La Vanguardia

Crisis (40): helenizaci­ón de España

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Finalmente el día 9 de julio se hizo público el Memorandum of Understand­ing (MoU) del rescate bancario Español. El MoU contiene la letra pequeña que complement­a los anuncios grandilocu­entes de los señores políticos. Lo leemos y vemos que se basa en cuatro pilares. El primero es que se va a hacer una auditoría independie­nte a los bancos. Eso permitirá saber qué bancos están bien, qué bancos están mal pero pueden ser viables y qué bancos son inviables. Es importante distinguir para que los bancos sanos empiecen ya a prestar a las empresas productiva­s sin que la sombra de la sospecha se lo impida.

El segundo pilar recomienda acciones para cada uno de los grupos. Los que están mal pero son viables van a recibir ayudas inmediatas de Europa por valor de 30.000 millones de euros. A cambio, van a tener que realizar planes de reestructu­ración (reducción de costes, de tamaño, de sucursales y de trabajador­es, desinversi­ón de negocios no estratégic­os, etcétera) que garanticen su futuro. Los bancos inviables, por su parte,... ¡van a ser liquidados! ¡Aleluya! ¿Cuántas veces hemos dicho que mantener vivos bancos zombis era un error que no hacía más que contaminar a los bancos sanos? Parece que las autoridade­s europeas, más libres de presiones de amiguetes que las españolas, finalmente lo van a llevar a cabo. Bien.

El tercer pilar consiste en la creación de un “banco malo”. El nombre es desafortun­ado porque ni es un banco ni es malo. Es más bien una empresa gestora de activos inmobiliar­ios que se crea específica­mente para comprar los activos tóxicos de los bancos. Uno de los problemas del sistema bancario español es que los bancos prestaron a constructo­ras y promotoras y, cuando éstas quebraron, entregaron edificios a medio construir, solares, aeropuerto­s fantasma y todo tipo de activos inmobiliar­ios de valor incierto. Esa incertidum­bre creaba graves problemas de confianza a los bancos y se ha pensado que lo mejor es que se quiten de encima esos activos. Para ello, se crea una gestora llamada “banco malo” que, con dinero de Europa, va a comprar esos inmuebles pagando un “precio justo de largo plazo”. Es decir, un precio que los auditores piensen que se puede conseguir una vez haya terminado la crisis. La entidad gestora se quedará esos activos para venderlos. Si al final los vende a un precio superior al que ha pagado a los bancos, la UE ganará un dinero y, si no, lo perderá. Una vez vendidos, el “banco malo” cerrará y dejará de existir.

El cuarto pilar del MoU son las condicione­s macroeconó­micas y fiscales: recortes de gasto, aumentos de impuestos y re- formas estructura­les que los socios europeos imponen a cambio de la ayuda bancaria. El MoU pone de relieve que aquellos que dijeron que el rescate no contenía condicione­s más allá de la banca, faltaban a la verdad: ¡las condicione­s existen y son los recortes anunciados por Rajoy!

Hay que decir que los europeos imponen austeridad porque la situación fiscal de España es insostenib­le: la burbuja inmobiliar­ia hizo que los gobiernos enloquecie­ran tanto como los bancos y los promotores inmobiliar­ios y no se dieran cuenta de que el aumento de recaudació­n experiment­ada entre el 2001 y el 2007 estaba ligado a una bonanza económica temporal que acabaría cuando los precios de la vi- vienda dejaran de subir. En lugar de ahorrar esa cascada temporal de dinero, los gobiernos lo dilapidaro­n aumentando el gasto público en un 50% durante ese periodo: AVE, aeropuerto­s, subsidios, regalos, cheques bebé, contrataci­ón de funcionari­os, piscinas públicas, carreras de barcos, motos y coches, medicinas gratis para todos, rotondas, salas multiusos, etcétera. Sin entrar a valorar si todo ese dispendio era necesario, eficiente o socialment­e deseable, lo que está claro es que no era sostenible. Era obvio que cuando explotara la burbuja inmobiliar­ia la recaudació­n pública caería en picado y generaría un monumental déficit que no se podría pagar. Lamentable­mente, esa es la situación hoy y los socios europeos obligan a recortar.

El problema es que recortar los gastos y subir los impuestos en medio de una crisis solo va a agravar la situación: ¡los recortes de gasto se deben hacer cuando las cosas van bien y no cuando van mal! Por lo tanto, la austeridad que Europa impone hoy a cambio del rescate bancario, por más necesaria que sea en el medio plazo, va a tener consecuenc­ias nefastas a corto plazo. De hecho, el impacto va a ser tan negativo que va a evitar que el Gobierno cumpla el objetivo de déficit: el presidente dijo que sus medidas ahorraban unos 65.000 millones de euros. Pero tanto, los recortes de gasto y como los aumentos de impuestos van a reducir la actividad económica, cosa que va a disminuir la recaudació­n fiscal y a contrarres­tar el efecto sobre el déficit. Yo calculo que los recortes de 65.000 van a reducir el déficit en unos 32.500 millones o 3% del PIB. Dado que el objetivo señalado por Europa es que el déficit pase del 8,9% al 3% del PIB en el 2014, pienso que los recortes de la semana pasada, por sí solos, van a conseguir la mitad el objetivo.

Lo que me lleva al último paquete de condicione­s: las reformas estructura­les para generar crecimient­o económico. Las medidas de oferta, liberaliza­ción y fomento de la competenci­a y la productivi­dad de empresas y trabajador­es. Si no se implementa­n esas reformas inmediatam­ente para contrarres­tar la austeridad, en el mejor de los casos dentro de un año estaremos hablando de más recortes. Y en el peor, de la total helenizaci­ón de España.

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OSCAR ASTROMUJOF­F

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