La Vanguardia

Delon: premio y petición de perdón de su hijo

Laureado en el Festival de Locarno; interpelad­o por su hijo Alain-fabien

- ÓSCAR CABALLERO

Para una estrella, estatuto que Alain Delon se atribuye por encima del de actor, es normal que las novedades profesiona­les coincidan con las personales: anteayer, cuando se difundía un enésimo galardón en su carrera, el premio a su trayectori­a en el 65.º Festival internacio­nal de cine de Locarno, su hijo Alain-Fabien Delon utilizaba el semanario VSD para pedir perdón a papá.

En la Piazza Grande de Locarno, el actor que en un mo- mento de su carrera fue, junto con Louis de Funès, el más bankable –en el argot cinematogr­áfico francés, el actor que por su sola presencia logra la financiaci­ón de un filme–, la mayor estrella masculina y el mayor ídolo de los japoneses, agradeció con ironía un premio a su trayectori­a profesiona­l.

“Es el típico premio que te conceden cuando tienes un pie en la tumba –comentó–, pero a mis 76 años estoy decidido a continuar. Por lo menos para que algunos se enfaden”.

Y en cuanto a su éxito, lo explicó como algo muy sencillo: “Cuando empecé, fui elegido por los mejores directores, y cuando ya tuve una mayor ex- periencia y poder de decisión, fui yo quien contrató a los grandes para que me dirigieran”.

Por una u otra razón, su filmografí­a de unas 90 películas, la tercera parte producidas con su dinero, es una nómina de los máximos realizador­es, con clásicos como El gatopardo y Rocco y sus hermanos.

A su nacimiento, el 8 de noviembre de 1935, Delon fue bautizado como Alain-Fabien Maurice y el 18 de marzo de 1994 puso sus dos primeros nombres al segundo hijo que tuvo en sus 15 años de relación con la exmodelo y periodista Rosalie Van Breemen. Si la hija nacida cuatro años antes, Anouchka, es indudablem­ente su preferida, la difícil relación con Alain-Fabien, tan complicada como la que tuvo con su primogénit­o, Anthony Delon, desembocó en ruptura el verano pasado.

El hijo, alojado en el apartament­o de Ginebra de su padre –desde 1999, Delon es ciudadano suizo sin haber renunciado a su nacionalid­ad francesa– organizó una fiesta que degeneró cuando una amiga fue herida de bala con un arma del actor.

“Mis hijos suelen creer que viven en una película. Fue el caso de Anthony –dijo Delon– hasta que se convirtió en actor y comprendió que una cosa era el trabajo y otra la realidad”.

Es el paso que quiere dar, a sus 18 años, quien además pretende que le llamen directamen­te Alain Delon. Y asegura que la carrera cinematogr­áfica (“dirigir o actuar, me da lo mismo”) está en sus genes, igual que el amor por las armas.

Si le tocará o no seguir la huella de su padre, de su hermano mayor y de su hermana es una incógnita. Pero no parece el objetivo primordial de las páginas que le dedica el semanario.

Más bien se trata de problemas familiares. A mamá Rosalie, que tampoco le habla, Alain-Fabien le pide que deje de referirse a él como a un drogadicto: “Llevo dos años sin fumar”. Pero el mensaje más importante es para el padre: “Perdóname por tantas estupidece­s. Ya no soy un crío. Déjame demostrart­e que puedes confiar en mí. Hablemos de hombre a hombre”. De película.

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URS FLUEELER / AP Alain Delon recibiendo anteanoche un galardón en Locarno
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