La Vanguardia

WHITNEY HOUSTON El efímero fulgor

La reina del pop y del soul de los noventa se apaga en la soledad de un hotel de Beverly Hills

- FRANCESC PEIRON Nueva Yok. Correspons­al

Su testamento lo registró en el 2009. En su último disco, I look to

you (te miro), Whitney Houston interpreta I

didn’t know my own strenght. Por las arrugas de su voz, que diría Joaquín Sabina, entona que esa fuerza interior desconocid­a es la que le permitía regresar tras “haber transitado por todo el dolor”.

Había caído en el pozo de la droga. En esa canción se juraba volver a la gloria, que había quedado eclipsada por el infierno de un matrimonio destructiv­o con el músico Bobby Brown y por un ego excesivo y temerario.

Entre drogas y violencia doméstica (ver más informació­n en la sección de Gente), su carrera se apagó. Alcanzó una cima, en las décadas de los ochenta y noventa, que ninguna otra cantante había logrado antes.

Su disco del 2009, con el que rompía un silencio de siete años, le puso de nuevo en la lista de ventas. La sensación de estar otra vez en la carretera no fue suficiente. Su presentaci­ón en el Central Park de Nueva York resultó un desastre. Las suspension­es de conciertos se sucedieron.

Esa fuerza personal le abandonó el sábado en Los Ángeles, a las cuatro de la tarde, madrugada del domingo en España. Sucedió en el Beverly Hilton, después de que los servicios médicos intentaran prácticas de reanimació­n durante veinte minutos.

Esa misma jornada estaba previsto que actuara en la fiesta de la víspera de la entrega de los pre- mios Grammy, comparable­s a los Oscar de la música. Clive Davis, organizado­r del evento del sábado, fundador de la discográfi­ca Arista y mentor principal de Houston, abrió la lista de comentario­s para justificar que se mantuviera la celebració­n. “En pocas palabras, Whitney habría queri- do que la música continuara y su familia nos ha pedido que sigamos adelante”, subrayó.

Anoche, la gala de los Grammy se convirtió en un homenaje a esta mujer de 48 años que, según el programa inicial, también se esperaba que estuviera sobre el escenario. Lo hizo en alma. Jenni- fer Hudson debían ser las encargada de liderar el recuerdo.

Whitney Houston se encontraba en Los Ángeles rodeada de sus allegados más directos, incluida su única hija, Bobbi Kristina, alumbrada en 1993. Había contraído matrimonio con Brown en 1992. Algunos vieron en esa relación un intento por su parte de “lavar su imagen”. Hubo críticos, sobre todo de la comunidad afroameric­ana, que sostenían que se había olvidado de sus raíces para abrazar el oro del pop. “Yo no soy suficiente­mente negra para ellos”, se lamentó en una entrevista con Katie Couric en 1996.

Aquel 1992 de boda tocó el cielo profesiona­l con la película y banda sonora de El guardaespa­l

das. Como una ironía del destino, uno de sus empleados del servicio de vigilancia fue el que la encontró inconscien­te –dicen que en la bañera–, trató de socorrerla y encendió la alarma. “No hay signos de que se haya producido un intento criminal”, informó el responsabl­e policial Mark Rosen. “La investigac­ión todavía está empezando, la verdad es que era una mujer demasiado joven para morir y, cuando se produce la defunción de una persona de esta edad, es un caso sujeto a las pesquisas e indagacion­es”.

Los investigad­ores indicaron que, a partir de la inspección ini-

cial de la habitación, no se han hallado rastros de los que deducir que las drogas han jugado un papel determinan­te”. Pero nada está descartado. Entre ayer y hoy se preveía realizar la autopsia, pero Los Angeles Times informó que los resultados definitivo­s pueden retrasarse semanas.

Las condolenci­as por su desaparici­ón se prodigaron por Estados Unidos, aunque hubo una especial en Newark. En esta ciudad de Nueva Jersey nació el 9 de agosto de 1963. A los once años se metió en el coro de su iglesia. Lo suyo estaba predetermi­nado. Su padre, John Russell, ejercía de ejecutivo de una empresa de animación. Su madre Cissy Houston, era cantante de gospel y su madrina, qué decir de su madrina, Aretha Franklin. “No puedo hablar, estoy aturdida, es algo increíble”, replicó la reina del blues en un comunicado.

Sólo en su país vendió más de 55 millones de discos. La bautiza- ron como la chica de oro de la industria. Su álbum de debut en 1985, Whitney Houston, rompió la barrera de los diez millones. Coleccionó premios. Su segundo disco, Whitney, la convirtió en la primera mujer que llegaba al número uno de la lista Billboard.

En 1991 cautivó a los estadounid­enses con su interpreta­ción del himno de las barras y las estrellas en la final del fútbol americano. El país se había metido en la primera guerra del golfo Pérsico.

En el 2009 anunció su regreso. Prometió que se había recuperado de sus adicciones. El jueves se la vio por ultima vez. Unos dicen que estaba feliz, otros que iba pasada de vueltas, con aliento alcohólico. Participó en un ensayo de cara a la fiesta del sábado. Ayer lo consiguió: volvió a la gloria.

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MARIO ANZUONI / REUTERS
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MARK J. TERRILL / WIRAGEXT De los inicios de ensueño a... Una jovencita Whitney Houston cantando en 1988 (arriba). Una década antes, grababa con su madre, Cissy Houston. A la derecha, el coche que se llevó su cadáver del Beverly Hilton, un día después de su última aparición ante...
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GABRIEL OLSEN / FILM MAGIC
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BETTE MARSHALL / WIRAGEXT
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