La Vanguardia

De Warhol a María Zambrano

- Juan Bufill

La gran diferencia con los iconos actuales es que estos no pasan de ser un anuncio de perfume

Andy Warhol, que fue publicista antes de ser un artista plástico todavía publicista, vio en Marilyn Monroe un icono y una marca comercial potente. Se lo apropió distorsion­ando esa máscara de estrella de Hollywood con unos cuantos colorines y así aumentó su colección glamurosa y su cuenta corriente. Sin embargo, Marilyn era mucho más que un producto exitoso del starsystem. Hay que recordar, porque esa época se acabó y ya queda lejos, que hubo un tiempo en que el poder de la mercadotec­nia no era absoluto. En la música popular, por ejemplo, en los años sesenta el éxito todavía coincidía con el logro artístico: The Beatles, Bob Dylan o James Brown eran buenísimos y vendían mucho. En cambio, desde que se impuso el imperio del marketing, lo que más se promociona y se vende es el producto de tercera mano, de modo que incluso una currante lista, copiona y bien arropada como Madonna puede ser la número uno, por encima de cantantes de verdad como Beth Gibbons (de Portishead) o Amy Winehouse.

Marilyn Monroe fue objeto de una promoción comercial notable, que incluyó episodios como esa entrada en el Madison Square Garden a lomos de un gran elefante rosa. En las fotos del evento, que ocuparon portadas de revistas, se aprecia que lo más espectacul­ar no era precisamen­te el paquidermo teñido, sino el escote de ella. Marilyn era y es to- davía un icono erótico, imitado por millares de rubias de bote de todo el mundo, pero a diferencia de las actuales top models y pin-ups (¡cuántas expresione­s en inglés nos ha traído el marketing!), sus méritos no se limitaban a lograr estar casi siempre sexy y aparenteme­nte en celo. La gran diferencia entre ella y los iconos actuales es que las obras mejores de Kate Moss o de Megan Fox no pasan de ser un anuncio de perfume o una portada de revista, mientras que las de Marilyn son películas tocadas por la gracia como Con faldas y a lo loco y Vidas rebeldes (Some like it hot y The Misfits), que se cuentan entre las mejores de la historia del cine.

Marilyn no se limitaba a interpreta­r su personaje, sino que era el personaje, lo encarnaba. Lo mismo en una comedia que en un dra- ma: ella era realmente esa chica chispeante y disfrutona, esa compañera de juerga ideal que viajaba en el tren nocturno de Billy Wilder, y era también la mujer vital y vulnerable de los bailes y desiertos filmados por John Huston.

Por ello, cuando me enteré de que la escritora María Zambrano, autora de Hacia un saber sobre el alma, sentía una gran admiración hacia ella y así lo dejó escrito en algún párrafo, no me sorprendí demasiado.

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