Deuda pública al 8%
Cuando la situación de las finanzas públicas se hace muy delicada los inversores privados se resisten a prestar y, de hacerlo, exigen unos tipos de interés que elevan la carga de la deuda a niveles económica y socialmente insostenible. Tipos de interés cercanos al 8% se convierten en una espada de Damocles sobre la deuda pública (“soberana"”se sigue diciendo, paradójicamente, para describir un escenario en que la pérdida de soberanía es clamorosa). ¿Qué se puede hacer entonces? ¿Tiene algún papel protagonista esa institución denominada banco central?
Precisamente esa es la situación que se dio en Inglaterra a finales del siglo XVII. Para que luego digan que no es cierto que la historia se repite. Para que nos insistan en que “tranquilos, sabemos lo que hacemos, esta vez es diferente”. De hecho ese es el problema que dio lugar a la fundación del Banco de Inglaterra, formalmente en el año 1694, con los privilegios de un banco central en contrapartida a la aportación de recursos para comprar una amplia emisión de bonos de deuda pública. Algunos historiadores mencionan que las políticas públicas que ello permitió implementar tuvieron un papel importante en la modernización de la economía británica.
A veces las reticencias políticas dificultan que se disponga de las instituciones monetarias o financieras adecuadas a las nuevas realidades. En la actualidad algunos países europeos importantes incluso amenazan con llevar a los tribunales al BCE si éste ejerce de tal, aunque sea forzando el texto vigente de su estatutos. No es un problema nuevo. Durante bastantes décadas Estados Unidos careció de un verdadero banco central –pese a su “moneda única”– por una serie de conflictos, en parte entre estados, en parte
Algunos manuales de Economía menciona como tres grandes inventos de la Humanidad al fuego, la rueda y la banca central
entre lobbies. Sólo el detonante de una grave crisis en 1907 propició poner en marcha la Reserva Federal. Y su aprendizaje no fue sencillo. Es bien conocido cómo algunos analistas culpan a la excesiva ortodoxia de la Reserva Federal tras el crack bursátil de 1929 de la transformación de una recesión en la Gran Depresión. Y sólo cuando se cambiaron las normas y prácticas a partir de 1933 la situación comenzó a revertir. Su actual presidente, Ben Bernanke ha sido uno de los más lúcidos estudiosos de cómo la sequía del crédito y otras trabas contribuyeron a la propagación de los problemas, y ello es fundamental para entender por qué la Reserva Federal se ha comprometido recientemente a mantener su tono expansivo por encima de interpretaciones fundamentalistas de la ortodoxia. No deja de ser curioso que uno de los modelos en que se inspiraron los legisladores estadounidenses para la Federal Reserve Act de 1913 fuese el alemán, ahora en las antípodas de su estrategia.
Una famosa cita que reproducen algunos manuales de Economía menciona como los tres grandes inventos de la Humanidad al fuego, la rueda y la banca central. No renunciemos los europeos a aprovechar plenamente también éste último.