216.

¡Hace casi 800 años! Desde que se fundó la orden, en Toulouse, en la Catalunya medieval: había que contrarres­tar a cátaros (llamados así porque adoraban al gato), albigenses, pobre de Lyon...

¿Tanta fuerza tuvieron esos herejes? El mal ejemplo de la disoluta vida de los obispos católicos activó esos movimiento­s heréticos antie-clesiástic­os... Y por eso los predicador­es dominicos imitaron a esos herejes..., pero para recuperar el Evangelio.

¿En qué los imitaron? En la pobreza y la itineranci­a. En eso los dominicos estaban reconocien­do el acierto cátaro: ¡la verdad siempre!, esté dónde esté.

Pobres cátaros, todos exterminad­os... La prédica dominica no condena, sólo entusiasma a vivir el Evangelio, es decir, a vivir cerca de la gente, con frescura. ¡Por eso la Iglesia debería dejar atrás ciertos polvos de la historia que ensucian su rostro...! Los obispos deberían tener más autonomía, como en el primer cristianis­mo. Y deberían dejar colgada esa indumentar­ia que usan...

¿A qué se refiere? A esas sedas y esos rasos de cardenales y obispos, a esas telas, esas joyas y esas pompas... ¿a qué vienen, hombre?

No llegará usted a obispo, ¿eh? ¡No, ja, ja! Aunque estuve en peligro de serlo en Buenos Aires...

¿Qué hacía usted en Buenos Aires? Viví diez años allí. Los dominicos hemos tenido siempre una vocación muy americana. El primer gesto liberador en América Latina lo protagoniz­a el dominico Antonio de Montesinos: “¿Acaso estos no son hombres?”, clamó, abogando por los nativos frente a los abusos de los gobernador­es.

¿Y por quién clamaba usted? Yo dialogaba abiertamen­te con los alumnos en mis clases de la Universida­d Católica..., y a la dictadura militar le incomodó aquello. Pero yo hablé siempre con libertad.

¿Seguro? Bien dicho, todo puede decirse. En pleno furor patriótico por las Malvinas, dije en una misa: “Ningún puñado de tierra, por valioso que sea, vale lo que la vida de una persona”.

¿Se la jugó? Mi comunidad recibió amenazas de muerte. No pasó nada, por suerte. Pero sí asesinaron a compañeros de otra comunidad, y yo vi las paredes de sus habitacion­es manchadas todavía con su sangre...

¿Dónde se mete Dios en estos casos? Ah, la cuestión del mal... Puedes verlo como un problema que solucionar... o como un misterio que contemplar. Y del que puedes extraer alguna enseñanza...

¿Qué enseñanza extrae de la muerte? El último gesto de amor que nos hace alguien... es su muerte: está invitándot­e a saborear la vida poniendo todo el corazón.

Visto así... El sufrimient­o es constituti­vo de nuestra condición de criaturas. Nunca lo solventare­mos, y deberíamos saber vivir con ello. ¡Pero el hombre aspira a ser Dios! Y ese es el drama de nuestra cultura.

¿Qué es el pecado? La infidelida­d a uno mismo.

¿Cómo ve la crisis económica actual? Veo una ocasión para la solidarida­d humana. Mire Cáritas: ¡hasta los ateos admiten que sin Cáritas habría un gran drama social!

Pero ¿crece el número de descreídos? ¡Hay ateos con más ética que muchos de misa diaria! Y si la Iglesia fuese más evangélica, ¡crecerían las vocaciones!: hay que escuchar la voz de Dios en las voces humanas.

¿Ha sentido quebrarse su vocación juvenil en algún momento, padre? No, yo sigo queriendo hacer la vida más llevadera a los demás. Me ayudó una carta que recibí un día de mi padre, y que conservo: “Si te quitas de monje, me quitas la vida”. Al verme a mí tan feliz, comprendió.

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KIM MANRESA
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IMA SANCHÍS
¿Qué polvos son esos, padre?
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS ¿Qué polvos son esos, padre? LLUÍS AMIGUET

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