Hormigón cohesionador

LA crisis matrimonial y económica de España y Catalunya no nos impide soñar. Los simuladores de realidad virtual funcionan aquí con tanta agilidad o más que la del señor Apple. Apenas sabemos nada de telemática, pero seguimos siendo los reyes del ocio encofrado y de las hormigoneras. El Pocero de Seseña fue nuestro particular Steve Jobs; el maestro. Por eso los dos únicos grandes proyectos que tenemos desprenden un aroma a Marina d’Or, a tierras que jamás fueron míticas. En la meseta fantasean con un hotel Flamingo en Alcorcón; con una plaza de San Marcos envuelta en canales venecianos que atraviesen el puente de Rialto de Paracuellos. Así será Eurovegas, neopatria de Torrente y sus putillas, que diría Felipe González. No andan mucho mejor las cosas por estos lares. Si en Castilla depositan sus esperanzas en un rey del juego estadounidense, en Catalunya tenemos fe ciega en un joven pero veterano especulador. Fue un efímero rey Midas del ladrillo, que echó una paella a 20.000 personas en Cen- tral Park cuando inauguró su efímera oficina en Nueva York. El de Sagunt pretende construir un puzle de parques temáticos junto a Port Aventura. Más cartón piedra imitando escenarios de China, Rusia o Almendralejo si hace falta. El promotor de Nevada y el valenciano prometen inversiones mil millonarias, decenas de miles de empleos y plazas de hotel capaces de alojar a todos los sorianos habidos y por haber. Sólo falta un ligero detalle. Necesitan que alguien les deje el dinero. Por lo demás, su hormigón prometido ha cohesionado voluntades políticas más distantes que nunca, aun a riesgo de que todos acabemos con la misma cara de bobos que se les puso en Bujaraloz con el fantasioso proyecto de instalar un megacasino en el desierto de los Monegros.