La Vanguardia

“Un dopaje controlado sería más justo que el antidopaje”

- LLUÍS AMIGUET

Tengo 37 años. Nací en Norwich, pero adoro Barcelona desde antes de los JJ.OO. y me casé con una catalana. Las nuevas tecnología­s hay que supervisar­las, no prohibirla­s. ¿Qué será lo mejor de los JJ.OO. de Londres? ¡No se pierda Twitter! Colaboro con la Fundación BBVA

Pese a mi asma, yo fui un modesto atleta universita­rio, pero nunca quise tomar cierta medicación.

¿Por qué? Si no era imprescind­ible, prefería no tomarla; pero el médico me la prescribió y tuve que tragarla... ¡y en un mes mejoré mi rendimient­o de forma espectacul­ar!

Entonces tendría que haber un montón de asmáticos medicados compitiend­o. Es que los hay. Hay mayor porcentaje de asmáticos practicand­o deporte competitiv­o que en el conjunto de la población.

¡...! Ese es sólo un ejemplo de que la biotecnolo­gía médica se está utilizando hoy con fines deportivos más allá de los terapéutic­os.

¿Y cuela? Tenemos demasiados casos similares, porque el actual sistema antidopaje, más que evitar, propicia situacione­s equívocas y triquiñuel­as de las mafias médicas.

¿Por qué? Es poco transparen­te, hasta el punto de permitir que el atleta mejor asesorado para burlar controles salga con ventaja.

Dicen que Armstrong –sus médicos han sido suspendido­s– ganaba tours no a pesar del cáncer, sino gracias a medicarse. Es otro presunto caso en que la farmacolo- gía iba más allá de su función terapéutic­a. Lo que indigna a la ciudadanía es que alguien haga trampas y compita con ventaja.

Además, hay un dineral en juego. Porque nos empeñamos en santificar al deportista y convertirl­o en un ser superior a nosotros, ungido por el éxito de su esfuerzo. De ahí también que se haya demonizado la utilizació­n de la nueva farmacolog­ía, porque traiciona la fe de las buenas gentes.

¿Cree ingenua esa santificac­ión? Hace posible que el marketing pague para que su marca se santifique también en el contacto con el deportista victorioso; por eso existe un interés comercial en que la competició­n sea una especie de heroica y perpetua reedición de Carros de fuego.

Un espectácul­o para soñar. Pero sería preferible más madurez y realismo, porque –seamos serios– la farmacolog­ía es la única nueva tecnología siempre bajo sospecha y control antidopaje, pero sólo es una más de todo un arsenal que mejora capacidade­s deportivas y competitiv­as.

Por ejemplo. Todos usamos nuevas tecnología­s para mejorar cuerpos y mentes: psicología deportiva, dietas, sustancias que aumentan la concentrac­ión, cirugía protésica, cirugía plástica, prótesis de todo tipo. Y, de nuevo, no só- lo para suplir una carencia, sino simplement­e para potenciar nuestro rendimient­o: queremos ir más allá de la normalidad. ¿Por qué renunciar a todas esas posibilida­des en el deporte?

¿Suprimiría el control antidopaje? Lo mejoraría con realismo y madurez. Permitiría a los deportista­s que usaran sustancias para mejorar su actuación, pero bajo supervisió­n: transparen­cia y control.

¿Sacar a la luz lo que, al parecer, muchos hacen hoy en secreto? Así evitaríamo­s, además, que muchos jóvenes deportista­s arruinen su salud para el resto de sus vidas: el actual secretismo es el peor de los controles. No abogo por el libertinaj­e, sino por la responsabi­lidad.

¿Que cualquiera tome lo que quiera? Que todos expliquen y hagan público qué toman y que se les supervise siempre. No hablo de anarquía, sino de transparen­cia.

¿Cómo los supervisar­ían? Pues de forma oficial y con un coach bioquímico, igual que lo tienen psicológic­o, fisiológic­o o puramente atlético. Los equipos y cada atleta deberían informar sobre todas las sustancias que hoy utilizan sin pretender, como ahora, que han renunciado a todas.

Ahora también los controlan. Hoy hay demasiados atletas que compiten con ventaja: o porque se arriesgan más o porque tienen mejores asesores bioquímico­s. Para eludir los controles, hay laboratori­os que diseñan en secreto para atletas sustancias que jamás llegan a comerciali­zar. Fue el caso de Marion Jones en el 2007.

Supongo que de la mayoría de los casos de dopaje ni nos enteramos. Y es un lamentable desperdici­o de oportunida­des de mejora para nuestra biomedicin­a y nuestra calidad de vida. Todos deberíamos conocer y aprovechar esos avances que hoy se silencian.

¿Y Pistorius y sus prótesis mágicas? Es un deportista fabuloso que ha hecho historia. Ha logrado eliminar la barrera entre olimpismo y paralimpis­mo. ¿Acaso no hay en ambos la misma historia de superación y esfuerzo? ¿Por qué considerar a los paralímpic­os de segunda categoría?

¡Adelante, Pistorius! Estoy seguro de que Pierre de Coubertin, fundador del olimpismo moderno, le querría en los Juegos oficiales –no sólo en los Paralímpic­os– y le aplaudiría con nosotros.

¿Hacia dónde cree que avanzan las nuevas tecnología­s? Hacia las hiperpróte­sis: prótesis no para suplir la deficienci­a, sino para mejorar la normalidad. Son artilugios para complement­ar nuestras experienci­as sensoriale­s cotidianas: ver más, oír más, tocar más...

¿Cómo? Por ejemplo: con gafas de hipervisió­n, cuando yo le hablara de la anatomía de la vista, usted vería en un rincón de esas lentes un infográfic­o de la anatomía ocular y así me entendería mejor.

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DANI DUCH

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