¿A qué esperamos?
Teníamos una importante crisis económica; teníamos un problema político para poder volver a redefinir las bases de la Unión Europea; teníamos un cierto agotamiento de un modelo económico que generaba graves desajustes sociales. Teníamos todo esto, pero a partir del viernes pasado, con las medidas adoptadas por el Gobierno, todo se ha complicado mucho más: ahora estamos delante del esfuerzo recentralizador más significativo para dejar sin contenido el modelo autonómico constitucional. En lugar de sumar voluntades en un esfuerzo integrador de posiciones ideológicas y partidistas distintas, el Gobierno del Estado ha optado por aprovechar la crisis para hacer más profundas y radicales las diferencias entre unos y otros.
Los recortes son duros y la nueva presión fiscal muy relevante, pero tienen un sentido; tienen una explicación: la necesidad. Pero que se intente comparar estas medidas con otras que no tienen otra finalidad que la de presentar a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos como los responsables de la crisis, es injusto, falso y políticamente muy peligroso. Quizás sería bueno recordar que en Catalunya, la Generalitat se avanzó en la adopción de estas medidas de ajustes y que el Gobierno central ha tardado más de un año en adoptarlas, cuando ya se sabía que eran necesarias y urgentes. El Gobierno central, responsable del retroceso que nos ha costado tanta pérdida de crédito, intenta ahora compensarlo imponiendo a las comunidades autónomas más sacrificios para compensar su propia irresponsabilidad.
Ahora es la hora de la verdad y en este momento todo el mundo es necesario. Deberíamos estar de acuerdo en que los ajustes sólo tienen sentido si marcan el inicio de la recuperación. Este es el discurso de
Si ahora no se pacta, cuando se quiera hacer quizás ya no estaremos a tiempo
la esperanza, de la confianza, de los ánimos, de la convicción.
¿Qué más se necesita para aceptar que sólo un gran acuerdo entre todos –o entre muchos– nos puede separar del abismo? Si ahora no se pacta, cuando se quiera hacer quizás ya no estaremos a tiempo. ¿Esperaremos, una vez más, a que sea desde fuera que se nos diga qué hemos de hacer? ¿Estamos convencidos de que lo que fuera interesa es lo que más nos interesa a nosotros?. De verdad, ¿a qué esperamos?