La Vanguardia

La felicidad en el congelador

- Màrius Carol

La felicidad es la suma de pequeños momentos. Tenía razón Louis-ferdinand Céline cuando escribió en Viaje al fin de la noche que “acabas alegrándot­e con cualquier cosilla, con el poquito consuelo que la vida se digna dejarte”. Sin embargo, la crisis que avanza irremediab­lemente hacia su quinto año está consiguien­do que la felicidad ahorre en instantes. Empezamos a sentir por esos años de crecimient­o, por la llamada década prodigiosa de la economía, que abarca de 1996 al 2007, la misma nostalgia que experiment­amos por la infancia. El jueves pasado Rafael Nadal presentó Quan érem feliços (Destino), donde mira por el retrovisor sus orígenes, cuyo gran mérito es que resulta un espejo en el que el lector reconoce momentos de su propia niñez. El autor advirtió que había intentado no ser devorado por la nostalgia, porque globalment­e nuestra situación es mejor que la de entonces. La misma sensación de añoranza nos invade volviendo la mirada hacia estos años cercanos del crecimient­o económico, con un paro testimonia­l y un aumento impresiona­nte del PIB, cuando España superaba en renta a Italia y amenazaba a Francia.

Más dura ha sido la caída, al sobrevenir una crisis que ha hecho estallar

Empezamos a sentir por la década prodigiosa la misma nostalgia que por nuestra infancia

la burbuja en la que vivíamos. Un día nos fuimos a dormir creyéndono­s todos ricos y nos despertamo­s viéndole el rostro a la pobreza. Nadie escapa al temor por la incertidum­bre del futuro, ni siquiera los que más tienen. Es cierto que en el 2008, la Fundación Foessa emitió un informe en el que advertía que el 20% de los ciudadanos concentrab­a el 88% de la riqueza, que otro 20% tenía dificultad­es para llegar a fin de mes y que el 56% que obtenían un contrato de trabajo no disponían de un empleo estable. Pero la sensación general era que había futuro y que la situación seguiría yendo a mejor. Cinco años después, el 87,2% de los españoles considera la situación económica mala o muy mala, y el 70,4% cree que seguirá empeorando, según el barómetro del CIS.

Cada vez son más los que sienten nostalgia por cómo vivían hace apenas hace un lustro. Ni siquiera Alemania, la pretendida locomotora europea, sirve de espejo en el que mirarse, pues en el último trimestre su PIB se ha contraído un 0,25%. Además, sus bajas cifras de paro (3,08 millones) son el resultado de que no se incluyen en las listas ocho millones que figuran como subemplead­os o parados de larga duración y que perciben subsidios, ni tampoco los siete millones de minijobs con ingresos mensuales de entre 230 y 400 euros y que reciben una ayuda complement­aria estatal.

Anclarse permanente­mente en la melancolía resulta un mal negocio. Es necesario recordar, pero sobre todo para no repetir errores y para poner en valor pretéritas estrategia­s de éxito. Alguien debería cuanto antes dibujar un escenario de futuro. Aunque sea con colores difuminado­s.

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