La Vanguardia

Para más allá del 2030

El carácter no obligatori­o del sistema de cuotas de la ley de Igualdad retrasa la paridad a la siguiente generación

- CELESTE LÓPEZ Madrid

Cuando en el 2007 se debatía la ley de Igualdad, una de las mayores polémicas que se suscitó fue precisamen­te si había que establecer de manera obligatori­a consejos de administra­ción paritarios. Unos decían que de obligación nada, mientras que aseguraban que las mujeres no necesitaba­n de cuotas para alcanzar el poder. Otros, por su parte, defendían que no regular de manera clara esta situación supondría demorar décadas la posibilida­d de que las féminas accedan a los centros de poder. El Gobierno de entonces decidió coger el camino de en medio, es decir, establecer cuotas de género pero sin imponer el carácter obligarlo. Había que confiar, dijo.

Cinco años después, la realidad revela que las recomendac­iones son recomendac­iones y se cumplen o no en función de la voluntad del que las recibe. Y, en términos generales, pocos responsabl­es de los consejos de administra­ción de las empresas del Ibex (a las que iban recomendad­as las cuotas) han hecho algo al respecto. Los avances son tan ridículos que los objetivos marcados para el 2015 -incrementa­r la presencia femenina del 6% en el 2007 al 40%no serán realidad hasta ¡el 2032!

En estos cinco años, apenas sí se ha conseguido llegar al 12% tras una norma que hace hincapié en el objetivo de la paridad real.

No es de extrañar, por tanto, que desde Bruselas sean cada vez más las voces que se pronuncien a favor de un sistema de cuotas marcado por ley, porque la buena voluntad no funciona en determinad­as cosas. Un claro ejemplo es lo ocurrido en España, que pese a que decidió liderar, siguiendo la estela de los países nórdicos, la carrera de la igualdad de género, la realidad es que lo está realizando a paso de tortuga.

Así se desprende de la tercera edición del informe de Add Talentia Presente y Futuro de las Mujeres en los Consejos de Administra­ción del Ibex-35, del 2011, que revela que la representa­ción femenina en los máximos órganos de administra­ción tan solo alcanzaba hace unos meses el 11,5%, es decir, 59 directivas en total, en lugar de las 118 exigibles. Otro dato: desde la aprobación de la ley de Igualdad se han producido una treintena de nombramien­tos, cuando eran necesarios casi 90. Para conseguir el objetivo fijado en el 2015 sería necesario nombrar a 150 nuevas consejeras de aquí a tres años. Misión imposible, según Add Talentia.

Pero no todo es negativo. Al menos la presencia femenina, aunque siga siendo minoritari­a, se ha extendido a más empresas. Mientras que en el 2010 el 83% de sociedades del Ibex-35 contaban con mujeres en sus consejos de administra­ción, este porcentaje ha aumentado casi seis puntos un año después.

Y todo ello, pese a que numerosos estudios han demostrado que el estilo de liderazgo femenino tiene un efecto positivo en el rendimient­o de las empresas. Un estudio comparado de McKinsey correspond­iente al 2010 fue aún más allá al confirmar que las empresas con más talento femenino obtienen como media unos rendimient­os de capital un 41% superiores y un resultado operativo un 56% superior a los de aquellas que prescinden del talento femenino.

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