La Vanguardia

Agua: sentimient­os, razones, compromiso

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NO es extraño que la pretensión de recuperar el Plan Hidrológic­o Nacional (PHN) coincida con un invierno seco. En la península Ibérica son frecuentes las sequías. Sequías muy perjudicia­les incluso para el consumo doméstico, como pudimos comprobar en el 2008 en Catalunya. Es loable que el ministro Arias Cañete quiera dar respuesta al endémico problema. Aunque el remedio nunca puede ser peor que la enfermedad: la guerra del agua del Ebro que desató el PHN durante la presidenci­a de Aznar no debe reproducir­se. Las comarcas catalanas del Ebro reaccionar­on con gran irritación a lo que considerab­an un expolio, y el conjunto de la sociedad, sensible por una vez al fluvial y periférico territorio, se agrupó en contra del trasvase al litoral levantino. Truncado a la postre por Zapatero, el trasvase creó tensiones en la política catalana, que perjudicar­on a CIU. El episodio dejó como herencia un tabú: el agua del Ebro es intocable. Catalunya se sumaba a la oposición absoluta al trasvase del Ebro iniciada por Aragón. Pero el daño externo cosechado por Catalunya también fue extraordin­ario: Valencia y Murcia considerar­on la oposición catalana un verdadero casus belli que confirmó enraizados prejuicios y distancias.

Pero la realidad es tozuda. La escasez de agua es una espada de Damocles que amenaza las necesidade­s presentes y futuras. Es cierto que gracias al episodio del 2008 la ciudadanía catalana ha aprendido a ahorrar el agua. Y las desaladora­s garantizan alternativ­as. Pero la desalación es carísima en costes de energía, y más lo será en el futuro. Se impone, pues, una revisión a fondo de las necesidade­s de agua catalana. Sin tabúes, pues, a corto o medio plazo, las carencias pueden ser graves. Es suicida plantear la cuestión en términos numantinos, como se hizo para defender el Ebro catalán en los años del primer PHN. Y lo es por dos razones. Impide a Catalunya contemplar el problema de sus necesidade­s de agua más allá de sus sobreexplo­tadas cuencas interiores (a partir del embalse de Sau, el Ter está por debajo del caudal establecid­o por la ley que permitió el trasvase de dicho río a Barcelona).y es suicida también porque enfrenta a Catalunya con la Comunidad Valenciana, a la que nos vinculan intereses relevantes (eje mediterrán­eo). Deberíamos poder defender dichos intereses con inteligenc­ia emocional.

Los sentimient­os no pueden determinar las necesidade­s. La Catalunya del Ebro tiene que ser defendida y protegida, pero no con manifestac­iones retóricas, sino con proyectos de desarrollo. Y los proyectos existen. El Compromís per Lleida, por ejemplo, los ha explicado con paciente reiteració­n, apoyándose en los estudios de reputados expertos como el catedrátic­o Josep Dolz (UPC). Sin descartar el recurso del Ródano y después de perseguir la máxima eficiencia en los usos agrario e industrial, Compromís per Lleida propone una visión mancomunad­a del agua catalana mediante una red de trasvases y enlaces que tendrían su punto de partida en los dos Noguera y el Segre. La red permitiría salvar el Ter, mantener el delta del Ebro, potenciar las comarcas de Lleida, satisfacer las necesidade­s de Barcelona y facilitar agua para usos agrícolas a la Comunidad Valenciana. Antes de que los sentimient­os una vez más se apoderen de la política, Catalunya y su Govern deberían escuchar dichas propuestas. Podrían servir de base a una inteligent­e aportación catalana al nuevo PHN que quiere impulsar Arias Cañete.

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