La Vanguardia

Quejas a la hora de matricular­se

Los universita­rios se dan de bruces con el aumento de las tasas

- AÍDA PALLARÈS

Mis padres están en paro y yo sólo trabajo los fines de semana. Si no me dan la beca no sé si podré seguir el curso que viene”. David Carmona tiene 22 años y ayer se matriculó en la facultad de Enfermería de la Universita­t de Barcelona (UB). El lunes empezó el periodo de matriculac­ión universita­ria, que se prolongará hasta el próximo viernes, y la crisis se respiraba en el aire. Los nervios de empezar una nueva etapa han dejado paso a la realidad. Con el incremento del precio de matrícula muchos estudiante­s, como David, tendrán que pagar hasta 2.500 euros por año, con tasas de gestión académica incluidas.

El precio varia en función de la renta familiar y de la carrera. Las rentas más altas, por ejemplo, costearan el 25% de los estudios. Medicina, Veterinari­a o Enfermería son las carreras más caras, mientras que cursar una filología resulta algo más barato –aunque la matrícula se eleva hasta los 1.500 euros–. “Cada vez hay menos diferencia entre la universida­d pública y la privada. Acabaremos como hace años, que sólo estudiaban los ricos”, critica David.

Laura Segarra cursa segundo de Medicina en la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB) y este año su matrícula se eleva casi hasta los 3.000 euros. Este curso lo pagará gracias a los ahorros de sus padres, pero si no consigue beca desconoce si podrá seguir estudiando. “Más que acabar con la crisis parece que quieran limitar el acceso de algunas clases sociales a la universida­d”, argumenta. Con la desoladora tasa de paro que azota el país, solicitar una beca se está convirtien­do en un trámite necesario para muchos estudiante­s.

Solo un 10% de los nuevos universita­rios podrán ser becados. Además, los requisitos han cambiado y los beneficiad­os por estas ayudas deberán aprobar el 90% de los créditos, en vez del 80% como hasta ahora, y tener más de un 5,5 de nota media.

Saray García tiene 21 años, es técnico de laboratori­o y ayer se matriculó en Enfermería en la UB. En su casa son cuatro hermanos y les cuesta llegar a fin de mes. Ha solicitado también beca y busca trabajo de lo que sea, pero de momento no encuentra nada. A partir de septiembre aún lo tendrá más difícil, ya que el complicado horario de clases no le permitirá compaginar estudios y trabajo.

Este año la Secretaria d’Universita­ts i Recerca permite el pago a plazos de la matrícula y avala a los estudiante­s que soliciten el fraccionam­iento. Aun así, por primera vez en ocho años, las inscripcio­nes universita­rias han bajado un 5%. Esto sin contar a los estudiante­s como Laura, David o Saray que empiezan la carrera sin la certeza de poder terminarla. Es más, su futuro parece estar más cerca de Alemania o Inglaterra, donde las posibilida­des de encontrar un trabajo son ahora más elevadas. Laura quiere quedarse en Barcelona, con su familia y amigos, pero si no encuentra trabajo no dudará en irse. “No te dan opciones para que te quedes”, explica. El problema es que, como advierte Saray, “irse a vivir a otro país es la única salida, pero no todos tenemos dinero para irnos”.

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MANÉ ESPINOSA David Carmona hace cola para matricular­se en la escuela de Enfermería de la Universita­t de Barcelona

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