El regalo de cumpleaños del maestro
La Filarmónica de Israel y Zubin Mehta ofrecen una actuación con claroscuros en el aniversario de Porta Ferrada
Fiesta total en Sant Feliu de Guíxols, que celebra el medio siglo de su festival de bandera, la Porta Ferrada, que ha cambiado mucho desde sus modestos comienzos impulsado por un grupo de melómanos en torno al magnífico pórtico románico. La fiesta mayor de su aniversario –en realidad, el festival comenzó a finales de los cincuenta– fue la presencia de una orquesta de prestigio internacional, la Filarmónica de Israel, y del gran Zubin Mehta, su director musical vitalicio, en la noche del jueves. Entre sus filas, llama la atención –frente a la renovación que se ve en orquestas centroeuropeas y americanas– que muchos músicos peinan canas, testimonio de una gran tradición, pues han trabajado con las mejores batutas del mundo. Son notables su musicalidad, su libertad ante la partitura y –a pesar de las dificultades de audición que plantea un escenario al aire libre– un sonido muy sutil, muy homogéneo. En sonido y carácter no es una orquesta de las germanas, quizá se acerque más a las norteamericanas, y está más cerca, en sensibilidad y naturalidad, de las rusas (Mariinsky), aunque en el Capricho español de Rimsky Korsakov mostró su cualidad expresiva, la sensibilidad de los solos de oboe, violín y cello, libres, orien- talizantes. Si en 1888 un importante crítico dijo que la de Rimsky era la mejor música española que había escuchado, ironizando sobre la incapacidad de los propios españoles de hacer oír su voz, ahora fue un ejemplo de exotismo orientalista. La interpretación fue ágil, nada sobrecargada a la rusa, y con notable libertad
Llama la atención que aquí muchos músicos peinan canas, testimonio de una gran tradición
en la expresión. El diálogo de Mehta con la orquesta fue remontando lentamente, porque comenzó endeble, con una Octava sinfonía de Beethoven con orquesta pequeña, que cometió muchos fallos (trompas, desajustes rítmicos), que le hicieron estar muy pendiente de marcar. Pero, después del Rimsky, la Sinfonía del nuevo mundo de Dvorak culminó las expectativas, que el público agradeció con ovaciones. Nueva solista de trompa, una cuerda con asombrosas dinámicas y color, libertad en la expresión, nunca el sonido hacia abajo, siempre ágil, excelentes maderas, que pusieron la guinda al festival con la obertura de La forza del destino.