La Liga como catapulta en Europa
Con el campeonato convertido en un vía crucis en el que casi cada salida del Camp Nou se convierte en un jeroglífico egipcio, la tentación de centrarse exclusivamente en la Champions y en la lejana final de Copa es muy grande. Y aunque es verdad que ahora el Barça tiene que priorizar los torneos coperos, que requieren esfuerzos muy intensos pero más aislados, no puede abandonarse en el torneo de la regularidad. No sólo por respeto a los colores, a la institución y a su propio orgullo, sino también porque todavía puede utilizar la Liga de forma útil esta campaña.
Si consigue ir superando rondas en Europa, la competición liguera le debería servir como puesta a punto, como mantenimiento de los automatismos, como banco de pruebas necesario para después hacer frente a los grandes continentales. Los deportistas de alto nivel siempre aseguran que se compite como se entrena, que los parti- dos y los campeonatos no son más que el reflejo del trabajo diario. Por lo tanto, no resulta nada sencillo desconectarse y un día mandar al cerebro la orden de que sí, de que para ese partido clave han de aflorar sobre el campo todas las virtudes que han dado gloria al barcelonismo en las últimas temporadas.
La Champions pasa primero por la peliaguda cita de mañana en Alemania, donde bien hará el Barça en no fiarse de un equipo que se dejará el alma. En un cruce no hay espacio para las bromas ni para los lamentos, y seguro que el equipo esta vez sí se pone las pilas, espoleado por el mal resultado de Pamplona. Pero después quedarán aún tres semanas para la vuelta y no hay Copa de por medio. Ahí estará de nuevo la Liga, con enfrentamientos de alcurnia ante el Valencia o el Atlético. Hay que jugarla. Si después suena la flauta y el Madrid regala algo, pues eso que el Barça ya habrá ganado. Una dejadez barcelonista en la Liga posibilitaría que los blancos reservaran a sus mejores hombres para la Champions. Vale la pena apretar los dientes.