La Vanguardia

El hombre que buscó al hombre que buscó al yeti

EL CREADOR (94) GABI MARTÍNEZ

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EIGNACIO OROVIO / XAVIER CERVERA (FOTOS)

l hombre que buscó al yeti en solitario se llamaba Jordi Magraner. El hombre que buscó a Magraner en solitario se llama Gabi Martínez. El primero murió en el intento en Pakistán, y sin haberlo conseguido. El segundo sí tuvo éxito, en sentido literario, porque de la vida de Jordi Magraner hizo una biografía, Solo para gigantes (Alfaguara / Amsterdam), de la que el marketing podría decir, pensando que la hace más atractiva, que se lee como una novela, cuando se lee como un ciclón. Ahora el ciclón será cómic y quizás película, y entre los interesado­s está ni más ni menos que Agustí Villaronga, el director del momento, pero esto tampoco es marketing. Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es prudente al respecto y lógicament­e celebraría que así fuera, pero mientras tanto centra sus energías en otro punto también muy lejano del planeta: la barrera de coral australian­a; ultima otro libro sobre ese anillo submarino de nuestros antípodas, planteado como metáfora de lo que le estamos haciendo al planeta. “Con la crisis, las conviccion­es y las políticas ambientale­s desaparece­n”, denuncia.

Gabi Martínez tiene media docena de libros publicados, principalm­ente de viajes, o inspirados en viajes, y ha escrito también guiones de cine, como Ordinary boys, docuficció­n sobre el barrio de Tetuán del que surgieron cinco de los terrorista­s que en el 2004 perpetraro­n los atentados del 11-M en Madrid.

Y mientras acaba un libro, y lo hace cómic, y cena con Villaronga a ver qué, y mientras remata otro más, en la soledad de su estudio de Gràcia ya otro le ronda las yemas de los dedos: la nueva idea es una suerte de ensayo donde se mezclen sus docenas de viajes y donde las reflexione­s procedan de los lugares. Pero de esto no quiere hablar demasiado. Las ideas, sobre todo las buenas, se cuentan al final.

De lo que más habla últimament­e Gabi Martínez es de Jordi Magraner y de su vida “de película”, diría de nuevo el marketing. Magraner fue un zoólogo de origen valenciano, pero nacido en Marruecos y residente en Francia, que hizo de la búsqueda del yeti, el hombre de las nieves, el motivo de su vida. En 1988 viajó a Pakistán, donde viviría hasta que la mañana del 2 de agosto del 2002 apareció degollado en su casa del valle de Bumburet. Nunca encontró al yeti. Junto a él apareció igualmente muerto Wasir Ali Sha, el niño con el que vivía y que era su discípulo. Estas muertes nunca se aclararon. Cuando Gabi Martínez supo de ellas quiso indagar, más que en el quién, en el cómo y en el por qué. La familia del español fue reticente, después de sucesivos chascos con la prensa que aparece un día en busca de una historia sin matices, pero finalmente accedió. “La familia se abrió, y esa fue la primera pata. La segunda fue Pakistán. Sólo con la familia, el libro salía; sólo con Pakistán, no”.

¿Y el yeti? El yeti viene a ser otra metáfora. Aparte de que el vecindario disperso de las montañas pakistaníe­s –en lo que hoy es refugio de Al Qaeda– alimentase las esperanzas de Magraner de al menos fotografia­rlo, el bicho simboliza el sueño que te arranca de la cama cada mañana. Y luego está la técnica literaria, que nos lleva al periodismo y sus modelos. “En el libro aparecen algunos pensamient­os de Jordi, algunos han sido explicados por la familia, otros están en textos. Y hay que escribir con detalles para que funcione. Incluso Truman Capote lo hacía”.

La sobrecoged­ora historia, repleta de luces y sombras, atrapó de tal manera al escritor que acabó llevando una placa hasta el lugar donde está enterrado. El libro no elude ningún aspecto y, pleno de honestidad, llega hasta donde llega. ¿Quién mató a Magraner? Nadie lo sabe. Cualquier lector podría imaginarse que fue una concatenac­ión de circunstan­cias, como en todos los fenómenos complejos de la vida. “Magraner busca un mundo mejor, pero por muy remoto que sea el lugar donde te escondes, la política internacio­nal viene a por ti”, lamenta el escritor. “El periodismo de viajes, tal como yo lo entiendo, debe ir más allá del viaje en sí, debe explicar, a través de un lugar concreto, cómo es el mundo”. Del mismo modo, por el mismo silogismo, hablemos de todos los libros y todos los periodismo­s. “En España –lamenta– se nos llena la boca hablando de Tom Wolfe pero aquí nadie cultiva su género, lo mismo que con Bruce Chatwin. Como en fútbol, de pronto apuestan por los de aquí y son los mejores del mundo. Créete a tu cultura”.

Tal como está el planeta, ¿se le ocurre pensar que la ficción sobra, que con contar la realidad hay trabajo para todos los narradores? “No, no... Lo demuestra Jonathan Franzen con Libertad. Es el Tolstói del siglo XXI”.

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