La losa de la perfección
El productor Clive Davis la convirtió en una veinteañera icónica y Whitney no lo resistió
En su volumen anual correspondiente a 1995, la Enciclopedia Británica dedicó una reseña biográfica de algo más de media columna de su preciado espacio a Whitney Houston. La calificaban de “vocalista de voz aterciopelada” y, además de mencionar parentescos musicales de alcurnia, se dejaba traslucir la sensación de que la carrera de la cantante de Newark siempre había seguido designios nunca elegidos por ella misma. Es evidente que había muchas Whitney Houston, desde la almibarada de El guardaespaldas y sus rentabilísimas baladas (con el I will always love you escrita por Dolly Parton a la cabeza) hasta la terrenal de I’m every woman, un himno que la situaba también en las resbaladizas pistas de las discotecas, en donde no se arrugó ante la salvaje Chaka Khan ni ante las no menos felinas Sister Sledge.
Estas, con todo, no fueron más que dos muestras de la iconoclastia que caracterizó su vida y su carrera. Durante el primer año y medio de su vida profesional como reciente fichaje de la discográfica Arista, el presidente de ésta, el legendario productor Clive Davis, se dedicó personal y exclusivamente en hacer de aquella aventajada veinteañera una estrella icónica. A nivel planetario. Una búsqueda sistemática de la perfección. Había encanto natural, deslumbrante belleza sin caer en el sex symbol, ejemplaridad racial, privilegia- das dotes vocales y escénicas.
Todo iba según lo previsto, y la perfección estaba al alcance de la mano gracias a un producto cada vez más crossover. En mayo de 1994, este cronista tuvo la oportunidad de oírla en el Sporting Club de Montecarlo, cuando le concedieron cuatro World Music Awards. Interpretó Something in common junto a su marido Bobby Brown, un tema flojísimo que ya presagiaba la peligrosa de- pendencia en muchos aspectos de la diva respecto de su volátil consorte. La siguiente vez fue en noviembre del 2002, cuando el Palau Sant Jordi acogió la ceremonia de entrega de los premios de la MTV europea. Ese día, su aspecto físico y su discretísima actuación indicaban que no pasaba por su mejor momento artístico. De hecho, su adicción a las drogas ya estaba causando severos estragos. A la chica de la voz aterciopelada la perfección le estaba pesando como una losa.