India ejecuta al único terrorista superviviente de Bombay
JORDI JOAN BAÑOS Diez, uno, ninguno. Ajmal Kasab, el único terrorista superviviente del espectacular asalto a Bombay del 2008 fue ahorcado en secreto, ayer a las 7.30 h de la mañana, en la cárcel de Puna. Su ejecución da al traste con una larga –aunque oficiosa– moratoria a la pena de muerte, que sólo se había aplicado en India una vez en los últimos 17 años, en el 2004.
El terrorista pakistaní fue trasladado a Puna en la noche del do- mingo al lunes, desde la celda de Bombay a prueba de bomba y con forma de huevo que había ocupado desde su captura. El sigilo fue tanto que los doscientos agentes que lo custodiaban siguieron en sus puestos, ajenos al traslado. Según el ministro de Justi- cia, Sushilkumar Shinde, sólo el presidente, Pranab Mukherjee, estaba al corriente. La identidad del reo le fue comunicada al verdugo con pocos minutos de antelación y hasta el primer ministro, Manmohan Singh, se enteró por televisión, según parece.
La condena a muerte se ha ejecutado cinco días antes del aniversario de aquella matanza, que dejó 166 muertos. Aunque el secuestro del hotel Taj Mahal cautivó al mundo durante tres días, la razzia más mortífera fue la emprendida precisamente por Ajmal Kasab y su compañero de comando –los diez terroristas desembarcados desde Pakistán se dividieron en grupos de dos, para distintos objetivos–.
Ambos segaron la vida de 52 inocentes e hirieron a cien más en la estación Victoria Terminus, antes de seguir descerrajando sus fusiles de asalto y lanzando granadas en un hospital cercano, donde Kasab pudo ser interceptado. Los otros terroristas murieron en combate.
El cadáver de Ajmal Kasab ha sido enterrado en el mismo recinto de la prisión y es dudoso que lo reclame el país desde el que se le mandó a morir matando.
Según el ministro de Exteriores, Salman Khurshid, la inesperada ejecución del reo más odiado de India ha sido agilizada por el nuevo presidente, Pranab Mukherjee, que a principios de mes rechazó la última petición de indulto. Asimismo, la ejecución sirve de aquelarre para las masas del Shiv Sena en Bombay y Pune, cuyo líder –el furibundamente antipakistaní Bal Thackeray– falleció el pasado sábado.
Aunque se ha demostrado que los diez terroristas fueron adiestrados por el grupo pakistaní Lashkar-e-Toiba y que entre sus mentores en Karachi había agentes del espionaje pakistaní, está claro que Islamabad no va a condenar a ninguno de los acusados por India, por mucho que mantenga un simulacro de proceso.
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La extradición a India desde Arabia Saudí de un indio que coordinó el atentado niega la autoría sólo pakistaní
Headley, que inspeccionó los objetivos de Lashkar-e-Toiba en Bombay y Pune. Por otro lado, la extradición a India por parte de Arabia Saudí, este año, de un indio que estuvo en la coordinación del atentado acaba con la reconfortante teoría de una autoría puramente pakistaní.
En India algunos grupos celebraban ayer el desenlace con dulces y petardos, mientras que el líder supuestamente gandhiano Anna Hazare lamentaba que Kasab no hubiera sido ejecutado en público. Muchos más lamentan que mantenerlo con vida costara un millón de euros al año y se alegran de pasar página.