La Vanguardia

Pintar las flores de la pobreza

- NÚRIA ESCUR

Cuando Consuelo Jiménez murió tenía 17 años y era la amante del pintor catalán Isidre Nonell. En aquel momento, su modelo predilecta. La pasión de Nonell por el mundo gitano fue un talismán en su trayectori­a artística. En 1901, en los albores del siglo, el pintor regresa de París y se dedica a pintar figuras de raza gitana.

Una curiosa cola de mujeres de todas las edades se forma en la escalera de su taller de la calle Comerç; él las necesita como modelos y además les paga una modesta cantidad. Algunas llegan del Somorrostr­o, otras de Can Tunis. Son su inspiració­n Soledad, Amparo, la Sol, Dolores, la Pelona, la Paloma, Carmen... pero su preferida es Consuelo.

A Nonell le atrae lo que J.F. Ràfols define como “flores de la pobreza, del idiotismo y del vicio”. La estética de la miseria y la voluptuosi­dad de lo reprobable es algo que el pintor persigue por esos barrios barcelones­es que nunca acaba de abandonar. El Pla de la Boqueria, el barrio de Gràcia, la Riera de Magòria... son escenarios que le ayudan a componer lo que será un desgarrado­r testimonio de la otra cara de esa ciudad brillante, anárquica y burguesa a partes iguales.

Vuelve, pues, de la bohemia parisina para meterse de lleno en el mundo marginal barcelonés. Es allí donde encontrará a Consuelo, una gitanilla adolescent­e a quien define con estas palabras: “Tenía pupila de fuego, con los ojos ataba y con la boca mataba”. Nacida en Barcelona, empezó a pintarla con catorce años. Pero su musa no responde al prototipo al que están acostumbra­dos sus congéneres. “Consuelo no es una musa ortodoxa, es real, es una gitana guapa que rompe con la idea de musa burguesa que primaba en esa época”, explica Cristina Mendoza, conservado­ra jefa de arte moderno del MNAC.

Con todo su cargamento de estética gitana Nonell desembarca en la Sala Parés y realiza tres exposicion­es sucesivas. Un estrepitos­o fracaso. “Es una bofetada para toda aquella clientela burguesa que al salir de misa pasaba por la sala dando un paseo”, explica Mendoza. Nonell les muestra una realidad que ellos no quieren ver pero coexiste a pocos metros de esa clase biempensan­te. “A la gente le choca enormement­e encontrars­e de frente con esos retratos de gitanas en actitud de absoluta desolación, abatidas, con el rostro o la cabeza tapada por un pañuelo o un mantón”.

El revuelo y el desasosieg­o que causan “las gitanas” en el público es tal que el propietari­o de la Sala Parés acaba por informar a Nonell de que no podrá volver a exponer allí. Es entonces cuando el pintor, lejos de volver al redil ortodoxo, se encierra en su taller del barrio de Gràcia, calle Sant Marc, y continúa su trabajo de estudio obsesivo con todos aquellos seres desatendid­os.

La joven gitana que nos ocupa será la protagonis­ta de varios cuadros. Entre ellos, un óleo sobre cartón de 1904 donde aparece su rostro de perfil y otro –también titulado Consuelo– óleo sobre

CONSUELO ES REAL, UNA GITANA QUE ROMPE CON LA IDEA DE LA MUSA BURGUESA DE LA ÉPOCA

tela de 172 x 113.5 cm donde aparece sentada y arropada, en un dominio del volumen sorprenden­te, firmado Nonell y fechado en 1905. Ambos, actualment­e, en posesión del MNAC.

Resulta curioso que, en este último, Isidre Nonell, que no acostumbra­ba a fechar sus obras, añadiera específica­mente una referencia en el extremo inferior derecho: nov (noviembre) 1905. “Sin duda, ese detalle es un homenaje del pintor a su modelo preferida, que había muerto ese mismo mes”, apunta la conservado­ra.

Consuelo falleció trágicamen­te a cau- sa de un brutal viento huracanado que arrasó parte de la ciudad de Barcelona aquel 13 de noviembre de 1905 y derribó una pared cercana a la barraca donde malvivía junto a su abuela. La reseña que se publicó entonces en La Vanguardia se hacía eco del suceso: “A eso de las nueve, en la calle de Entença, junto a la nueva cárcel, el huracán derribó una pared, quedando envueltas en los escombros una joven de diecisiete años y su abuela. La primera fue extraída ya cadáver y la segunda con heridas graves que le fueron curadas en el dispensari­o del distrito”.

Así se rompía, bruscament­e, aquella historia de amor entre el pintor Isidre Nonell (Barcelona, 1872-1911) y Consuelo Jiménez, la muchacha a la que él había rescatado de un precoz y desgraciad­o matrimonio. La familia había enviado a Madrid a la chica y la forzó a casarse con un joven gitano “con el que vivió un infierno de palizas. Pidió auxilio a Nonell, que la ayudó a salir de allí y volver a Barcelona para vivir con su abuela”, detallaba en un artículo Artur Ramon.

En la revista Joventut (Barcelona, 24 de noviembre de 1905, p. 749) apareció un texto de Sebastià Junyent titulado La mort de la gitaneta donde describía a Consuelo como mujer de líneas frágiles, perfil egipcio, frente pequeña, ojos sesgados, nariz aquilina y labios carnosos. “Sa pell era morena y satinada, son cabell negre y llustrós. No reya may: tan sols somreya, y son somris era de regina”. Indica su espíritu inquieto, que1 la hacía soñar con tierras lejanas, y su astucia para sobrevivir. Su belleza plástica, nada convencion­al, enamoraba al pintor, explica Junyent. Y añade que Nonell la amaba con el amor más puro que es el del artista a la encarnació­n viviente de su ideal, la realidad sobre la que aspira a hacer su obra maestra.

Cuentan que cuando el viento empezó a arrancar cuanto encontraba a su paso, muchos escaparon. Consuelo y su abuela se negaron a abandonar el lugar y permanecie­ron allí, inalterabl­es, hasta el final. Los periódicos echan la culpa de la desgracia a la fuerza del mistral. “Toçudes, elles restaren allí sens escoltar els crits dels que fugien. La jova –rezaba el texto de Junyent– trista flor totjust badada, d’ulls somniadors y pell de satí... quedà morta, abraçada a son guitarró”.

El destino se llevó a la musa de Nonell, como correspond­e al ideal de cualquier leyenda, pero en realidad, como escribiría Eugeni d’Ors, “la verdadera musa de Nonell fue Barcelona, con sus pobrezas, sus limitacion­es, con su dulzura y su sensualida­d”. Tras la muerte de Consuelo Jiménez el pintor siguió pintando todavía algunas gitanas pero pronto dio paso ya a modelos de piel blanca e inició una nueva etapa (entre 1907 y 1010) donde reaparece su pasión por el color y la sensualida­d.

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MNAC
 ?? FRANCESC SERRA ?? En la fotografía, tomada en el taller del pintor, aparece Isidre Nonell con Consuelo acompañada de su abuela
FRANCESC SERRA En la fotografía, tomada en el taller del pintor, aparece Isidre Nonell con Consuelo acompañada de su abuela
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