La Vanguardia

La niña que se puso un gorro

- Jordi Basté Londres

Desayuno en el hotel Interconti­nental de Park Lane, cerca de Buckingham Palace. Tengo cita con un buen amigo a quien hace años que no veo y que es indispensa­ble para entender la evolución del movimiento olímpico. Se llama Pere Miró y es el director de las relaciones del Comité Internacio­nal con todos los comités olímpicos nacionales. A Miró le conocí cuando era director del INEF de Barcelona. Ahora vive en Lausana, donde fue colaborado­r de Samaranch y ahora de Rogge.

Me he puesto mis mejores galas y lo encuentro con bermudas. “Estoy trabajando y aquí no se para”. Tengo la sensación que estorbo porque todas las puertas de esta primera planta donde están los despachos de la maquinaria olímpica del COI no paran de abrir y cerrarse mientras Miró va recibiendo informes en su despacho. Hablamos de la vida cuando recibe una llamada en su móvil. Es Olivier, un colabora- dor del COI que se encuentra en las pruebas de judo. Pere escucha y pregunta en francés a su interlocut­or. Sonríe y asiente con la cabeza. En la cara se le ve el éxito. Cuelga. “Shaherkani. Todo ha ido bien”. Sopla y sólo le falta levantar los puños en señal de victoria.

Pere Miró, un catalán de Manresa, logró que Shaherkani compitiera en Londres

El movimiento olímpico en particular pero el deporte en general dio ayer un importante paso. Recomiendo la magnífica página que publicó en este periódico Rafael Ramos sobre la judoca Wodjan Shaherkani el pasado miércoles, la primera saudí en participar en unos Juegos. Hace años que Pere Miró trabaja para que atle- tas femeninas que tienen sus libertades individual­es restringid­as en sus países puedan participar en los Juegos. Es importante que haya una (cierta) mirada aperturist­a en su comité nacional, aunque no sea así en el régimen. El caso de Arabia Saudí. Las reuniones entre el COI (a través de este catalán de Manresa), de la Federación Internacio­nal de Judo y de éste comité árabe han sido agotadoras con el hiyab como arma de combate. El régimen saudí exigía diversas garantías (terribles a ojos occidental­es) y el COI no estaba dispuesto a emborronar ninguna línea de la Carta Olímpica. Competir con el velo en judo es imposible. Los árabes querían que le cubriera toda la cara. La federación de judo dijo que ni hablar y expresó los riesgos de asfixia de estirar un pañuelo que podría enrollarse fácilmente alrededor del cuello. Miró consiguió el pacto: un gorro y al tatami. O a casa. Si para conducir ellas tienen que pedir permiso, para tener los ojos del mundo (y de sus hombres) pendientes de su cara y de su talento por reducido que sea sólo con un cinturón amarillo, ¿de qué serían capaces? Shaherkani dijo que sí. Ha dormido en un hotel en Marble Arch lejos de la villa olímpica por seguridad. Era el primer viaje fuera de su país. Ayer fue eliminada en poco más de un minuto y se acabó Londres. Pero ese minuto en estos Juegos simbolizan el valor de la niña y de sus padres (él es su entrenador) de mostrar a la mujer saudí al mundo sólo eclipsada por unos servicios mínimos en su cabeza. Un éxito que firmó un catalán que puede sentirse orgulloso de la niña que se puso un gorro.

 ?? ORESTIS PANAGIOTOU / EFE ?? Un minuto de gloria. La judoca de Arabia Saudí perdió en poco más de sesenta segundos, pero su presencia en los Juegos constituye un hito histórico
ORESTIS PANAGIOTOU / EFE Un minuto de gloria. La judoca de Arabia Saudí perdió en poco más de sesenta segundos, pero su presencia en los Juegos constituye un hito histórico
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