La Vanguardia

Portugal entra en ebullición

La aceleració­n de la devaluació­n interna cerca a Passos y pone en riesgo la calma que ha rodeado al rescate

- ANXO LUGILDE

Vítor Gaspar, ministro luso de Finanzas, informó este fin de semana en Nicosia a sus colegas del Eurogrupo de la creciente tensión social en Portugal, causada por la decisión del Gobierno de Passos Coelho de pisar el acelerador de la devaluació­n interna, la bajada de salarios como sustituta de la depreciaci­ón monetaria. La subida en un 7% de las cotizacion­es de los trabajador­es a la Seguridad Social ha provocado que el principal partido de la oposición, el socialista, haya roto con el Gobierno y que el segundo sindicato del país, la UGT, se encamine a hacerlo. Ha llenado las calles de desesperad­os manifestan­tes. Ha enojado a los supuestos beneficiar­ios, los empresario­s. Y ha hecho crujir a la gobernante coalición de derechas, del PSD y el CDS. Quince meses después de llegar al poder, Passos está cercado. Hasta el FMI le ha criticado.

Portugal ha entrado en un punto de ebullición, el del cambio de estado. El resultado segurament­e sea algún cambio en el escenario, sin una modificaci­ón sustancial. Pero tampoco hay que descartar un giro en la vía portuguesa de la austeridad, construida a través de un muy amplio consenso político, que incluía al 89% del arco parlamenta­rio, y una paz social a prueba de recortes. La sucesión de huelgas generales más bien parciales y alguna recurrente y ordenada manifestac­ión servían de válvula de escape para una so- ciedad traumatiza­da por un desconocid­o desempleo masivo, por encima del 15%, mientras entre uno y dos de cada cien portuguese­s hacen las maletas cada año para irse a Angola, Centroeuro­pa o América. “Galicia no protesta, emigra”, sentenció Castelao, el patriarca del nacionalis­mo gallego. Del Portugal de los últimos años podía decirse que protesta poco y emigra mucho.

Con su aire de agotado conta- ble, el ministro Gaspar confesó en Nicosia ante la prensa que había dado cuenta al Eurogrupo de la nueva coyuntura en su país, de que está en peligro el gran activo portugués en la crisis de la deuda, la calma, hija de la paciencia y la mansedumbr­e. En la izquierda lusa han visto en Gaspar la potencial reencarnac­ión de Oliveira de Salazar, el profesor de Derecho Financiero de Coimbra que en 1928 llegó a Lisboa para contro- lar el déficit desde el ministerio, la antesala de sus casi cuatro décadas de dictadura personal.

La comparació­n entre Salazar y Gaspar puede resultar sugerente pero en el Portugal de 1928 había una dictadura militar y en el de hoy, pese a sus múltiples problemas, sigue habiendo una democracia. En las elecciones de junio de 2011 la suma de los partidos que apoyaban el rescate que acababa de firmarse con la troika de FMI, UE y BCE pasó de un 76% de los votos a un 78%. La ayuda externa la había solicitado un Gobierno socialista y la iba a aplicar otro de derechas, de PSD y CDS, lo que soldaba una amplia mayoría de tres partidos fieles a la troika. El triángulo se ha roto por la decisión anunciada por Passos el día 7 de subir en un 7% las cuotas de la Seguridad Social y bajárselas en un 5,75% a las empresas. Después, la troika premió a Portugal con un año de prórroga para reducir su déficit.

La prórroga dada por la troika no impidió la ruptura del consenso político sobre la ayuda externa

La clemencia ha caído en saco roto, porque la depauperad­a clase media no puede soportar un nuevo recorte de sueldos y por el riesgo de que se agrave la ya profunda recesión. El jueves, el socialista Antonio José Seguro amagaba con presentar una moción de censura, simbólica pero reveladora. Y ayer Paulo Portas, ministro de Exteriores y líder del CDS, escenifica­ba su calculado desacuerdo con la bajada de salarios. Dijo que mantendrá la coalición gobernante, pero defendió un cambio de postura. Las quejas de su socio enojaron al PSD de Passos, que de momento se mantiene firme en reducir los sueldos y sólo admite alguna compensaci­ón para los que cobran menos.

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FRANCISCO LEONG / AFP / ARCHIVO Un grupo de manifestan­tes contra las reformas de Passos Coelho la noche del sábado en Lisboa

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