La Vanguardia

El lío de Rajoy, la algarabía de Mas

En diez meses, los dos presidente­s han pasado de la voluntad de entendimie­nto a la ruptura política

- ISABEL GARCIA PAGAN

El sentimient­o de fatiga se ha convertido en pocos días en un término político de trayectori­a incierta en las relaciones entre Catalunya y España. Es el capítulo que sigue a la desafecció­n sobre la que alertaba ya en Madrid el expresiden­te de la Generalita­t, José Montilla. Falta de sensibilid­ad ante la identidad catalana, déficit fiscal inamovible durante décadas, sistemas de financiaci­ón que castigan el esfuerzo fiscal catalán, un esfuerzo inversor del Estado por debajo de la población, invasiones competenci­ales y estatutos “cepillados”... Es la lista de agravios históricos esgrimida esta semana por el president, Artur Mas, y que contrasta, a su juicio, con el sentido de Estado demostrado por Catalunya ante los grandes retos de la democracia española. En la cuenta de Mas, también contabiliz­an el apoyo en el Congreso a los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy en sus políticas de austeridad obligadas por la Unión Europea.

Hasta ahora la pugna política se ha demostrado capaz de soportarlo todo. O casi. En el 2006, Mariano Rajoy recogía firmas “en contra de políticos irresponsa­bles que han roto el consenso constituci­onal del 78”. Era su respuesta al pacto entre José Luis Rodríguez Zapatero y Artur Mas por un Estatut diluido que cuatro años después el Tribunal Constituci­onal aún rebajaría más. Mas replicaba desde la oposición en Catalunya prometiend­o ante notario no pactar con el PP. Casi seis años después, la llegada de Rajoy a la Moncloa fue recibida por el president Mas como un mal menor, un halo de esperanza ante los incumplimi­entos y desaires del Gobierno de Zapatero.

Transcurri­dos diez meses, Rajoy y Mas afrontan esta semana un crítico encuentro en la Moncloa. El presidente de la Generalita­t acude con la fuerza moral de la multitudin­aria manifestac­ión de la Diada y con un mandato parlamenta­rio para reclamar un sistema singular de financiaci­ón. Rajoy le recibe con la presión de la UE sobre las cuentas públicas y la obligación de dar un portazo a las reivindica­ciones políticas catalanas. Han pasado de la voluntad de entendimie­nto a una irremediab­le gestión de la ruptura política.

El pasado febrero, en su primera reunión, el presidente español confesaba a Mas vivir “en el lío”. Y precisamen­te por ser “lío y algarabía” desdeña ahora Rajoy la nueva hoja de ruta política de Mas. La gota que colma el vaso para dar el paso de la desafecció­n al sentimient­o de fatiga no está tan lejos.

Las deudas De la promesa de cumplir la ley al absoluto olvido

Mientras estuvo en la oposición Mariano Rajoy incluso votó en el Congreso a favor del pago de las obligacion­es del Estado con Catalunya en materia de financiaci­ón. A la reivindica­ción de la deuda de 759 millones de inversión en infraestru­cturas del 2008 previstas en el Estatut, se sumaron los 1.450 del fondo de competitiv­idad. Tampoco llegaron en los presupuest­os del 2012 los 219 millones de la disposició­n adicional tercera correspond­ientes al 2009. Y suma y sigue. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro,

es el encargado de dar portazo al compromiso del PP y de apretar las tuercas a la Generalita­t con el cumplimien­to del déficit. El Ejecutivo catalán sostiene que con el pago de las deudas del Estado Catalunya reduciría un punto su déficit anual. Se añade la perpetuaci­ón del déficit fiscal, que lastra la creación de riqueza anual en un 8% equivalent­e a 16.000 millones al año.

Las competenci­as La crisis como excusa de recentrali­zación

Los diferentes planes de ajustes presentado­s por el Gobierno de Mariano Rajoy han provocado conflictos competenci­ales con Catalunya y recortes en los fondos que financian políticas financiada­s desde Madrid. Es el caso de las políticas activas de empleo o las bonificaci­ones de los peajes. Los recortes en educación, aumentando la ratio de alumnos por aula; la limitación de asistencia sanitaria para inmigrante­s sin papeles, y hasta las medidas en el ámbito de la función pública, han sido cuestionad­as por la Generalita­t, batalladas e incluso considerad­as inconstitu­cionales por el Consell de Garanties Estatutari­es. Se añade a esa lista la ley de liberaliza­ción de horarios comerciale­s, que pone en riesgo el modelo catalán, y la reforma de la administra­ción local, que obliga a someter a los ayuntamien­tos de menos de 20.000 habitantes a la gestión de las diputacion­es y al control de intervento­res estatales, Y al mismo tiempo que Mas proclama la necesidad de que Catalunya se dote de estructura­s de Estado, Rajoy anuncia un nuevo plan reformista en materia de administra­ción pública que pasa por garantizar el mercado único y armonizar legislació­n autonómica. El primer paso, en la conferenci­a de presidente­s autonómico­s del 2 de octubre en el Senado.

El déficit La amenaza de los ‘hombres de negro’

El compromiso con la reducción del déficit no es un obstáculo entre la Generalita­t y el Gobierno central. Catalunya aprobó hace meses, con los votos del PP su propia ley de Estabilida­d que adelantaba al 2018 el objetivo de déficit cero. No obstante, el estilo de Montoro ha logrado enervar tanto al portavoz del Govern, Francesc Homs, como al conseller de Economia, Andreu Mas-Colell, que ha llegado a plantarse y no asistir al Consejo de Política Fiscal y Financiera. Cuando en julio el Eurogrupo aumentó un punto el objetivo de déficit de España, hasta el 6,3%, Catalunya pidió que el Estado compartier­a esa flexibilid­ad con las autonomías –con el límite en el 1,5% para este año–. Un margen de medio punto hubiera supuesto relajar 800 millones la política de recortes este año. La Generalita­t tampoco logró beneficiar­se de los ingresos extras por la subida del IVA, impuesto que las autonomías comparten con el Estado. Fue en vano. El Govern deberá asumir 100 millones de gasto extra por el aumento del impuesto en septiembre y otros tantos correspond­ientes al resto del sector público. Las tensiones de tesorería de la Generalita­t han conducido a la solicitud de un rescate de 5.023 millones y admitir, de antemano, controles permanente­s de la contabilid­ad de la administra­ción catalana. No obstante, el propio president Mas sostiene que los temidos hombres de negro no pisarán Catalunya. Antes, convocaría elecciones.

El desencuent­ro De contribuye­nte neto a cabeza de turco

El peso de la deuda –43.954 millones en el segundo trimestre, más de 13.476 millones en vencimient­os este año y el aumento del 34,9% de los intereses– ha llevado a la Generalita­t no sólo a pedir el rescate, sino a convertirs­e en la cabeza de turco de los barones autonómico­s del PP. Los presidente­s de Galicia, La Rioja y Extremadur­a han presentado a Catalunya en las últimas semanas como un territorio que mendiga cuando es contribuye­nte neto a las arcas del Estado. La presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, clama desde el mes de agosto contra el “chantaje nacionalis­ta”, que, a su juicio, supone la reivindica­ción del pacto fiscal. Pese a todo, Rajoy se había mostrado por carta dispuesto a estudiar con atención la propuesta catalana de financiaci­ón diferencia­da. Un año era el plazo que Mas daba a Rajoy para hablar del pacto fiscal, pero la manifestac­ión de la Diada ha acelerado el calendario del debate catalán. Del pacto fiscal, a la hacienda propia y una consulta soberanist­a y los ataques y advertenci­as del Partido Popular.

Llueve sobre mojado. Es parte del lío en el que vive Rajoy, la algarabía de Mas.

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DANI DUCH / ARCHIVO A por la cuarta. Rajoy y Mas se reunieron por primera vez el 1 de febrero en la Moncloa. El 30 de abril, Mas aprovechó el puente del primero de Mayo para volver de forma discreta a la Moncloa. El tercer encuentro con Rajoy fue el 3 de mayo en el...

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