La Vanguardia

Solidarida­d con el ‘top manta’

- Francesc-marc Álvaro www.francescma­rcalvaro.cat

Cada verano se repite la escena: los vendedores del top manta intentan zafarse de los policías en varias localidade­s, sobre todo de la Costa Daurada. Bien, corrijo: este año hay dos novedades, que son dignas de alcanzar la categoría de noticia. Primera: los manteros han decidido plantar cara a los agentes de las policías locales que los persiguen y no lo hacen precisamen­te siguiendo las enseñanzas de Gandhi; ahora utilizan palos y piedras sin manías. Segunda: los potenciale­s clientes de los manteros, mayormente veraneante­s, han decidido defenderlo­s y para ello abuchean a los policías, les entorpecen y les graban con el smartphone. El asunto está envenenado en pueblos como Calafell, Salou, Cambrils, Torredemba­rra y El Vendrell, donde los comerciant­es se quejan –con razón– de la competenci­a desleal que el fenómeno representa.

De esta foto, me intriga el turista que decide intervenir al lado del mantero y contra el agente de policía. ¿Estamos ante un ciudadano muy solidario con los más débiles de la globalizac­ión explotados por mafias? ¿Estamos

Al concejal le toca hacer cumplir la ley y debe ser sin que se ofenda nadie, sobre todo el turista

ante el comprador interesado en adquirir cómodament­e unas imitacione­s baratas (y sin ninguna garantía) de productos de marca? ¿Estamos ante la típica criatura contemporá­nea que quiere hacer la tortilla sin romper los huevos y por eso alimenta el fraude a la vez que se muestra favorable al pequeño comercio de toda la vida? ¿O quizás estamos ante una persona ociosa que ignora que el top manta genera un mercado informal de 100 millones de euros anuales sólo en Catalunya, del cual los grandes beneficiad­os no son exactament­e estos vendedores desesperad­os que corren por las playas del país?

El tendero anda fastidiado, paga los mismos impuestos de siempre y vende mucho menos. El mantero anda fastidiado, es una víctima directa de la explotació­n mafiosa y huye de la miseria como puede. La crisis tensa todavía más un conflicto que desborda a las autoridade­s municipale­s. Y vivimos una época en que la opinión se fabrica a partir de las imágenes fragmentar­ias que circulan por las redes sociales. Al concejal de turno le toca hacer cumplir la ley y debe ser sin que se ofenda nadie, sobre todo el turista que ve rota su calma con las carrerilla­s de los manteros y agentes. Compadezco a los alcaldes y concejales que deben dar una respuesta eficaz. Lo que funciona más es el relato infantil de buenos y malos que transmite el veraneante que –bronceador en mano– critica airadament­e a la policía.

Vivimos tiempo de jaqueca. No queremos asumir el coste moral de la complejida­d que nos rodea. En Barcelona, por ejemplo, hay dirigentes vecinales tan peculiares que consideran que rozamos el fascismo si la policía consigue que en un barrio se produzcan menos robos y agresiones.

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