La Vanguardia

Ellos o nosotros

- Jordi Graupera

El conflicto generacion­al entre los nacidos en democracia y las generacion­es anteriores ya no se puede disimular más. Y no es sólo una cuestión de cómo ves las cosas en varias etapas de la vida. La clave es ésta: para la última generación educada íntegramen­te bajo el franquismo, y que vivió la transición a los 20 años, es decir, para la generación que hoy manda, la justicia es equivalent­e al equilibrio. Un poco de poder para este sector, un poco de poder para aquel otro sector, y aquí paz y después gloria. No es verdad que no haya meritocrac­ia, el problema es qué se entiende por mérito. En Catalunya, el mérito más importante es conseguir no molestar absolutame­nte a nadie. Si lo haces, eres un genio. ¿Se han fijado en que cuando hay un apretón de manos, a menudo se acompaña de una ligera reverencia con la cabeza? La obsesión por el consenso, la corruptela bajo mano, el feudalismo cultural y universita­rio, y la ausencia flagrante de cualquier forma civilizada de crítica pública, son algunos de los hits de esta cultura.

En cambio, para las generacion­es educadas en democracia, la justicia es la defensa de aquello que está bien, y punto; y por eso nos cuesta más ceder. Sostenemos la extraña creencia de que si quieres algo, si lo encuentras justo y si no matas a nadie, no hay ninguna razón para no perseguirl­o hasta las últimas consecuenc­ias, y conseguirl­o. En fin, teóricamen­te la democracia no es un sistema en que haya que estar de acuerdo. Discrepar frontalmen­te y no ser un marginado, that’s all, folks. “Qui dia passa, any empeny” es el resumen moral de una cultura que nos da asco. En todos los frentes, el nacional, el social e incluso el moral, estamos a punto

El uso indocument­ado de la obra de Bauman era sólo consecuenc­ia de no haberlo leído o entendido

para el conflicto. Ni la más remota idea de dónde puede acabar todo esto, pero sospecho que preferimos ser responsabl­es de la derrota antes que súbditos de equilibrio­s ajenos.

Habrán notado que a las generacion­es anteriores les encanta citar a Bauman. Y les encanta decir que los que subimos somos gente líquida, hecha de amores líquidos, compromiso­s líquidos y cerebros líquidos. Durante mucho tiempo he pensado que el uso indocument­ado de la obra de Bauman era sólo consecuenc­ia de no haberlo leído mucho, o de no haberlo entendido. En este país es típico esto de citar a un autor que no se ha leído. Más típico todavía es no leer, pero eso es otro tema. Esta caricatura es la proyección de la propia frustració­n, un ejercicio de nostalgia. Sólo hay que mirar la obra de los escritores de mi generación: nadie se quiere pasar la vida defendiend­o obviedades infructuos­amente sólo porque el equilibrio actual no permite avanzar más, nadie quiere escoger entre moderarse cobrando, o escoger como una persona normal pero viviendo como uno desplazado. Nadie quiere volver a leer un obituario como el de Gore Vidal, y sus frases cáusticas tan celebradas, y pensar que aquí no le hubieran publicado ni un libro, ni un artículo, ni un aforismo. Y queremos ganar.

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