El Klic-klic y Photenhauer
El jueves, la presencia de Carlus Padrissa de La Fura dels Baus en la rueda de prensa de un juguete erótico lo catapultó a las secciones de cultura. La Fura ha incorporado el concepto en la ópera que estrena en Munich y Padrissa aseguró que en un futuro intentarán integrarlo más explícitamente en algún trabajo. Si los audímetros pudiesen valorar el grado de excitación de la audiencia, el minuto de oro (no líquido, sino líbido) de la semana pasada podría ser cuando Ramon Pellicer dio paso a la noticia en pleno TN vespre del mismo jueves. El reportaje mostraba el Klic-Klic, un estimulador erótico a distancia. El diseñador Andreu Carulla presentaba las dos versiones enfundadas del dispositivo que tildó de “contacto íntimo”, las desenfundaba y describía su funcionamiento con un lenguaje técnico tan preciso que parecía de la NASA. El que tiene una forma inequívocamente fálica (“en principio para mujer”, dijo Carulla sin cerrarse a ninguna posibilidad) recibe el nombre de Departure. El que reproduce la hospitalidad de una acogedora vagina no fue nombrado en el reportaje, pero si mantienen la analogía debe de ser Arrival. El trasto se activa por vía telefónica y, a través del bluetooth, es capaz de reproducir y hacer sentir los movimientos de la pareja, redefiniendo el concepto de la masturbación y acercándolo al onanismo (en la Biblia Onán no se lo monta solo, simplemente termina fuera del cuerpo de ella). Cabe felicitar al equipo de Carulla, un apellido histórico del catalanismo que hasta ahora remitía al chup chup (Avecrem) y a partir de ahora remitirá también al clic clic. Antes de que los partidarios de la piel pongan el grito en el cielo, conviene recordar que vivimos en la era Skype y que acoplarse a miles de kilómetros de distancia es una posibilidad que mejorará la vida de muchas parejas.
Claro que una popularización extrema del Klic-Klic obligaría a redefinir el concepto de adulterio (me imagino congresos internacionales con ponentes expertos en la materia, como Bill Clinton) y también provocaría un excedente material que los bancos de semen deberían poder aprovechar. Y no sólo para la reproducción. Tal vez sea el momento del chef Paul Photenhauer, que publicó Natural harvest (2011), un libro de recetas basadas en semen humano. Este chef innovador, que firma con un nombre de pluma tan coherente como Fotie Photenhauer, propone todo tipo de platos, postres y bebidas que tengan el semen humano como ingrediente: café irlandés con extra de crema, salsa barbacoa especial, cóctel ruso blanco, ostras humanas ( man made oysters)... Tal vez pronto dejará de ser de mal tono hablar del gusto del semen.
Poderse acoplar a miles de kilómetros de distancia es una posibilidad que mejorará la vida de muchas parejas