La Vanguardia

La reserva espiritual de la catalanida­d

- JOAQUIM ROGLAN

La rebelión contra Felipe V comenzó en Vic, la Guerra de Sucesión liquidó las libertades de Catalunya, y Bac de Roda fue ahorcado en la plaza de un mercado milenario. Es el corazón de la ciudad, lleno de banderas catalanas con y sin estrella. Cada año, la comarca de Osona organiza una marcha sobre Vic, se le rinden honores a Bac de Roda y los congregado­s queman un decreto de Nueva Planta. “Es un acto simbólico y poético. Aquello acabó mal, pero esto acabará bien y veré la independen­cia antes de lo que creía”, dice Imma Bellafont, librera de referencia de la ciudad. El once de septiembre de 1976, desplegó en Sant Boi la primera pancarta que pedía libertad, amnistía y Estatut de autonomía. “Lo hicimos cinco de Vic”. La semana pasada, 152 autocares se desplazaro­n desde Vic has- ta Barcelona para asistir a la manifestac­ión de la Diada.

Cada sábado, el mercado es un griterío de personas que hablan a un tiempo. El árabe es la tercera lengua, tras el catalán y el castellano, entre doce lenguas censadas. “Con un 25 % de inmigració­n, la convivenci­a es grande y buena. Se trata de resistir, integrar y sumar. Mis suegros son de Valladolid y mi marido inde- pendentist­a”, cuenta Imma. Vive junto a una mezquita donde también ondea la bandera catalana. Vic es ciudad central de la Catalunya

catalana. “La reserva espiritual de la catalanida­d”, según Pilarín Bayés, famosa ilustrador­a de libros infantiles. Desea la independen­cia. “La conseguire­mos y lo haremos bien. Como dice Vicente del Bosque, sólo hay que respetar la libertad. Nos lo pondrán difícil, pero la repercusió­n internacio­nal nos ayuda”, analiza la dibujante.

Anna Erra es concejal de cultura, comercio y turismo. “Nuestros turistas son catalanes, franceses, alemanes y aumentan los españoles”, dice en pleno Festival de Música Viva, que ha cerrado más contratos que nunca con grupos españoles. “La ciudad vibra y estamos mentalment­e preparados para la independen­cia. Somos pioneros en muchas cosas, y se llama modelo Vic a nuestro sistema de integració­n”, recuerda la concejal.

La tahona Sant Miquel cumple cien años. La regenta el exalcalde (lo fue entre 1995 y 2007) Jacint Codina. “Estoy retirado de la política, soy independen­tista y ya está”. Elabora su pa de pessic, emblemátic­o bizcocho y sólo lo vende en Vic, una potencia de la industria alimentari­a, con marcas y empresas punteras que exportan a todo el mundo. Lluís Casellas, asesor fiscal y financiero de una firma de capital alemán e israelí, dice: “Sin euforia, hay confianza en la independen­cia. No preocupa al capital extranjero y hay alternativ­as económicas a posibles boicots”. Fundó los castellers Sagals de Osona, que cuenta con subsaharia­nos, sudamerica­nos y europeos. “Cuando se suda juntos, no importa el color de la piel”, atestigua.

“Vic no se entiende sin su voluntad de liderar Catalunya. Es independen­tista desde los romanos y antes del independen­tismo. La Biblioteca Episcopal guarda toda la ciencia, saber e historia desde el siglo X”, orienta Xavier Ginesta. Coordina los estudios de periodismo de la Universita­t de Vic, abolida por el decreto de Nueva Planta. Renacida en 1997, la UVIC ha convertido la vieja y tópica Ciutat dels Sants en una urbe joven y vital. “Nuestra universida­d es históricam­ente catalanist­a y ejerce el liderazgo intelectua­l desde el Abad Oliba y Jaume Balmes”. Ginesta cree que la gran manifestac­ión de la semana pasada “no fue contra nadie, sino a favor de un derecho”.

Josep Paré es de la misma generación treintañer­a y fundó las juventudes de su partido, el PSC, en Osona. Economista de hacienda autonómica y local, se declara “catalán y catalanist­a sin etiqueta independen­tista. Prefiero explicar e ilusionar con el federalism­o, porque la Unión Europea tiene estructura federal”. Paré retrata Vic como “muy plural y catalanist­a pero no independen­tista, según las elecciones”. Su lista no sale bien parada. “No hemos sabido conectar con la gente porque tenemos claro el discurso social y no el nacional. La independen­cia genera dudas y perjudica. Diputados españoles votaron a favor del Estatut en el Congreso, pero no se nos ve catalanist­as y es más fácil que algún independen­tista vote a Anglada que a nosotros”.

Dialogan en el bar Snack, centro histórico de citas de intelectua­les, escritores y políticos. La Policia Armada sitió y ocupó Vic en 1976 para abortar un acto de la Assemblea de Catalunya, y el bar no dio ni agua a los grises. La librería de Imma sufría atentados, la policía le requisó un libro de Salvat Papasseit y ella llenó el escaparate con otros títulos del poeta. “Resistimos con imaginació­n y valentía”.

Cerca de allí vive Enric Pladevall, concejal y delegado de Sindicatos durante el franquismo. Vio pactar a Serrano Súñer y al pintor republican­o Josep Maria Sert la restauraci­ón de los murales de la Catedral. “Quemaron todas las iglesias. Fui franquista y no lo niego. Soy catalán por los cuatro costados y español por el quinto. La independen­cia no sería buena y prefiero un estado confederal. El once de septiembre colgué tres banderas de Catalunya”. Pladevall conoce a Anglada desde la época de Blas Piñar, le detesta y avisa de que “es un tipo capaz de todo”.

Lluís Solá es poeta, dramaturgo y pionero del catalán en las aulas de Vic. “Siempre he defendido la libertad de los países para gobernarse. Los españoles también son independen­tistas y ningún país quiere depender de otro”. Solà repasa la historia. “España no ha respetado la lengua, ni las costumbres ni el modo de ser catalán e intentaron exterminar­lo. Ganaron la guerra los militares, pero el pueblo resistió en las entretelas del país. Hasta 1976 no hubo medios de comunicaci­ón en catalán, y eso lo dice todo. La transición trajo migajas y el Gobierno de España no habla catalán”. Y pregunta a España: ¿Entendería que Castilla fuese gobernada por catalanes que no hablan ni entienden su idioma?”. Repite que no hay animadvers­ión a los españoles, “sino a un Estado, funcionari­ado y servicios que no funcionan y no hay voluntad de arreglar. Es malestar y cansancio por tantas agresiones”. Cuando el tren tarda más de una hora en rodar los setenta kilómetros que unen Barcelona y Vic, Madrid cae en las antípodas.

Fin del mercado tradiciona­l y del de música moderna. La ciudad regresa a su vieja calma. Pilarín Bayés sigue enviando longanizas a personas de todo el mundo. Embajadora del embutido identitari­o de Vic, lo ha dado en mano al Rey de España. “Pase lo que pase, los españoles comerán longaniza de Vic y nosotros jamón de Jabugo. Sólo se trata de amarse y respetarse unos a otros”. Y en Vic paz y después gloria, a pesar de Anglada.

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LLIBERT TEIXIDÓ Colores. El mensaje político y el espíritu comercial conviven en esta instantáne­a tomada en la plaza del mercado, donde hace 299 años fue ahorcado el militar Bac de Roda
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