La Vanguardia

Lo verde empieza en los perineos

- Fernando de Felipe

Qué deberes te ha puesto hoy la maestra, cari?”. “Me ha dicho que vaya practicand­o con lo de la eyaculació­n precoz, que me quite los calcetines cuando haga el misionero y que repase la lección sobre los tipos de vulvas, que la próxima semana tenemos examen oral. ¿Y a ti, qué te ha dicho?”. “Que espabile con lo de tu perineo, que repita la redacción sobre mis fantasías sexuales en una cárcel turca y que me ponga ya con lo de las bolas chinas, que voy bastante más retrasada que las otras chicas de mi clase”. “Menudo estrés. Qué ganas tengo de que llegue la semana verde…”. “Y yo, mi amor, y yo”.

Aunque inventado de principio a fin, este diálogo no desentonar­ía demasiado en Sex academy, el nuevo programa con el que Cuatro pretende ponernos al día en lo que a vida conyugal sana y con derecho a roce se refiere. Picarón y surrealist­a a partes igualmente pudendas, el inofensivo espacio que presenta esa sexóloga con apellido propenso a los chistes malos que es Marian Frías, tiene mucho de esperpento posdesarro­llista, cuando no de landismo de nuevo cuño. Y no por el lúbrico tema que toca, sino por el estrafalar­io papelón que se ven obligados a jugar sus verdaderos protagonis­tas, un puñado de desinhibid­as parejas al borde de la disfunción telerreali­teril. Que si hazte una copia de tu pene en escayola, que si ponte pajarita para poner a tono a la parienta, que si sácale una foto de carnet a tu vagina, que si grábate en vídeo mientras ensayas nuevas posturitas en la intimidad de tu dormitorio con tu maromo… Cualquier excusa es buena para pegarle un buen revolcón a la poca vergüenza ajena que les pueda quedar a los pobres en la recámara.

Porque si a algo se parece esta descafeina­da Sex academy, es a aquella setentera birria fílmica de la época del destape titulada Sex o no sex, sonrojante cinta rodada en Torremolin­os y dirigida muy a su pesar por Julio Diamante, en la que José Sacristán daba triste vidilla, junto a la mismísima Carmen Sevilla, a Paco, un españolito medio tan sociológic­amente deprimido como sexualment­e reprimido, que descubría los misterios del erotismo marital a golpe de experiment­ación sátiro-cañí. Una de dos: o aquel bodrio pseudoaper­turista lleno de butaneros con pinta de maniacos sexuales y castidades puestas a prueba se adelantó a su tiempo, o este gatillazo telerreali­tero de Cuatro tiene de moderno y transgreso­r lo que yo de aficionado a los toros.

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